Image: Sangrantes

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Poesía

Sangrantes

Varias Autoras

19 abril, 2013 02:00

Elena Medel y Miriam Reyes, dos de las autoras más destacadas de Sangrantes

Edición de Luna Miguel. Origami. Barcelona, 2013. 255 páginas, 14 euros


El sexo es un asunto social, y sólo marginalmente biológico. Nadie nace mujer: aprendemos a serlo. Somos adiestradas en la disciplina de los roles. El sexo es institución y convención, y por eso necesita mitos que lo sustenten y alimenten, que lo hagan tolerable. El único modo válido de relacionarse con los mitos es procediendo a su aniquilación. Ser mujer no tiene nada que ver con un cuerpo: es una cuestión de poder, padecido y ejercido.

Sangrantes contiene "Eventualmente paso días enteros sangrado". Miriam Reyes conoce la existencia de la ideología y entiende su funcionamiento, que es perverso y admirable, porque es eficaz e invisible. Miriam es una mujer temible, porque su cerebro parece no procesar los mitos, o los aborda como si procedieran de una cultura no humana. Miriam comprueba que su cuerpo sangra una vez al mes, y se siente muy lejos de su cuerpo, distanciada. También observa que este fenómeno fisiológico produce reacciones a su alrededor: si tienes la menstruación y glándulas mamarias, la gente te trata de manera distinta a si no las tienes, y espera de ti comportamientos específicos. Ahora a Miriam la informan de que está dotada de instinto maternal y de que eso es bueno. Pero Miriam desconfía. Se mira a sí misma, aplica la razón a la leyenda, y la leyenda salta por los aires: "No alimentaré a nadie con mi cuerpo/ para que viva este suicidio en cuotas que vivo yo". Es la mujer contra el rol. La mujer que no da vida, sino que la absorbe con la fuerza inmisericorde de un agujero negro: "Por eso sangro y tengo cólicos/ y me aprieto este vientre vacío/ y trago pastillas hasta dormirme y olvidar/ que me desangro en mi negación". No hay idealización de la mujer, no se la manipula. La poeta es pura lucidez, inteligencia absoluta.

Pero Sangrantes incluye a otras veintiocho poetas. Algunas de ellas son patriarcales, o inconscientes de la omnipresencia de la ideología. Fomentan los tópicos acerca de la mujer de manera sumisa a la tradición. "Mi vientre es quien pronuncia/ las sílabas secretas/ que se inscriben arriba/ en la cúpula" (Chantal Maillard) o "con gotas de sangre menstrual/ [...] clave secreta/ códice sacro/ dulce sabor de tus entrañas/ manantial fecundo/ semilla de palabras iniciáticas" (Cristina Peri Rossi) son imágenes inventadas por hombres para mantenernos quietas y calladas en la complacencia del halago. La estrategia del patriarcado consiste en llamarnos diosas y tratarnos como a bestias.

Conservadora y un poco anticuada, Sangrantes está llena de palabras místicas, de referencias a ritos de fertilidad y de versos ingenuamente agresivos contra el género masculino. No se trata de eso. Todo eso está previsto. Es lo que se espera de nosotras.

Ningún constructo social es inmutable: la identidad tampoco. Verse a una misma como "un costillar colgado para la/ venta" (Miriam Reyes) o adscribirse a "una raza de mujeres con el corazón biodegradable" (Elena Medel) instaura un imaginario nuevo. Por su ambivalencia y escasa autoconsciencia, Sangrantes me hace pensar que las mujeres deberíamos considerar la poesía como una práctica arcaica de los hombres, empleada para perpetuarnos en el sometimiento, e inventar un género propio en el que nunca hayamos sido amadas o pisoteadas. No estamos aquí para apuntalar ruinas, sino para traer otro mundo. Llamémonos poetas. Seamos otra cosa.