Pasó el tiempo de los partidos-burbujas. Movimientos surgidos por un lado del aburrimiento de la política cotidiana, por otro de la necesidad de cambiar ideas obsoletas y anticuadas y por otro por el traslado al espectáculo de la política que invade a las sociedades modernas occidentales. Como el descorche de una botella de champán nacieron en España, dos de esos movimientos nuevos. Ciudadanos, que se situaba en el espectro amplio de centro-derecha, y Podemos que pretendía ocupar el espacio de los antiguos partidos comunistas y el ala más izquierdista de la socialdemocracia. Sus burbujas se expandieron con la velocidad de los espectáculos mediáticos y con la nostalgia imprecisa de unos partidos políticos –que nunca han existido ni tal vez existirán– de pureza prístina e inocente. Había mucha gente que deseaba una revolución de las formas y las maneras, pero sin violencia, un empezar de nuevo brillante y dorado como en un renacer permanente. El sol de la democracia encontraba nuevos anclajes para seguir funcionando. De aquellas ilusiones, algo ingenuas, queda poco o nada. Se apagó el brillo de la pirotecnia populista. Ciudadanos se consumirá presumiblemente en las elecciones siguientes. Y Podemos ha iniciado idéntico proceso de disolución desde el momento que en su seno ha nacido un nuevo movimiento con la misma condición de burbuja, pero ahora de moda. Sumar, se diga lo que se diga, es otro movimiento personalista, que surge de las tensiones y fracciones de una parte de la izquierda ante las exigencias de unas políticas realistas. Algunos de los creadores de Podemos se han situado ya en el difuso ámbito de la política que anuncia su promotora, Sra. Yolanda Díaz.
Al día siguiente de la particular refundación del nuevo movimiento, la promotora Sra. Díaz, anunciaba qué era el movimiento: “Sumar –decía– es un revulsivo político, no sería un fracaso sin Podemos”. A continuación, en el mismo diario, el titular de portada reproducía una declaraciones de Pablo Iglesias: “Podemos sostiene que la desunión con Sumar sería una tragedia”. Planteamiento inicial y respuesta siguiente que dejan ver algo que ha venido sucediendo desde hace años y que se ha incrementado en los últimos meses: decidir quién manda y quién controla el poder en el lugar que venía ocupando Podemos. Cual sea el resultado de esta confrontación es difícil de avanzar, aunque todo apunta a que aquel movimiento populista de izquierdas que tuvo un éxito sin precedentes hace diez años está llegando a su final. El barco parece zozobrar y ya solo queda saber quienes se salvan del naufragio y en qué condiciones. El mismo Pablo Iglesias reflexiona en voz alta y cree que algunos de sus ex compañeros, con Díaz a la cabeza, piensan que “Podemos fue hegemónico en un tiempo en la izquierda, pero ahora ese tiempo se ha terminado y es el momento de otras tesis tácticas, con otros objetivos programáticos y con otro estilo...”. ¿Cómo mejorar la sincera brutalidad de la reflexión de Pablo Iglesias? Solo cabría, para entender el proceso que ha estado presente y que se agudizará en los próximos días, agregar otra declaración que Iglesias atribuye e Sumar, pero que descubre las inquietantes dudas de Podemos: “Sumar debería pensar menos en quién va a ir en las listas electorales y más en que nos debería ir bien a la izquierda en las autonómicas y municipales.” Fin de la cita y fin del texto. El propio Iglesias nos ha proporcionado las claves para comprender y explicar lo que ha pasado, está pasando y pasará en uno de los socios de la coalición de Gobierno.