Si no ocurre un milagro en forma de aumento de la demanda de matrícula en la Escuela de Artes de Talavera, el curso próximo desaparecerán dos de los tres ciclos formativos de Formación Profesional que actualmente existen en ella. Los políticos municipales, como es habitual, se han enzarzado en una refriega exigiendo su mantenimiento o justificando la supresión según el lado en el que le toca a cada uno mantener el argumentario.

El problema es tan simple como el párrafo que encabeza este artículo por muchas vueltas que se le quiera dar. En ninguno de los dos grados formativos de grado medio existentes, Alfarería y Decoración Artística, existe el número mínimo de alumnos para mantenerlos, que tampoco es una cifra exagerada en comparación con las ratio en las que se mueven los diversos niveles en la enseñanza pública: ocho alumnos por ciclo. El dato es elocuente porque nos dice que en Talavera y su comarca de influencia no hay dieciséis alumnos atraídos por la perspectiva profesional de una formación en un oficio artístico tradicional que se ha mantenido durante siglos. No hay vuelta de hoja.

La cerámica y la alfarería no interesan lo suficiente entre el alumnado que finaliza la ESO para cubrir unas cifras que a uno no le parecen ni mucho menos exageradas porque por mucho que nos empeñemos en mantener todos los servicios públicos en todas partes, llega un momento en que la realidad se impone. Las enseñanzas y la profesión sobre la que se fundó la Escuela de Cerámica de Talavera ha dejado desde hace años de atraer a los jóvenes hasta el punto de que el curso que viene sólo se mantendrá un ciclo formativo de grado superior perteneciente a la familia de la Cerámica Artística y eso a pesar de no alcanzar, tampoco aquí, la ratio de ocho alumnos exigida.

El curso de ciclo superior se mantendrá con respiración asistida de la misma manera que se mantendrá la posibilidad de recuperar en cursos posteriores los ciclos medios. No hay nada de donde rascar en niguna dirección. La  sociedad talaverana no siente la necesidad de seguir aprendiendo un oficio que se ha mantenido durante siglos y prefiere otras salidas profesionales. Así de simple.

Claro, que lo que refleja esa pérdida es ante todo un síntoma de decadencia en un sector que desde siempre se ha mantenido ante todo por el impulso de las vocaciones artísticas de las gentes del oficio y que vivió un verdadero renacimiento con la llegada en los años ochenta del  siglo de una Escuela de Cerámica que fue la madre de varias generaciones de grandes ceramistas que afortunadamente siguen dando lo mejor con su labor. Seguro que a todos ellos la noticia, el síntoma de decadencia, les ha dolido tanto como a uno al leerla esta mañana. No hay vueltas para la política. Es dura la realidad.