Empecé a leer a Maugham en mi primera adolescencia y me enganchó. Murió al año siguiente y en España sus libros estaban por todas partes, incluidos quioscos de prensa. William Somerset Maugham nació en París el 25 de enero de 1874, porque su padre trabajaba en la embajada británica. Y murió en Niza en diciembre de 1965, 91 años. Rico, famosísimo, prolífico y discreto, desde 1928 era dueño de “Villa Mauresque” en Cap Ferrat, en esa misma Riviera donde vivió muchos años, con múltiples y lejanos viajes, aún bajo la tutela (favorecedora) del Imperio Británico.

Licenciado en medicina, apenas ejerció, pues el año de su licenciatura (1897) publicó su primera novela, Liza de Lambeth: naturalista, de bajos fondos en ese barrio de Londres. Escribió mucho teatro de salón o de costumbres entre 1903 y 1933. Pero es la parte de su obra menos conocida.

Maugham resulta ante todo un escritor eficaz, sencillo, potente, de enorme éxito mundial (lo llenó de envidias) en novelas, relatos y libros de viaje que a menudo se mezclan. Para muchos –para mí– era el gran pintor del lejano Oriente y la Polinesia. El libro de cuentos En los Mares del Sur, con alusiva y colorista portada, me encantó. Su primera gran novela –no exotista– fue Servidumbre humana, de 1915, llevada varias veces al cine.

Maugham resulta ante todo un escritor eficaz, sencillo, potente, de enorme éxito mundial en novelas, relatos y libros de viaje

Parte grande de la obra de Maugham coincide con los grandes nombres de la modernidad de su lengua, de Virginia Woolf a Joyce o Faulkner, digamos. Él estaba en la prosa buena, rápida, clásica, con una calidad que atrapa, pero poco tiene que ver con Bloomsbury. Lo que lo vuelve un escritor diferente pero no “anticuado” (como se pretendió), pues en su mismo radio están, por ejemplo, Graham Greene o Ian Fleming, que siguió un camino iniciado por Maugham. Su Ashenden, agente secreto, libro de cuentos de 1928, es claro antecedente de James Bond. Maugham fue agente secreto británico en 1917 y en Rusia, al inicio de la Revolución bolchevique.

Se casó y se divorció poco después –1927– con una decoradora, Sylvie Wellcome, de la que tuvo una hija, Liza. Pero antes y después de eso, Somerset fue homosexual sin problemas personales, pero una discreción extrema. Su gran amor era un joven norteamericano, Gerald Haxton, que lo acompañó a menudo. Haxton murió en 1944, en la Guerra Mundial, que Maugham pasó en EE. UU. Fue sustituido –secretario y placer– por Alan Searle, a quien a la postre hizo su hijo adoptivo y heredero. Se le atribuían muchas aventuras con muchachos exóticos y ocasionales romances con Auden joven o Lytton Strachey, por ejemplo.

En los años 30, se consideraba que Maugham era un autor millonario por su literatura y el escritor más leído y traducido del mundo. Tiene raras novelas curiosas como El mago (1908), sobre Aleister Crowley, cuando este estaba en su apogeo. O La luna y seis peniques (1916, en español Soberbia) sobre Gauguin en los Mares del Sur. Pero es el autor de cuentos célebres como Lluvia o La caída de Edward Barnard –más Polinesia– y novelas como El velo pintado (1926) o El filo de la navaja (1944), más de tres veces película. Un bello libro de viajes por Birmania es El caballero en el salón (1930), sin olvidar ensayos o fragmentos de su diario –más literario que personal– en Cuaderno de un escritor, 1949. El último libro de digresiones de nuestro autor es de 1962, Sólo por placer.

Para muchos, al fin, un escritor ameno y fácil, ha sido muy revalorizado. Anthony Burgess se inspira en él para sus Poderes terrenales. Tiene no pocos libros sobre España: Andalucía y Zurbarán. Más que un escritor menor.

Luis Antonio de Villena es poeta, narrador y crítico literario. Último libro: Brines. La vida secreta de los versos (Renacimiento, 2023).