Hace mucho tiempo que uno se hizo el firme propósito de no participar en las polémicas internas de un club privado al que no pertenece, como es la Iglesia Católica. Allá los socios del club con lo que decidan creer o predicar o a quién decidan rezar. Si escribo están líneas, metiéndome donde no me llaman, es porque unos socios de número de la iglesia, con doble militancia como cofrades de una Hermandad, se han dirigido a los medios de comunicación, abiertos para no socios, para explicar lo feo que está que un general retirado del Ejército Español done su fajín de general a la Virgen de la Alegría toledana.

Los cofrades discrepantes, de los cuales por cierto no sabemos sus nombres, (lo que le suena a uno a ese recurso clásico de las socorridas “fuentes  fidedignas” del periodismo antañón y viejuno) apelaron a los valores cristianos, constitucionales y morales para afear el hecho de que un militar retirado, de nombre Blas y apellido Piñar, ofrezca su exvoto a una virgen con acompañamiento de amigos y una mayoría de cofrades que  habían promovido el acto.

Y me temo que, a continuación, no fueron los supuestos cofrades discrepantes los que se fueron a preguntar a don Francisco Cerro, arzobispo responsable de la feligresía toledana, sino, ahora con toda razón, los medios alertados por el “escándalo” perpetrado, contra la buena conciencia de la inmensa mayoría de la grey cristiana.

En fin, don Francisco Cerro, después de tener información de primera mano del responsable de la sucursal parroquial, ha tenido que aclarar a los supuestos escandalizados socios discrepantes que el acto era estrictamente religioso y que en ningún momento apareció la política o la utilización partidista en una ceremonia de ofrecimiento de exvotos, que se repite continua y habitualmente en cualquier sede de la Iglesia Católica.

Don Francisco Cerro ha dado explicaciones a los asociados pero ha tenido mucho cuidado en nombrar la raíz del problema que no es otro que el nombre y apellido del oferente: Blas Piñar; un nombre este que si se pregunta a cualquier menor de cuarenta y cinco años es difícil que le diga algo, pero que para la caritativa y cristiana memoria de los caritativos cofrades resulta imperdonable. Llamarse Blas Piñar en el 2023 en España no cabe en un indulto, ni en una amnistía, ni tiene perdón de Dios. Espíritu cristiano, ya digo.