Poesía

Brevísima relación de la destrucción de June Evon

Tina Suárez Rojas

5 abril, 2013 02:00

Tina Suárez Rojas

Vitrubio. Madrid, 2013. 50 páginas, 11 euros

La mataron porque no la entendieron. Intentaron meterla en las estrechas celdas de sus mentes, pero ella se escapaba de todas, no cabía en ninguna. Por eso la ejecutaron: para negar que existiera una mujer más allá de la comprensión de los hombres.

June Evon es contemplada por cientos de ojos, pero nadie la ve: es un símbolo de la ceguera humana. Viene a Dohanville envuelta en los hilos de la leyenda y el destino. Heroína tragica, June ha asesinado a Parker y Kent -como Spider-Man y Superman-, sus socios en el crimen. O eso es lo que dice Silas Berry, cazarrecompensas de la agencia de detectives Pinkerton. Evon es un Katrina en tu tierra, la peste sobre Tebas: si eres Eddington Burnes y sheriff, más te vale pararle los pies a este ángel de la muerte antes de que acabe con tu paz y tu injusticia. O eso dice Luke Newell, ranger de Texas. En la increíble y triste historia de June Evon todos tienen algo que decir. Menos June Evon. Ella dispara.

Pete Owen es el hombre que le vuelve la espalda a la mujer. El que aniquila el bien más preciado de Amazona Evon: su caballo, Calibre, su libertad, su arma. Que la mujer mate por dinero queda por demostrar. Pero la bala que derriba al capataz es puro odio contra el transgresor de lo sagrado en nosotras. Y todos entienden por qué el disparo: esto es un western. Lo que escapa a su lógica es que no sea testosterona lo que aprieta el gatillo: "Las mujeres, incluso las menos decorosas, pelean/ como gatas encrespadas, o se encabritan como potrillas/ de rodeo sobre el lodo, se tiran del moño, se desgarran/ el corpiño, blasfeman contra los ángeles...", dice Carter McLiam, que regenta el saloon. "Me preguntaba de qué clase/ de extravagancia estaba siendo testigo mi persona,/ por qué yo no escuchaba sollozos sino desafiantes/ gruñidos, por qué yo veía un revólver en lugar/ de un abanico", dice Jedediah Erwin, maestro y tonto en mujeres. Como dice Tori Amos, las cowgirls cabalgan de parte de los indios.

Cada poema, una voz. Todos los poemas, una historia. Brevísima relación... es épica coral, poesía polifónica: telegrafistas, buscadores de oro, Mortimer Powell ebanista y sepulturero, una sociedad entera reconstruye para nosotras a la criatura fiera que ellos mismos han destruido. Porque no la entendían. Porque era mujer de otra manera. "¡Si sólo contemplarla resultaba veronzoso/ para cualquier dama!", sentencia Mildred G. Aston, costurera. No somos lo que dicen que somos. Ser mujer es la velocidad de la bala. Caen los cowboys. La venganza es dulce.