Jesús Munárriz. Foto: Cosme Churruca.

Jesús Munárriz. Foto: Cosme Churruca.

Poesía

'Haciendo tiempo', de Jesús Munárriz: la ironía y la versatilidad de un poeta infatigable

La poesía del donostiarra, con más de 20 libros a sus espaldas, es de todo menos aburrida, ni falta lo moral ni la ironía, marca de la casa. 

1 junio, 2024 01:22

Álex Susanna pedía tranquilidad a los que escriben mucho. “Los poetas que más nos gustan, ¿por cuántos poemas nos gustan?”. Más de 20 libros lleva publicados Jesús Munárriz (San Sebastián, 1940). En el último lustro ha dado tres nuevos a la imprenta pero sus lectores no se cansan. Porque no es cuestión de cantidad ni de años, sino de que transfieran su sabia necesidad, como hacen estos.

Haciendo tiempo

Jesús Munárriz

Huerga & Fierro, 2023 98 páginas. 12€


La ironía, marca de la casa, está ya presente en el título. Y lo común, a través de una polisémica frase hecha. Con los poetas, “gente rara”, empieza. “Si cuenta el qué, cuenta otro tanto el cómo”. Con su oficio, sabe de qué habla. Su finísimo oído canta. “Sólo lo bien medido y calibrado, / si es cierto y justo y ágil y preciso, / fija y transmite a veces la belleza”.

La muerte (“Visitas”, “Nocturno”, “Chequeo”) sobrevuela, pero sin angustias: “Terminaremos todos como todo termina: / sin más, aniquilados”. “Cada día su afán, / sus defunciones”. Para conjurar a “la pelona”, el humor siempre al quite: “Estoy divinamente, / aun siendo ateo”. Léase “Cacao”.

Ni falta lo moral (“Lo que de verdad cuenta se revela en la acción, / que ordena el pensamiento e impulsa la emoción”) y lo político: la Guerra Civil (“Vuelve el 36”), las fosas comunes, el neoliberalismo. “Respetémosle”, pide para el suicida. “La vida rara vez es justa”.

Los poemas de la sección “Materiales” (“Piedra”, “Aguas”, “Ríos”, etc.) demuestran la versatilidad de Munárriz, su capacidad para cambiar el paso. Su poesía es todo menos aburrida. Así, en “Erratas”, que tanto recuerda al letrista de canciones que fue. “Yo sólo sé escribir de lo que pasa”, afirma, y que ningún crítico nunca le dejó tan contento como cuando un niño en Bogotá le dijo: “Tus poemas son chéveres, poeta”.