Leo al día varios periódicos digitales o en papel, escucho distintas emisoras de radio, veo los noticieros de las televisiones y de todos se puede deducir que los "marcos" de los debates los controla la derecha. Dispone de la iniciativa trasmisora, mientras la izquierda calla o mantiene posiciones meramente reactivas. Hablar como la derecha supone pensar como la derecha. Y ese pensamiento y lenguaje es el que se escucha diariamente en los medios de comunicación y en diferentes instituciones públicas. En un universo de comunicaciones rápidas y mentiras que se ofrecen como verdades efímeras, la izquierda carece de infraestructuras de opinión para condicionar el debate público.
En el año 2004 George Lakoff publicó un libro titulado 'No pienses en un elefante'. Con la edición, se puso de moda en España hablar de los "marcos" en los que se situaban los debates sociales de entonces. Pronto la teoría de Lakoff convertida en moda elitista se olvidó. No sirvió para nada del libro ni sus enseñanzas. La derecha continúa estableciendo los debates sobre los que los españoles hablan y opinan, mientras que la izquierda o está desaparecida o sus propuestas quedan sepultadas entre las distracciones que monta la derecha. No existe actuación o medida positiva que la derecha no tape entre un montón de chatarra demagógica. Ya sea el aumento de pensiones, el incremento del salario mínimo, la defensa de la convivencia territorial o el exilio de un opositor de Venezuela. Qué aún no sepamos que opina la derecha sobre Cataluña, cuando es uno de los temas que coloca en la opinión pública, no deja de mostrar el deterioro de la democracia española. Que el acceso al poder se base, única y exclusivamente, en la deshumanización del rival y no en proyectos alternativos, da la medida de la bajeza de la política hispana.
En el libro de Lakoff se cuenta que los conservadores norteamericanos gastaron millones de dólares desde los años setenta en financiar estudios e investigaciones dedicados a conocer las formas más eficaces de comunicar sus ideas y destruir las del adversario. Desde entonces, en función de estudios continuados, se elaboran los mensajes mediáticos y los principios de discusión de las agendas políticas. Los discursos y pensamientos reaccionarios llegan a todo tipo de publicaciones y tertulias. De tal manera se amplían que colonizan a las personas más sensatas de derecha y, lo peor, enturbian los discursos de gentes de izquierdas.
"Los marcos son estructuras mentales que conforman nuestro modo de ver el mundo", escribe Lakoff. En función de ello hacemos planes, se toman decisiones, se eligen gentes para los municipios, los territorios o los parlamentos nacionales. Esas formas de actuar implican emociones y sentimientos que modulan las decisiones y las opiniones. Es lo que maneja con eficacia contundente la derecha frente a una izquierda temerosa y huidiza, incapaz de crear sus propios marcos de discusión y debate. Hemos asistido en España al impresentable espectáculo de magistrados que, sin conocer el texto de una ley, se manifestaron en su contra. O quienes sin conocer los pactos de financiación en Cataluña se colocan frente a ella. ¿Qué pasa con la izquierda? ¿Por qué se acepta que el avance en Europa de la ultraderecha se debe a los errores de la izquierda y no a la voracidad del capitalismo ultraliberal? ¿Por qué la Sra. Ayuso, miembro cualificado del PP, ha establecido el tipo de emigrantes aceptables en España, basado en la afinidad religiosa, en el color blanco de la piel, excluyendo a todos los demás, sin que nadie haya respondido con argumentos razonables desde la izquierda? ¿Para qué sirve una izquierda que carece de capacidad para crear sus propios "marcos mentales y discursivos" sobre maneras de entender la realidad que dice querer transformar?