Image: Vintage

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Poesía

Vintage

Marta Sanz

11 octubre, 2013 02:00

Marta Sanz. Foto: Javier Lazagabaste

Bartelby. Madrid, 2013. 101 páginas, 11 euros

Estamos configuradas de otra manera. El hardware es el mismo para toda la especie: es el software el que cambia. Una mujer es un núcleo de memoria nuevo.

Vintage no es igual que antiguo. "He perdido/ la capacidad para percibir lo viejo", reconoce Marta Sanz. "He perdido la capacidad/ para percibir lo viejo", insiste. Parta el verso como lo parta, el tiempo permanece uno, irrompible en pasados. La niña que Marta era no comprendía la enfermedad o la muerte, pero sentía el dolor de su cuerpo, y la pérdida. Ahora es una mujer joven que desconoce su transformación futura, pero espera cosas de la madurez, acontecimientos. "Si mi padre muere/ -antes de tiempo-/ juro convertirme/ en una mala persona". El plan precede al hecho porque no necesitamos entender para saber. "Ya me noto/ en el vórtice/ de la/ respiración/ la bola/ de la/ maldad". Vivimos por anticipado, recordamos de antemano. Vintage no es lo mismo que viejo: lo vintage viene de un presente remoto.

Yourcenar aparece en Vintage como argumento de autoridad contra la leyenda. Hildegarda von Bingen y Teresa de Jesús también. Son mujeres de cultura y santidad, pero Marta elige pararse en mujeres y no seguir leyendo. Debe de haber algo en su experiencia que apele a la nuestra. De Marguerite, se queda con la mujer que "se da calor con las manos/ come buñuelos/ se sube las medias de algodón", mientras en su imaginación revienta un mundo de nereidas y Adrianos. También a Marta le pasa que de los viajes "sólo comprende/ las cosas/ más elementales", como el detector de metales que pita. Es probable que alguien -un hombre, seguramente- venga a regañarnos por no extasiarnos ante las nubes o por preferir estar solas, ser solas. Existe un modo de conciencia en el que un buñuelo calentito vale más que un imperio. Sólo tenemos que ser valientes y escoger.

"Ciertos hombres de mi vida/ tienen un día de suerte/ que siempre coincide/ con mi gusto/ por hacerme daño". Por razones técnicas, Vintage no puede ser un Bildungsroman, pero acumula las metamorfosis, el rito, las edades en proceso. Vincula a la poeta a un estado de ánimo colectivo, a un ángulo que nadie ha medido nunca, y ella nos arrastra a todas. Da voz. Marta recibe la suya de otras, las madres de nuestro género a través de las cuales pensamos, como dice Virginia Woolf. Trae a la historia las cosas que nunca han ocurrido, porque ocurrían dentro: el código -de mujer, no binario- de nuestra configuración distinta.