¿Hay demasiada literatura del trauma?
Se viene haciendo una cultura de marketing. Defender buenas causas te puede legitimar como ciudadano pero no como escritor.
“No podemos convertir la literatura en una competición de traumas”, sentencia tajante Aloma Rodríguez, entrevistada por Álvaro Devís (culturplaza). “A mí me molesta –explica la autora de Puro Glamour– que cuando se pone de moda un tema, hay una especie de adanismo (...) Como cuando la gente descubre la maternidad: llevamos no sé cuántos miles de años reproduciéndonos, ¿no se te había ocurrido antes nada?” Tampoco le gustan a la escritora aragonesa “los ajustes de cuentas”. “A lo mejor si mi padre fuera un cabrón –matiza–, pensaría de otra manera y literariamente seguro que lo aprovechaba”.
La novelista argentina Ariana Harwicz considera que “se viene haciendo una literatura del marketing”. En una entrevista con Álex Vicente (El País) denuncia que “se ha impuesto la identidad de género y raza como el tema central de nuestro tiempo, cuando esa política identitaria es contraria al arte”. “Yo creo que defender buenas causas te puede legitimar como ciudadano, pero no como escritor”, explica la autora de El ruido de una época, que se queja de la falta de transgresión. “Hoy el escritor ya viene censurado de casa. Ahora el editor ya no tiene que hacer nada, porque ya no existen los libros peligrosos”.
También Pascal Quignard, que acaba de recibir el Premio Formentor, se queja de una nueva censura. “La metamorfosis femenina ha venido acompañada de la liberación –asegura el escritor francés a Antonio Paniagua (Diario Vasco)–, pero también de una censura y puritanismo sorprendentes”.
“No podemos convertir la literatura en una competición de traumas”, Aloma Rodríguez
Sobre la mujer en la literatura habla María José Solano con Karina Sainz Borgo (Zenda). “Yo soy una narradora femenina y reivindico la emoción –explica la autora de Una aventura griega–. La revolución de la mujer viene desde la reivindicación de su diferencia con respecto a los hombres. Es decir, desde las emociones (...) Mis heroínas nunca irían a una manifestación. Nunca. No militan, aman. Que es una manera de militancia individual. Es la militancia de las lectoras”. Y concluye: “hay tanta épica en las mujeres que esperan en la orilla a los héroes que regresan como en el héroe que se marcha a la guerra”.
Javier Castillo ha vendido más de dos millones de libros. “Escribo lo que la prensa cultural llama literatura de entretenimiento, que por lo visto tiene menos valor que otras literaturas más de nicho”, explica a Enrique Bueres (GQ). “He aprendido a gestionar el ninguneo –añade–. Yo tengo el efecto más poderoso que hay: el boca a oreja, lectores que leen mis libros y los recomiendan. Ningún premio literario te puede dar eso”. Y sobre los críticos cree que “sería mejor que recomendasen un libro de Stephen King que uno que tratase sobre a qué huelen las nubes”. Por algo Arturo Pérez-Reverte le dice a Ana Abelenda (La Voz de Galicia) que “tan alta literatura es Diez negritos como La montaña mágica”.
En cambio, Berna González Harbour a la pregunta de Javier Fernández Rubio (elDiario.es) de en qué lector piensa, responde: “En el más exigente (...) Podría seguir haciendo novelas negras, una detrás de otra, siguiendo el canon –aclara la periodista y escritora–, pero intento romper la barrera porque pienso en el lector más exigente, del mismo modo que yo soy una lectora exigente”.
“La metamorfosis femenina también ha traído una censura y un puritanismo sorprendentes”, Pascal Quignard
Cada escritor tiene su ritual. Algunos incluso evitan el confort. A. J. Ussía (Ethic) recuerda a Ray Loriga que Hemingway escribía de pie. “A mí me pasa con el frío –confiesa el autor de Cualquier verano es un final–. Estoy como más tenso, me gusta sentirlo. No me gusta acomodarme para escribir. Por eso a veces me encierro en la cocina o en lugares con mucha corriente. Desde luego, el frío es un compañero bienvenido a la hora de crear. No significa que me ponga el aire acondicionado para tener frío aposta; se trata más bien de no estar cómodo del todo, como si usaras una silla dura”.
P. S. “El comercio y el capitalismo son los dueños de todo, y eso incluye la música, el cine, intentan convertirlo todo en una fábrica de sillas –denuncia Fernando Trueba, entrevistado por Esteban Ramón (RTVE.es)–. Y se les olvida que el arte no es una fábrica de productos en serie. Quieren prototipos, franquicias, Batman 12 (...) No han oído hablar del arte, no saben lo que es. El arte es hacer algo que es único y diferente”.