La candidata Cospedal
María Dolores de Cospedal es la mejor candidata que el PP de Castilla-La Mancha puede presentar en las próximas elecciones autonómicas. Y lo es por varias razones: experiencia, liderazgo consolidado, una herencia que, lejos de los complejos típicos de la derecha española, podría argumentar y, sobre todo, porque es sobradamente conocida en la región. Ningún otro candidato tendría estas razones a su favor, ni dentro ni fuera, ni en Toledo ni en Madrid. Ahora bien, ¿será Cospedal la candidata en 2019? Nadie en el PP lo sabe, ni los que dicen saberlo.
Algunos de los que la ayudaron a ser presidenta han sido arrinconados, se les culpó de todos los males y todavía no se les ha quitado la cara de chivo expiatorio. Puede que fuera injusto, pero la alta política, desgraciadamente, se parece más a Scandal que a El Ala oeste de la Casa Blanca. Y entre los que siguen a su lado hay de todo, susurradores profesionales, paracaidistas accidentales y, también, gente honesta y profesional. Si la ministra de Defensa acierta a poner sus oídos al servicio de estos últimos, se haría un gran favor. También si volviera a escuchar a algunos de los que la trataban de tú no hace mucho, y que prefirieron dar un noble paso atrás que seguir peleando en un barro demasiado sucio.
Al final, la decisión de Cospedal dependerá de las circunstancias. Nunca fue tan difícil como ahora hacer pronósticos políticos. La crisis catalana, que es la crisis de España, dibujará un nuevo mapa de lealtades en el seno del Gobierno: la vicepresidenta Sáez de Santamaría lleva todas las de perder, el diálogo imposible por el que apostó hace un año no ha dado ningún fruto visible y, algún día, las cosas que se dicen en secreto encontrarán el camino de la luz. Además, la imposible conciliación del ejecutivo regional, con un vicepresidente instalado en la peor de las deslealtades, que es la de las ideas, puede acabar por precipitar las elecciones. Y, por último, la ministra de Defensa deberá volver a ponerse frente al espejo de su propio futuro y tomar una decisión compleja: dar la batalla regional, llena de incertidumbres, con la esperanza de poder terminar el trabajo iniciado en 2011 y corregir los errores cometidos, o dar el paso definitivo en la carrera al Palacio de la Moncloa. Con este panorama sobre la mesa, lo peor que podría hacer Cospedal es elegir el camino de en medio.