Image: No sé por qué y Patio de locos

Image: No sé por qué y Patio de locos

Poesía

No sé por qué y Patio de locos

Andrés Neuman

14 junio, 2013 02:00

Andrés Neuman. Gianmarco Farfan

Pre-Textos. Valencia, 2013. 80 páginas, 13 euros


Existimos en redes. Tenemos redes para todo: para pensar (sinapsis), para amar (reacciones químicas), para recordarles a los demás que seguimos aquí (Facebook). La literatura es una red de mundos posibles integrada en la imaginación. Habitamos telas de araña prodigiosamente tejidas, naturales o artificiales. Confiamos en que al final del hilo habrá respuestas.

"No sé por qué llamamos femenina a la intuición/ ¿la mujer no razona? ¿no seguimos/ los hombres la cuerda invisible?". No sé por qué son perplejidades. Dudas de las que nadie se ocupa porque son embarazosas, o demasiado pequeñas, o personales. Del amor le inspira curiosidad la torpeza, y lo sublime que puede llegar a ser si no lo ahogamos en romanticismo ready-made. Del corazón humano le llama la atención la arbitrariedad que lo hace libre, y su resistencia a obedecer mandatos y costumbres. Es la voluntad soberana de rechazar la verdad y la belleza, y escoger en su lugar una cosa que está ahí y que nos gusta, por ninguna razón en especial: "No sé por qué miro más a los pájaros/ cuando apenas caminan/ que cuando levantan vuelo". Reconocemos lo humano en lo que se parece a lo humano. Cuando los pájaros vuelen en avión, estaremos encantados de levantar la vista hacia el cielo.

Patio de locos es lo que viene después de la duda. Sin Shakespeare no hay tragedia: esta locura no tiene glamour. En vez de Ofelias río abajo, están el loco astuto, el loco rubio, el loco de la muleta rosa o el doctor nube. Aquí no hay sangre, sólo orina. El loco anónimo no exige venganza, sino televisión. En este manicomio mísero estamos muy lejos de la corte de Dinamarca, incluso de la más podrida. Y sin embargo, qué hamletiano es todo. La enfermera enamorada del doctor. El doctor enamorado de cualquier cosa menos esto. Los locos que se masturban o se apalean mutuamente, dependiendo de las necesidades. El horror de observar la realidad, sólo superado por el horror de estar en ella: "acaban de llover sogas del cielo", dice el poeta, mientras la enfermera (que es gordita) sobrevive a los locos inventando su propia demencia, o historia de amor. Es tierno y terrible, y se parece mucho a la vida normal.

Lo que une No sé por qué y Patio de locos es un hilo insidioso y sublime: la voz del poeta. Más que contarnos cosas, piensa en voz alta: "No sé por qué me divierten las sílabas impares/ prometo arrepentirme cuanto antes/ por ejemplo en este verso". No es metapoesía, o no sólo. La voz se inscribe en el texto, espía su esencia. En Patio de locos aparece un narrador llamado narrador que está literalmente en todas partes, revisión postmoderna de la omnisciencia decimonónica. Este narrador admite ser amanerado, paternalista y nos informa de cuándo deja su puesto para ir al baño. Interfiere en los acontecimientos usando los paréntesis como escudos, pero ¿cómo podemos estar seguros de que no es un loco más? Mundo blindado contra el aislamiento creativo, No sé por qué y Patio de locos es autoconsciencia, autocrítica, autoparodia ("¡blanca! ¡blanca!/ protesta el narrador ¡todo me rima!"). Es una trama de procesos mentales, demostración de que la realidad que nos ocurre fuera se construye dentro, en nuestra mente. Es Neuman siendo Neuman, que es lo mejor que un poeta puede ser. La poesía no es la red: es la araña.

No sé por qué decimos que la música es abstracta

pobrecita qué horror

confundimos el cuerpo con su radiografía

la música es muy concreta

tiene su afinación su timbre su volumen

está hecha de cambios sobresaltos síncopas

la componen personas que tosen y defecan

la tocan seres calvos con dolor de espalda

la escuchamos nosotros

que somos milagrosamente feos

que somos todo oídos