La verdad histórica se va abriendo paso. Aparte Don Juan III y Don Juan Carlos I, el artífice de la Transición fue Torcuato Fernández-Miranda. El joven Adolfo Suárez desempeñó un papel de relieve. Fue un peón eficacísimo en una magna operación política trazada por un profesor universitario que el dictador Franco desdeñó para entregar el poder a Carlos Arias Navarro.

La Monarquía del Movimiento Nacional era un híbrido, parecida a la de Marruecos. Torcuato Fernández-Miranda articulaba a duras penas su defensa. La entrevista que mantuvo con Don Juan en la frontera portuguesa, entrevista secreta, secretísima, porque Franco estaba vivo todavía, le convenció de que la Monarquía restaurada tenía que ser como el resto de las Monarquías europeas: un sistema parlamentario que devolviera al pueblo español la soberanía nacional secuestrada en 1939 por el Ejército vencedor de la guerra incivil.

“Don Juan me ha convencido. Hay que construir una Monarquía europea, pero no como la danesa, que es la que le gusta a Don Juan, sino como la belga, que es una Monarquía católica”, afirmó el gran político tras la entrevista.

Juan Fernández-Miranda, excelente periodista, profesional poliédrico, ha publicado un libro que palpita de interés: Objetivo, democracia (Espasa). El sobrino nieto del gran Torcuato Fernández-Miranda repasa minuciosamente, con algún error circunstancial de carácter menor, el entero periodo de la Transición, la escalada del Himalaya que supuso trasvasar una dictadura de cuatro décadas a la democracia pluralista plena, en un sistema parlamentario que garantizara la neutralidad en la Jefatura del Estado.

Lo que se estableció en la Constitución de 1978 es lo que Don Juan había defendido durante treinta y seis años desde el exilio como Rey de derecho de España, hijo de Alfonso XIII, padre de Juan Carlos I, nunca Rey de hecho.

Este libro destaca por el rigor histórico y por la objetividad y se suma a las obras imprescindibles para entender lo que fue la Transición española

En 340 páginas, donde no sobra una coma, Juan Fernández-Miranda ha escudriñado la aventura de la Transición que derrotó a la tradición cainita de España. Nuestra nación padeció tres guerras civiles en el siglo XIX y una más, atroz, en el siglo XX. Se trataba de superar la España a garrotazos del cuadro de Goya y eso es lo que consiguió Juan Carlos I gracias a la lucidez intelectual y a la sagacidad política de Torcuato Fernández-Miranda.

Los grandes personajes de aquella época, salvo no sé por qué José María Pemán, desfilan por las páginas de Objetivo, democracia, libro que destaca por el rigor histórico y por la objetividad y que se suma a las obras imprescindibles para entender cabalmente lo que fue la Transición española. Son numerosos los capítulos en los que Juan Fernández-Miranda cicatriza la verdad histórica.

Los límites de esta sección Primera palabra me impiden hacer el recorrido del sólido trabajo histórico de investigación realizado por Fernández-Miranda, pero sí subrayaré el capítulo que dedica a la renuncia de Don Juan, análisis profundo y certero de lo que significó aquel acto en el Palacio de la Zarzuela en el que se restableció la legitimidad dinástica vulnerada por un hachazo histórico del dictador Franco.

Padre e hijo pronunciaron discursos aleccionadores para los jóvenes de hoy. Adolfo Suárez, anclado en el complejo de Estocolmo de sus años falangistas, no entendió nunca lo que significaba para Don Juan Carlos la legitimidad dinástica. Negó, incluso, el Palacio Real para que se celebrara el acto que el Rey estableció en su residencia oficial, el Palacio de la Zarzuela.

Un libro, en fin, imprescindible. Ensayo histórico, crónica periodística, obra en la que se distinguen la maestría literaria y la sagacidad política de Juan Fernández-Miranda.