Lo de Sánchez en Castilla-La Mancha
La victoria de Pedro Sánchez en las primarias socialistas es una mala noticia para España y, más aún, para Castilla-La Mancha. La España en la que cree ahora el que fuera y volverá a ser líder el PSOE no es en la que creen la mayoría de los castellano-manchegos. Es decir, lo de la nación de naciones culturales, que es el último invento de la factoría sanchista, no cuadra con la idea más o menos clara que la gente de a pie tiene de su país. Podrá discutir uno si más para un lado o más para el otro, si trazamos aquí o allá la barrera de la presión fiscal, si miramos o no para otro lado con la cosa de la foralidad, pero de ahí a la mirada rupturista y casi negacionista de lo que somos como nación que propugna –ahora- el líder socialista, hay un trecho gigantesco, irreconciliable.
Puede que los socialistas que juegan a la alianza casi natural con los nacionalistas allá donde estos residen agazapados en el presupuesto, estén hoy de enhorabuena; pero no, desde luego, los castellano-manchegos. Y no sólo porque el presidente García-Page tenga que hacer inminente autocrítica, al menos si quiere ser fiel a su promesa de leer las primarias en clave nacional, sino porque la España que defenderá ahora su líder no es en la que ellos creen. ¿Cómo van a defender ahora en las Cortes la igualdad de todos los ciudadanos, la cohesión interna o el reparto de la riqueza nacional cuando su líder defiende privilegios según la región de la que se trate?
También es cierto que el PSOE de Castilla-La Mancha debe hacer revisión en cuanto a la manera de hacer las cosas. La victoria de Sánchez, insisto, es una mala noticia, pero ha demostrado, eso sí, que las viejas estructuras de partido ya no funcionan. O, al menos, no como antes, cuando Bono tocaba la corneta y repartía bocatas y relojes de pueblo en pueblo. Esa forma de hacer las cosas, la del puñetazo en la mesa y la sobremesa larga y profunda, ya no genera simpatías. Los nuevos votantes están en otro lado, también en Castilla-La Mancha. Y el PSOE en la región debe, por tanto, renovar su mirada al exterior, buscar nuevas alianzas con los ciudadanos y, sobre todo, tratar a la gente con respeto e inteligencia, y no como meros votantes esporádicos.
La candidata de García-Page ha perdido en Castilla-La Mancha y, aunque Fernández Vaquero haya salido raudo a garantizar la continuidad del presidente, lo cierto es que el futuro plantea algunas incógnitas serias: ¿habrá alternativa en las obligadas primarias para designar candidato del PSOE a las próximas elecciones autonómicas? ¿se atreverá Manuel González Ramos, secretario provincial del PSOE de Albacete –el único que apoyó a Sánchez- a dar el paso y plantear su candidatura? ¿se endurecerá aún más la relación del PSOE con su socio Podemos ahora que el nuevo secretario general quiere mejorar sus relaciones con los de Pablo Iglesias?; y, finalmente, la pregunta más necesaria: ¿pagarán los castellano-manchegos la evidente inestabilidad que provocarán las citadas cuestiones?
Lo veremos.