Stephen Hawking y Dios
No sé por qué se ha armado tanto revuelo. Ciertamente, Stephen Hawking en su nuevo libro The grand design desarrolla su idea de que Dios no creó nuestro Universo. Es lo que ha afirmado siempre, si bien con diversos matices. He mantenido dos conversaciones en Oviedo con el astrofísico británico. En la segunda de ellas, con motivo del XXV aniversario de los Premios Príncipe de Asturias, me aseguró que él no había formulado la teoría del big bang, que sentía profunda admiración por la obra de Einstein, que no compartía con el genio su idea del Universo infinito, que nuestro Universo está en expansión y que no se puede descartar la existencia de otros Universos, tantos como granos de arena en la playa de Ipanema. A preguntas muy concretas mías, afirmó que la ciencia física descarta la intervención de Dios en la creación de nuestro Universo que puede derivar en su big bang de otros Universos.
No me negó la existencia de Dios. Stephen Hawking no es ateo sino agnóstico. No se puede probar científicamente la existencia de Dios, no se puede probar científicamente la inexistencia de Dios, pues lo razonable para él como científico es prescindir de este asunto. “Si a esa causa primera que no conocemos le quiere usted llamar Dios, me parece bien, no voy a entrar en una cuestión que carece de interés para mí”, me dijo.
En su Historia del tiempo, uno de los diez libros clave del siglo XX, Stephen Hawking mantenía esta posición, que es la que ahora reafirma en The grand design. Se me escapa el motivo del revuelo que se ha organizado, salvo que los anticatólicos británicos, que son muchos, hayan aprovechado a Hawking para clavar sus rejones en el solideo del Papa, de visita en el Reino Unido.
Vale la pena reflexionar, ahora que la polémica se ha encendido en torno a Stephen Hawking y Dios, sobre este párrafo escrito por el erizante científico británico en su Historia del tiempo: “Según la teoría general de la relatividad, ha habido en el pasado un estado de densidad infinita, el big bang, que habría constituido un inicio efectivo del tiempo. De igual modo, si el conjunto del Universo se volviera a colapsar, debería haber otro estado de densidad infinita en el futuro, el big crunch, que sería un final del tiempo. Incluso si el conjunto del Universo no se volviera a colapsar, habría singularidades en las regiones localizadas cuyo colapso ha formado agujeros negros y que supondría el final del tiempo para cualquiera que cayera en ellos. En el big bang y otras singularidades, todas las leyes habrían dejado de ser válidas, y Dios todavía habría tenido libertad completa para escoger lo que ocurrió y cómo empezó el Universo. Al combinar la mecánica cuántica con la relatividad general, parece surgir una nueva posibilidad que no cabía anteriormente: que el espacio y el tiempo puedan formar conjuntamente un espacio cuadridimensional finito sin singularidades ni fronteras, como la superficie de la tierra pero con más dimensiones. Parece que esta idea podría explicar muchas de las características observadas del universo, como su uniformidad a gran escala y también las separaciones de la homogeneidad a menor escala, como galaxias, estrellas e incluso los seres humanos. Pero si el universo estuviera completamente autocontenido, sin singularidades ni fronteras, y fuera completamente descrito por una teoría unificada, ello tendría profundas implicaciones para el papel de Dios como Creador. Einstein se preguntó en cierta ocasión: “¿Qué posibilidades de elección tuvo Dios al construir el universo?”. Si la propuesta de ausencia de fronteras es correcta, Dios no tuvo libertad alguna para escoger las condiciones iniciales, aunque habría tenido, claro está, la libertad de escoger las leyes que rigen el Universo. Esto, sin embargo, podría no haber constituido en realidad una verdadera elección: bien podría ser que hubiera una sola o un número pequeño de teorías unificadas completas, como la teoría de cuerdas, que sean autocoherentes y permitan la existencia de estructuras tan complejas como los seres humanos, que pueden investigar las leyes del Universo y preguntarse por la naturaleza de Dios.” Que el lector extraiga sus propias conclusiones, en fin, sin las inevitables simplificaciones periodísticas.