Otros, antes que nosotros: “Toledo en cien años”
Otros, antes que nosotros, pensaron, sintieron, dudaron, creyeron, soñaron, imaginaron lo mismo. Los clásicos lo concentraron en la frase “nada nuevo bajo el sol”, que, popularizado, significaría que todo está inventado. Así que, quienes tangan tentaciones “adanistas”, debieran saber que, con ellos no se inicia nada, aunque es posible cambiar las cosas sobre la base de las ideas o el esfuerzo que otros antes ya hicieron de manera individual o colectiva. El mundo existe, indiferente y distante, a cuanto nosotros pensemos, sintamos, dudemos, creamos, soñemos o imaginemos. Lo que obliga a no cruzarse de brazos ante los problemas, sean del tipo que sean, ni apostarnos en ninguna azotea sicológica o en balcones subjetivos para contemplar la rotación arrogante de ese mismo mundo. Las cosas se mueven, si alguien las mueve. Las cosas cambian se alguien se empeña en cambiarlas. Puede parecer difícil. Sin embargo la aparente y real dificultad que entraña todo cambio se facilita si se emplea pasión o corazón en el empeño.
Otros, antes que nosotros, descubrieron los riesgos que se cernían sobre el casco histórico de Toledo, amenazado de despoblación. Por aquel entonces no existía el turismo como problema -al que no convendría cargar responsabilidades, pertenecientes a otras áreas- ni la necesidad ilógica de aparcar el automóvil frente a la puerta de la casa, como si de una prolongación del salón de estar se tratara. Todo era igual de complejo que es ahora y tenía idénticas dificultades. Tal vez por eso en lugar de haber actuado sobre el fondo, se haya preferido hablar de la superficie. El proceso de abandono y desertización del centro histórico de Toledo se mantiene. Algunos lo definen ya como un parque temático, enfocado más a atender a los turistas que a los propios residentes en Toledo. Y, tal vez, se amplíe en el futuro. Sucederá si somos incapaces de identificar las verdaderos y reales problemas que desde hace años han activado la huida del centro histórico.
Según un modélico artículo, firmado por Adolfo de Mingo en La Tribuna, el pintor de origen suizo Aroldo, afincado en Toledo, advirtió de los riesgos de la deshabitación del casco histórico por “el éxodo de la población oriunda y el mal estado de las casas y viviendas”. Repetía lo que en los años setenta había teorizado el profesor Guillermo Téllez, personaje incomprendido en una ciudad distante. “Nos encontraremos pronto -decía Aroldo- con una aburrida ciudad administrativa, sin vida, sin toledanos”. Eso era cuando, especialmente en la época de implantación de las instituciones autonómicas, se remodelaban viejos edificios históricos para darles uso administrativo; pero luego se iniciaría también el éxodo de las consejerías y nuevos servicios públicos y educativos al exterior del casco, agrietándose más la crisis del casco.
El 11 de junio de 1997, Gregorio Marañón pronunciaba una conferencia titulada “Toledo, entre ayer y mañana”. Hace un repaso a lo que diversos hombres, de fina sensibilidad todos, han dicho desde el siglo XIX sobre la decadencia del centro histórico de Toledo. El propio autor en el desarrollo de su conferencia en un punto determinado expresa: “Cuando crucemos la fecha mítica del año 2000, su población se habrá reducido por debajo de los diez mil habitantes, y al caer la tarde, será esa ciudad sombría, desierta, trágica que Azorín describía hace justo cien años”. Pero cuando llega casi al final de su exposición cambia el tono. Se transforma de un optimista bien informado (un pesimista) en un soñador. Y expresa un sueño: “En definitiva, se trataría de crear en el interior del casco histórico un paraíso artificial, una utopía urbana, afrontando los problemas de tráfico, de falta de equipamientos, de la carestía y limitación de la oferta (de viviendas, de servicios, etc.) sin afectar a su integridad física”.
Donde él se quedó hemos continuado nosotros. Un grupo diverso de gentes queremos imaginar el recinto histórico de Toledo como un lugar de ensueño, un espacio utópico, como de cristal de Swarovski. Para conectar con los esfuerzos de antes un grupo de personas de ahora han optado por organizar un ciclo de charlas y reflexiones titulado “Toledo en cien años”. El objetivo: la reinvención de Toledo como ciudad utópica. Dentro de cien años ese casco histórico debiera ser un territorio mágico, poblado por unas gentes tan nuevas que se asemejen a los personajes de almidón y plásticos asépticos de las películas de ciencia-ficción. Un lugar donde la alta tecnología, la inteligencia artificial, los robots y una concepción de la ciudad como hábitat para la felicidad posibilite que, quienes vivan en él, lo hagan en lo mejor del pasado, con lo mejor del presente y con la expectativa de lo mejor que les pueda venir. Pero no debe considerarse un reto, sino un proyecto posible.
Jesús Fuentes Lázaro, presidente de la Asociación de Amigos de la Biblioteca de CLM
Juan Sánchez Sánchez, director de la Biblioteca de Castilla-La Mancha