De Talavera a Madrid pasando por Badajoz
La posibilidad de Talavera de tener una línea de ferrocarril de alta velocidad a la altura de las existentes en toda la otra España, que no es la occidental, se esfumó el día que el gobierno portugués decidió que no tenía ningún interés en unir Lisboa a Madrid. Si los portugueses hubieran hecho lo contrario, hubieran ido contra una tradición que dura cuatro siglos y que tiene a Felipe IV como el penúltimo promotor del AVE directo entre las dos capitales.
Primó en la decisión portuguesa el mismo temor a la invasión del vecino que hizo en España adoptar un ancho de vía distinto al de Francia en los comienzos de los caminos de hierro. Aquí no se olvidaba ni la invasión de la Grand Armée de Napoleón ni la expedición de los Cien mil hijos de San Luis del Duque de Agulema.
Portugal es europeo vía Islas Británicas y ese es un camino que toda la vida ha sido más fácil hacerlo por mar y sin tocar un pedazo de tierra del irascible y voraz vecino peninsular. El brexit ahora puede empezar a cambiar las cosas y quizá algún día esa espalda jorobada del coloso de Francisco de Goya que se extiende desde el Miño al Guadiana se diluya entre euros. Por lo pronto, los treinta y dos años que van desde que los dos países ibéricos se integraron en aquella Comunidad Económica Europea sólo han servido para que, como desde siempre, los vecinos se sigan mirando por encima del hombro.
Sin la voluntad de integración de Portugal ya se pueden inventar los políticos, los planificadores y los arbitristas adheridos corredores estratégicos y plataformas de intercambio, que todo seguirá igual. A uno y otro lado de la frontera no se moverán ni aquellos paquetones de café con los que trapicheaban los empleados de la Renfe en los años cincuenta, que se anunciaban como “uma delicia sem rival”. Y entre Madrid y Lisboa ya se sabe que lo que queda es una Extremadura que, como Talavera, tiene su máximo objetivo estratégico en la utopía del tren bala japonés, con Badajoz como nuevo Alcorcón integrado en la Megalópolis Occidental Ibérica.
Y en esas estamos. Portugal recelando del tamaño del gigante vecino, indiferente al AVE de Madrid que todo lo cura, Extremadura queriendo ser de Madrid y Talavera en el medio recibiendo los beneficios “innegables” que caerán de unos y otros. Como ocurre con el inmigrante que ve la tierra prometida en Europa, Extremadura y Talavera ven la promesa en un tren que se dirige a Madrid. Todo solucionado.