Constreñidos
Da que pensar esos que dicen que les constriñe el Estado (este) pero no les constriñe ni les aprieta el zapato el emérito (por ejemplo), con sus asuntos raros y su tren de vida -mucho más claro- en Abu Dabi.
Y es que nuestro anterior monarca es otro exilado romántico que también se sentía constreñido por el Estado del que era jefe en régimen de perpetua y gozosa impunidad, y por eso acabó yéndose a un país más "libre", como los Emiratos árabes, en compañía de otra buena gente, traficantes de armas, asesinos de periodistas y demás.
Ni la Gürtel, ni Kitchen, ni siquiera las cloacas de ese Estado que dicen que les constriñe a estos que se sienten constreñidos. Y recordemos que esas cloacas son tugurios opacos, poco ventilados y un tanto fétidos, donde hay quien por inclinación natural y tradición cultural, respira bien y se siente a sus anchas, dedicándose a malversar fondos reservados (fondos de todos nosotros, claro) con fines partidistas y de ocultación última de su corrupción sistémica. O sea, les constriñe el Estado pero no sus cloacas mafiosas, quizás también un pelín medievales. ¡Curioso!
No les constriñen tampoco ni les deprimen, ni les causa desasosiego a estos las puertas giratorias, puertas abiertas de par en par al tráfico y la compra-venta con el encarecimiento consiguiente de bienes y servicios básicos, como la electricidad.
No, nada de eso les constriñe. ¡Qué extraño!
Lo que les constriñe es el Estado, que en su subconsciente más retórico y publicitario nombran como el feroz "Leviatán", es decir, los impuestos. O sea tener que pagar como todo hijo de vecino (que no pueda demostrar sangre azul o impunidad hereditaria), lo que antaño se llamaban tributos. O lo que es lo mismo: les constriñe la sanidad pública, la educación pública, las vacunas públicas al alcance de toda la población, las pensiones de los ancianos... todo lo que suene a público.
Eso, todo eso, que hasta ahora estaba considerado un gran logro de la civilización y un adelanto en la historia humana y colectiva como base y fundamento de su convivencia, es lo que les tiene mohínos, contristados, y constreñidos.
Pues para eso, disculpen, no hay que ponerse tan estupendos, ni tan retóricos, ni tan victimistas…
Que si "libertarios", que si “individualistas" de otro tiempo mejor (sería el franquismo), que si insobornables hiperbóreos "nietscheanos", que si unos héroes de la libertad contra la opresión en curso... Bobadas y caretas.
Basta con decir, sin tanto adorno barato, que quieren estar a las maduras pero no a las duras. Coger y pillar, pero sin contribuir.
Esa es la sustancia y el meollo que subyace a tanto teatro vano.
Lorenzo Sentenac