Image: Poesía completa

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Poesía

Poesía completa

Marcel Proust

11 enero, 2013 01:00

Marcel Proust en 1892

Ed. bilingüe de Santiago Santerbás. Cátedra, 2012. 367 pp. 14 e.


Como ante cualquier autor de una obra literaria magna -en el caso de Marcel Proust (París, 1871-1922) À la recherche du temps perdu (En busca del tiempo perdido)- también nos encontramos en este caso con el escritor de obras secundarias, y no por ello menores. Con este criterio debemos abordar esta necesaria y cuidada edición de su Poesía completa, fundamentada en el análisis previo y en la traducción de Santiago R. Santerbás, rica en claves para comprender a Proust. No caben, pues, las comparaciones entre la magna obra de la Recherche y estos poemas circunstanciales, de valor relativo, pero que proporcionan no poca información sobre la trayectoria vital, creativa, -especialmente sensible, apasionada y amistosa- del escritor francés.

La obra poética de Marcel Proust consta de un centenar de poemas, conservados en su mayoría por su sobrina Suzanne Mante-Proust. Hay en ella dos partes claramente diferenciadas: la anterior al creador de prosas, la de los años de adolescencia y juventud, y la del resto de su vida; textos éstos últimos acompasados con su animada vida en sociedad. En la primera etapa, prima la influencia de las lecturas. Proust no había completado su Jean Santeuil y las prosas de Los placeres y los días son como ecos de sus primeros latidos líricos. Así, los cuatro poemas sobre pintores (Potter, Cuyp, Watteau y Van Dyck) y los cuatro sobre músicos (Chopin, Gluck, Schumann y Mozart), que tendrán proyección en periódicos, fascículos o en una edición que remite a los círculos aristocráticos en los que se movió.

Si en esta etapa encontramos ensoñaciones y una coherencia métrica debida a lecturas, la segunda sigue libérrimamente las huellas de la cotidianidad, porque responde a retratos de amigos o conocidos. Recordemos a los más señalados, unas veces por esa cualidad de la amistad -que él siempre valoró por encima de cualquier otro aprecio (aunque fuera "el amar" la que reconociera en un cuestionario como su "ocupación favorita"). Nos encontramos así con figuras claves en su biografía, como Jeanne Pouquet, Maria Finaly, cuyos ojos verdes darían lugar a uno de los poemas más vivos ("Amo la luz verdosa de vuestros grandes ojos"), Laure Hayman, la inglesa Marie Nordlinger, Madeleine Lemaire, la condesa Élisabeth Greffulhe o la actriz Louisa de Mornand, que daría lugar a uno de los poemas más apasionados, en esta sucesión de "historias" en las que no faltan las relaciones nacidas de "tríos", que amargan la amistad. Entre los poemas a amigos recordamos, los más numerosos, dedicados al músico Reynaldo Hahn -quizá su amistad o amorío más estrecho-, Antoine Bibesco -"el amigo leal"- Robert de Billy, Bertrand de Fénelon, Jean Cocteau o Paul Morand. En uno de los poemas a Hahn encontramos huellas de lecturas y atisbos de poesía-poesía ("A solas esperaba yo junto a la ventana. /Era, ahora lo recuerdo, una noche de otoño...).

Proust abandona raramente el tono primordial de sus poemas -la ironía, lo grotesco, la crítica, el humor, la simulación y el acertijo- para darles un tono estrictamente poético. En este caso, no logran levantar el vuelo, bien por su brevedad ("Sobre el tiempo lluvioso"), bien por la invasión de los nombres propios, es decir, la sempiterna cotidianidad ("Mi corazón, aún más que al rosal la cetonia..."). Pensamos, a medida que avanzamos en la lectura, que la poesía de Proust está en su narrativa, en su obra magna, la Recherche, por más que sean en los dos primeros volúmenes donde la poesía (atmosférica siempre, simbólica -un sabor, una sonata, un campanario, una vidriera, las jeunes filles en fleur)-, se imponga a la disquisición psicológica y a la galería de personajes posteriores.

Vistos como ejercicios poéticos o fragmentos de páginas de Diario, en los poemas de Proust hallamos su biografía, en la que, más allá de amistades y/o amoríos, se nos reveló una muy sensible y compleja personalidad. La muerte de la madre, la posterior depresión, la enfermedad crónica, seguían los pasos de sus vida social. Acrecentaba su magna obra en prosa y se asomaba al mundo de veladas y tertulias (especial ese "cruce astral" de genios en el Hotel Ritz, al compartir mesa con Stravinsky, Joyce y Picasso). Surgía entonces, en sociedad, el apunte poemático. Pero frente a los alardes mundanos, se impondrá esa Presencia -¡su desvalido rostro final!- de la muerte que todo lo arrasa, menos la obra bien hecha.

Chopin

Chopin, mar de suspiros, de lágrimas y de sollozos,
Que un vuelo de mariposas sin posarse cruza
Jugando sobre la tristeza o danzando sobre las olas,
Sueña, ama, sufre, grita, apacigua, encanta o acuna,
Siempre haces correr entre cada dolor
El olvido vertiginoso y dulce de tu capricho...