El deán don Juan Miguel Ferrer pasará a la historia de la catedral de Toledo como el deán del video. Quiere uno pensar que al buen hombre le vendieron la moto de un video que haría mucho por “favorecer el diálogo con la cultura contemporánea”, y, los quince mil euros, por usar la Diva toledana como plató de la nueva evangelización, hicieron el resto. Y lo bueno del caso es que el candoroso deán se lo creyó. Fue lo primero que hizo para justificar el roto: creerse aquello de, “Yo era ateo, pero ahora creo porque un milagro como tu ha tenido que bajar del cielo”, que dice la letra de la canción de C. Tangana y Nathy Peluso, que con tanto éxito ha ayudado a lanzar en las redes sociales. Seis millones de fieles potenciales, perreando a ritmo bachata y regatón y alguno caerá para la causa. Cuestión de estadística y de nueva evangelización. La cuentas del deán.
El hombre se ha quedado sólo con aquello de “presentar la historia de una conversión mediante el amor humano”, acercar a la Iglesia al “lenguaje propio de la cultura de nuestro tiempo y al bien que pueda producir en los alejados”… A Don Juan Sánchez Sánchez, el anterior deán, le tenían que haber venido con esa mandanga, esa tangana, o ese cuento de evangelizar con coreografía sexy perrera de película brasileña de los setenta.
Pero a cualquiera se la pueden colar con lo de la conversión y la parábola del hijo pródigo por delante, y ahí está el caso de don Marcelo González Martín -¡Casi nadie al aparato!- que se murió el hombre tan satisfecho pensando que había conseguido ganar, nada menos que a Pepe Bono para la causa celestial. Lo jodido es que después el deán Ferrer se descolgó, sin encomendarse a Dios ni al diablo, con una batería de argumentos que ni el que asó la manteca. A don Francisco Cerro no le quedó otra que desautorizar de la alfa a la omega la ocurrencia teológica-periodística del jefe del Cabildo. La cosa no tiene ni un solo pase se mire por donde se mire.
En la catedral mandaba y manda el deán en todas las cosas que afectan a su gobierno y administración interior, pero los tiempos en que un deán ejercía como señor de castillo se esfumaron con Trento. También aquellos en los que los canónigos, dentro de la catedral se las tenían tiesas con su señor natural, el arzobispo.
El deán Ferrer se ha quedado más solo que la una y se espera, con la expectación de un clásico, la jornada de conversión, reparación de los pecados, desagravio y purificación del templo, convocada por don Francisco Cerro en la Catedral Primada:¿Se pondrá enfermo el deán y excusará su asistencia? ¿Asistirá y hará penitencia pública? Atentos a las pantallas y a los primeros planos. De momento, el deán ha dimitido. Estaba cantado.