Primera palabra

Debemos querernos todos como hermanos

31 octubre, 1999 02:00

Conozco a pocos escritores que no piensen que la crítica es injusta con sus libros o que no estén convencidos de que sus éxitos literarios han sido posibles "a pesar" de algunos críticos o con la activa oposición de éstos

Somos muchos los que leemos siempre con enorme interés y curiosidad los artículos de Javier Marías, ya que cada uno de ellos suele darnos, arropadas en una sintaxis imprevisible y disparatada, y por tanto muy divertida, ideas que le sacuden y le espabilan a uno como aquellas abeceínas a las que en su día se refirió Ferlosio, insustituibles según él para ponerse intelectualmente en movimiento.

Si no me he enterado mal, en el último que leí suyo, titulado "La muy crítica crítica" ("El País", 2 de octubre de 1999): a/ los escritores no deberían escribir jamás crítica literaria ni replicarles a los críticos literarios y menos aún mencionarlos, ni para bien ni para mal; y b/ éstos tampoco deberían escribir libros de creación si van a seguir en su oficio de críticos, ni tratar a escritores ni editores, ni dejarse influir por ellos.
Resulta evidente que nadie le va a hacer el menor caso, los escritores seguirán escribiendo de sus colegas y los críticos harán también lo que les venga en gana, aunque es una lástima, porque algunas de estas ordenanzas pondrían las cosas en su sitio. Por ejemplo, Marías tiene un libro sobre escritores, aunque me aclaran que se trata de un libro sobre escritores del pasado y extranjeros. En tales ordenanzas es verdad que no dice nada de escritores extranjeros o muertos, pero yo creo que lo que Marías está sugiriendo es que si queremos escribir de alguien, es mejor asesinarlo antes o, si no nos corre ninguna prisa, esperar a que se muera, y en su defecto, en el caso de que no queramos llegar tan lejos, sugerirle que cambie de nacionalidad (la inglesa estaría mejor vista que ninguna otra) y de ese modo quedaríamos aquí muchísimas menos criaturas y andaríamos más holgadas en el reparto de lectores, adelantos y premios, que es a donde se quería llegar.
Conozco a pocos escritores que no piensen que la crítica es injusta con sus libros o que no estén convencidos de que sus éxitos literarios han sido posibles "a pesar" de algunos críticos o con la activa oposición de éstos; o que no les culpen de sus fracasos; o que no crean que la situación de la crítica en su país es penosa. Esto ocurre aquí y en todas partes desde hace doscientos años, pero no, hay quien piensa que los niños vienen de París y que unas ideas como esas, tan geniales, son de una gran originalidad.
La mejor y más duradera crítica literaria que se ha escrito en éste y en todos los países ha sido escrita por escritores. Esto es cosa de la que están informados incluso los críticos literarios. En España si alguien quiere saber algo de poesía y de los poetas del primer tercio de siglo tiene que leer las reseñas de Juan Ramón, de Machado, de Cansinos, de Díez-Canedo, de Cernuda; si quieren hacer lo mismo con los novelistas y la novela, habrán de buscar los artículos y críticas de Azorín, de Baroja, de Salaverría, de Ortega, de Pérez de Ayala... Con lo de hoy, ocurre lo mismo.
En muchos casos las escribieron porque eran amigos, pero en muchos otros se hicieron amigos de aquellos escritores sobre los que escribieron, porque éstos escribían de la forma en que lo hacían. Y desde luego, si alguien puede saber de una obra y tiene derecho a hablar de ella antes que nadie, ése es su autor.

No soy crítico y no sé las razones por las que muchas veces éstos ejercen un oficio tan ingrato por el que apenas obtienen, como decía Baroja, unas pesetillas y unas palmadas en la espalda de sus amigos, cuando no insultos y dentelladas rabiosas y un poco cómicas. Con el tiempo he llegado a creer que los críticos pueden hacer mucho bien a un escritor valioso, ayudándole a forjar su obra, a veces involuntariamente, con su oposición y su encono injustificados, y lo mismo echar a perder a otros muchos con sus críticas generosas. De modo que, como decía un castizo, lo comido por lo servido.
"Si un crítico ha tenido un encontronazo con un escritor se deberá abstener en el futuro de reseñar sus libros para no parezca que obra por venganza o porque quiere hacerse perdonar o congraciarse", dice Marías también, y acogiéndose a una de las excepciones oportunamente adosadas por él a la ordenanza número no sé cuantos, anavaja a "un tal Senabre" y a otro en un ajuste de cuentas de mano maestra, y un poco más adelante asegura que "el crítico no debe rebajarse a señalar en detalle supuestas incorrecciones o faltas del autor...", sobre todo si son de Javier Marías. Creo que son contribuciones interesantes que habría que tener en cuenta. Yo también pienso que las incorrecciones literarias está mejor que se las señale a uno la asistenta, por la mañana, cuando empieza su trabajo doméstico, en la intimidad, sin darle una desagradable publicidad a los anacolutos y las faltas sintácticas o léxicas. En cuanto al otro asunto, yo mismamente voy a escribir un artículo poniendo en una lista, como el marshall de Robin Hood, a todos aquellos críticos que le han sido hostiles a uno, para que de ese modo no se les vuelva a pasar por la cabeza reseñar un solo libro mío, a menos que quieran hacer ante la sociedad un papel ruin y deplorable.
Asimismo estoy de acuerdo con Marías cuando asegura que "los críticos han de ser sinceros." Soy de esa misma opinión, desde luego, y he procurado serlo en esta página: y no sólo es importante que los críticos sean sinceros, sino que todos seamos buenas personas, y que haya paz y trabajo en el mundo para todos, y que nos queramos todos mucho, como hermanos, pues de lo contrario acabaremos muy, pero que muy malamente y mucho más tontos de lo que ya somos.