Image: Illuminations

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Poesía

Illuminations

Arthur Rimbaud

10 enero, 2014 01:00

Retrato de E. Carjat del joven Rimbaud

Traducción de Xoán Abeleira. Bartleby. Madrid, 2013. 126 páginas, 16 euros

Marcel Duchamp lo llamó Fountain. Pero era un urinario. Pero era un símbolo. Pierre Pinoncelli lo usó para lo que se usan los urinarios. Desmanteló la ironía. Duchamp convirtió el objeto en símbolo. Pinoncelli reconvirtió el símbolo en objeto. A cuenta de esto, Fountain no es ni símbolo ni objeto: es un arma.

Arthur Rimbaud (Charleville, Francia,1854, Marsella, 1891) ya no es moderno. También él aspiró a transformar los objetos en símbolos. A Rimbaud no le gustaba la materia, le resultaba indigna de la voz del poeta. Rimbaud tenía una alta consideración del poeta, sobre todo de Rimbaud. Se imaginaba como un visionario, pero no lo era. Poeta visionario sólo hay uno, y es William Blake. Illuminations desea desesperadamente alcanzar un estatus que pertenece a otro. Es un libro comprometido con lo místico, pero sólo superficialmente. Las imágenes son frescas, luminosas. En 1886, aún era posible hablar de trascendencia, llenar los poemas de soles, ser oscuro por el procedimiento de deslumbrar. Rimbaud no era un visionario, pero se le daba muy bien el francés, y es capaz de mantenerte atenta y conmovida con combinaciones imposibles de palabras y poemas titulados Being Beauteous. Illuminations empieza con Après le déluge. Si hiciéramos un único poema con todos los poemas del mundo, podríamos titularlo Après le déluge y nadie protestaría. Lo que los faros del coche son al ciervo es Rimbaud para quien lee. Pero de Rimbaud se sale vivo.

Illuminations implica a Paul Verlaine, pero es una historia algo melodramática, aburrida. Illuminations (Painted Plates) hacina mitos clásicos, cuentos de hadas, relatos de viajes, pastorales de delirio. Trata de ser pura evocación cosmopolita: todo objeto debe elevarse a símbolo de universalidad absoluta. Esto es muy difícil de conseguir, sobre todo cuando el poeta intenta remitir cada símbolo al poeta mismo. Los símbolos son altamente manipulables: Illuminations es una apoteosis del ego. Pero crean una música del discurso de violencia sublime, con metáforas que sobreviven durante líneas, escenarios de ópera fuera de control y la partitura verbal del hombre capaz de escribir "Toutes les monstruosités violent les gestes atroces d'Hortense". No es verdad que la poesía sea intraducible: a veces en traducción mejora. Pero Rimbaud desde luego es intraducible.

En Illuminations, Rimbaud demuestra su desprecio por todo. No está contento con nada. Las percepciones humanas de lo material son, para la sensibilidad del poeta, ridículas en su limitación y torpeza. En esto recuerda bastante a William Wordsworth, para quien todo el mundo menos Wordsworth era idiota, incluido Coleridge. Las voces de Rimbaud son muchas, hablan varios idiomas que no son lenguas sino espacios, tienden a describir los prodigios en términos de metamorfosis. Como poeta residente del siglo XIX, Rimbaud cree en el genio, el suyo más concretamente. Esto es un problema para nosotros, que sabemos que sólo se puede ser un genio de los lenguajes artificiales, como la música y las matemáticas. Registrador de visiones en códigos encriptados, Blake es, de nuevo, la excepción.

Conocemos los efectos especiales de la poesía. Illuminations los tiene todos, simultáneamente y a todo volumen. Te hace sentir nostalgia de un tiempo en el que era posible decir "ninfas de Horacio peinadas al estilo Primer Imperio" sin perder la compostura. Pero nosotros no somos ellos: somos otros. Somos nuevos. Usamos a Blake y a Poe para contar historias de asesinos en serie. Todo Marcel Duchamp necesita un Pinoncelli, o muere aplastado por su propia masa. Monumental y excesiva, Illuminations es un tributo a la imaginación cuando todavía la creatividad no se había inventado, o se confundía con la originalidad. Más allá de la veneración debida, el poeta sigue vigente. Se trata sólo de distinguir entre omnipotente y plenipotenciario.

Marina

Los carros de plata y de cobre-
Las proas de acero y de plata-
Baten la espuma,-
Levantan las cepas de las zarzas.
Las corrientes del páramo
Y los surcos inmensos del reflujo
Singlan en círculo hasta el este,
Hacia los pilares del bosque,-
Hacia los fustes del embarcadero,
Cuyo ángulo verberan torbellinos de luz.