Image: Poesía completa

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Poesía

Poesía completa

Paul Auster

14 diciembre, 2012 01:00

Paul Auster

Traducción de Jordi Doce. Seix Barral. Barcelona,2012. 301 pp., 18'50 e. Ebook: 12'34e.


"Estamos en un curso irreversible hacia más libertad -pero eso podría cambiar". Las mayores estupideces suelen parecerse bastante a genialidades, y ésta de Dan Quayle roza lo sublime. ¿Por qué estamos tan seguros de qué avanzamos hacia alguna parte? ¿Qué manía es ésta de avanzar? ¿A qué viene dar por descontado que nadie va a pararnos los pies? Lo inevitable es reconfortante: nos evita responsabilidades. ¿Y si debiéramos asumirlas, todas? ¿Y si la libertad fuera una opción?

Algo en la poesía de Paul Auster es un curso irreversible que cambia. Durante la década de los 70, el bardo de Newark creó un género alternativo de verso minimalista, escueto de apariencia y de concepto, denso y condensado hasta no poder contener ni siquiera la voz del propio poema. "Es un muro. Y el muro es muerte". Si habláramos hacia dentro, seríamos esto: material mental apenas manipulado, por momentos incomunicable y si comunicable incomprensible, como la verdad presocrática. Desconocemos el mecanismo del pensamiento, pero por intuición sabemos que no pensamos en línea recta, sino en círculos, o en cintas de Moebius. Antes de fundar Nueva York en 1987, Auster inventaba ciudades de la mente, espacios raros por extraños y por únicos. Le gustaba mucho la luz y sus negaciones: la vida y la conciencia. Amaba a Heráclito, a Espinoza, era emersoniano por amor a Whitman. Con el alma en calma antes de la tempestad de su narrativa, Auster diseñaba sistemas poéticos serenos, distantes, no sometidos a la lógica y sin embargo racionalmente blindados. Después llegarían los mismos temas -los escasos recursos de supervivencia humanos, el meteoro de la historia contra cada corazón, el espanto de estar vivos y ver muerte alrededor, por todas partes-, sólo que esta vez encarnados en criaturas de ficción e historias que pueden resumirse. Pero que esto quede claro: novela o poema, Auster es Auster. Es genio. Es lo mismo.

Nueve de cada diez lectores no están de acuerdo. Dicen que como poeta Auster es confuso, reiterativo, pretencioso. Nueve de cada diez lectores se equivocan. "Es probable que sea lo mejor que he escrito", dice él de su poesía. Tampoco es eso. Si renunciamos a considerar la obra de Auster como un trayecto y la vemos como pensamiento -cíclico, incapaz de contradicción-, versos como "Nosotros, convertidos en los muertos/ de otra vida que la nuestra" en nada se diferencian del apocalíptico final de Brooklyn Follies. Comparar géneros es estéril, porque los géneros no existen. "Para entrar en el silencio de este muro/ debo dejarme atrás a mí mismo" no es poesía filosófica versus novelas existencialistas de costumbrismo urbano. Es un hombre que lleva pensando lo mismo sobre las mismas cosas desde hace 65 años, porque podemos dejar de crear, de amar e incluso de tener esperanza, pero pensar es como el latir de un corazón: implacable signo de vida.

Universal y probablemente eterno, el canon de Auster es un todo de palabras y teologías de la mortalidad, un lugar y un tiempo para abandonar lo contingente y aspirar a algo bueno, algo grande. "Otro del yo" es un sintagma de poema que viene de cummings, pero que pertenece por derecho inalienable a libros de ilusiones, ciudades de cristal. Podemos conocer la lucha de Auster contra las imposturas de la identidad a través de sus novelas, pero desengañémonos: nunca conseguiremos entender esta guerra sin leer su poesía. Lo que consideramos real no es más que otra ficción, una entre tantas, donde carne y hueso han decidido habitar. Estamos en el autor exacto para cambiar lo irreversible: "Pues el muro es una palabra. Y no hay palabra/ que él no cuente/ como piedra en el muro". Geometría de la imaginación, infraestructura de lo humano. Austerliterature: el último de los huracanes.