OLVIDO. Al señalar referentes de su Isla perdida, Fernando Trueba ha mencionado al novelista de serie negra David Goodis. En su anterior película, Dispararon al pianista (2023), la cita del escritor norteamericano era explícita y el evidente homenaje alcanzaba a François Truffaut, quien, en 1960, llevó a la pantalla Disparen sobre el pianista, la novela homónima publicada por Goodis cuatro años antes.
Por cierto, Truffaut es marca de la casa, ya que Jonás Trueba, en la excelente y gozosa Volveréis, le rinde tributo cuando sus dos protagonistas buscan su tumba en el cementerio de Montmartre.
Al margen acaba de editar La luna en el arroyo (1953), una novela que fue rechazada por Gallimard para su colección “Série Noire”. David Goodis (1917-1967) sufrió en su país un inclemente olvido durante dos décadas, hasta que, en los 80, fue rescatado por el novelista Barry Gifford (Perdita Durango), momento que coincidió con su auge en España.
La suerte sonrió a David Goodis cuando Hollywood adaptó, en 1947, su novela 'Senda tenebrosa', interpretada por Humphrey Bogart y Lauren Bacall
PSIQUIÁTRICO. En nuestro país, se han editado alrededor de una docena de novelas de Goodis, que llegó a publicar una veintena y fue profusamente adaptado por el cine estadounidense y francés –por directores como Fuller, Tourneur, Clément, Verneuil…– antes (y después) de morir prematuramente, a los 49 años, de un infarto cerebral tras regresar desde Hollywood a su Filadelfia natal y pasar por un psiquiátrico.
Podemos leer un sombrío y documentado perfil de Goodis en Vidas difíciles (Poliedro), de James Sallis (Drive), que recoge igualmente los retratos de Jim Thompson (1280 almas) y Chester Himes (Un ciego con una pistola), dos novelistas norteamericanos de serie negra afines generacionalmente a Goodis y emparentados con él por su tono moral oscuro, su lenguaje descarnado, su perspectiva social crítica, la conexión en su obra entre sexualidad y violencia y, ciertamente, sus vidas agitadas.
Nacido en Filadelfia, en un hogar desahogado de inmigrantes judíos rusos, y licenciado en periodismo por la universidad de Temple, Goodis se abrió camino escribiendo centenares de relatos en revistas pulp y guiones de aventuras para la radio.
ANTROS. La suerte le sonrió cuando Hollywood adaptó, en 1947, su segunda novela, Senda tenebrosa, con dirección de Delmer Daves e interpretación de Humphrey Bogart y Lauren Bacall. Contratado como guionista con un sueldo opíparo, la experiencia le fue mal y, ya por entonces, llamaba la atención por vestir andrajosamente y no tener más refugio que el sofá de un amigo.
Un matrimonio breve con una mujer que, al parecer, lo maltrataba psicológicamente, le devolvió roto a la casa paterna de Filadelfia, donde, mientras cuidaba de un hermano esquizofrénico, se abismó en los antros nocturnos de mala nota –como el Dugan's Den de La luna en el arroyo–, aunque consiguió escribir un montón de novelas cada vez más desgarradas.
La luna en el arroyo tiene como hilo conductor el afán de venganza. William Kerrigan, un estibador que mantiene a su disfuncional familia en un barrio marginal de Filadelfia, busca al responsable del suicidio de su virginal hermana Catherine, quien se cortó el cuello en un callejón repleto de ratas tras ser violada. Aún queda en el suelo, tantas veces iluminado por la luna, la mancha de su sangre seca.
Kerrigan mantiene una relación con Belle, la volcánica hija de su madrastra, pero en su camino se cruza la equívoca Loretta Channing, una rubia rica a bordo de un descapotable, que desciende a los submundos de los barrios bajos para tutelar a su hermano borracho y putero. ¿Será Loretta el pasaporte que permita a Kerrigan abandonar el infierno en contra del fatal destino reservado a los de su clase?
Victoria Abril interpretó, junto a Gérard Depardieu y Nastassja Kinski, a Belle –y fue nominada a un César– en La luna bajo el asfalto (1983), del prometedor Jean-Jacques Beineix (Diva), esteticista y pretenciosa versión de la novela de David Goodis, que fue un fracaso morrocotudo.