Le propongo al lector que, para mejorar este texto, haga un ejercicio de imaginación. Imagine que un día cualquiera, de una semana cualquiera, de un mes cualquiera, de un año cualquiera, una obra de arte desaparece del lugar donde se creía que estaba. Así, simplemente.
En cualquier país, que no sea España, se produciría una conmoción nacional. Primero, afectaría a los directivos del museo responsable. ¿Cómo hemos perdido una escultura?, se preguntarían. Después, llegaría al personal técnico y al auxiliar. La interrogante sería la misma. Más tarde alcanzaría a los políticos. Será un escándalo, dirían. Que se tape como sea, sugeriría alguno. Qué se haga lo preciso para que aparezca, sostendría otro. Lo importante es que la gente no se entere, porque como responsables y como país nos pondrán en la picota. Sin embargo, a pesar de tanto secreto, un periodista se entera. Seguramente sea la noticia de su vida. Qué un museo de Arte Contemporáneo, de una nación europea, pierda una escultura, no es un suceso que se produzca todos los días. Cuando el periodista se lo cuenta al director, este pone los ojos a cuadros. ¿Qué hacer? ¿Se publica la noticia? Será un bombazo. ¿Espera un tiempo para completar las informaciones? Por cierto, ¿y si hubiera sido un robo? El director se lo piensa. Tiene margen.
Ahora al lector le pido que deje de imaginar. Porque estamos ante un hecho real. Y lo ha contado el escritor Juan Tallón. El libro, por si les interesa, se titula “Obra Maestra”, editado en la editorial Anagrama. El escritor se sirve de un gran número de personajes de la vida real para contar la desaparición de una escultura de Richard Serra, perteneciente al museo Reina Sofía y depositado en una empresa situada en Arganda del Rey. La escultura pesaba treinta y ocho toneladas. Era de acero y se descubrió su desaparición en el año 2006 ¿Cómo pudo suceder algo semejante? ¿Se extravió, se perdió, la robaron? ¿La convirtieron en chatarra, como antes los cañones del enemigo derrotado se fundían para hacer campanas o al revés? ¿Pidieron permiso los hipotéticos ladrones para llevar un camión y una grúa que moviera aquellas planchas, que Serra había manejado para crear un espacio singular? ¿Fue una conspiración contra el arte contemporáneo por haber suplantado el arte figurativo? Como un escultor dice en el libro, la obra maestra no es la pieza de Serra, sino su desaparición.
Entre divertido y sorprendente, el libro de Juan Tallón avanza hacia su final, pero no se puede evitar pensar qué puede suceder en un local como el denominado museo de Santa Cruz, de Toledo, que tal vez tiene más obras almacenadas que expuestas. O en el ya inexistente Museo de Arte Contemporáneo de Toledo. ¿No se podrá extraviar una pieza pequeña arqueológica, una obra de cerámica del siglo XIII, un lienzo sin bastidor del Renacimiento, una talla de madera del XVI, un crucifijo de marfil del XVIII o una escultura de Alberto Sánchez? ¿No han desaparecido de la colección de la extinta CCM obras de Saura, de José María Yturralde, de Rafael Canogar o de Zóbel?
El denominado museo provincial de Toledo, desde la creación de esta institución en España, ha tenido una trayectoria ajetreada. Demasiados traslados para obras delicadas hasta que llegó a Santa Cruz. Aunque una vez allí, se comprobó que no se podían exponer todas las obras de las que dispone. Permanecen en los almacenes, se supone, que debidamente inventariadas y protegidas para evitar su deterioro o el extravío mecánico que pudiera producirse. Juan Tallón nos ha recordado que una escultura de 38 toneladas puede desaparecer sin dejar rastro.