Page no quiere pasar a la historia o la gloriosa frase de Zapatero que jamás olvidaremos
No lo digo yo, lo dicen los chicos de Paco Núñez en el PP de Castilla-La Mancha. Emiliano García-Page, principal antisachista español del PSOE, puede pasar a la historia por una gloria mayor que la Presidencia de la Junta de Comunidades. A saber: perpetrar un golpe de mano interno contra Pedro Sánchez, ese hombre, y salvar a España de la amnistía, los separatistas y el sanchismo, que es la trilogía que, más allá de la sabrosísima guinda de la koldosfera, está haciendo temblar los cimientos de la democracia española. Es decir, crearse una figura histórica por lo que el PP ha denominado culminar un hecho “relevante”.
Sánchez y el sanchismo, a la vista está, andan enredados en su propia descomposición degenerativa y llevando a los españoles por un camino que, según las encuestas y los bares, rechaza una inmensa mayoría. El régimen se ha convertido en una gran mentira empantanada en la charca de la inmoralidad y en la que ya sólo faltaba un escandalazo de corrupción para certificar su decadencia. Es ver al bueno de Félix Bolaños en cualquier telediario y entrarnos las ganas de llorar de lo grotesco que es el personaje y la penita que da la legislatura, dure lo que dure. Que tal vez sea mucho, diabólicos muchachos.
Todo esto lo sabe Page y lo tiene claro. Y lo dice a diario en los periódicos, pero no parece que nunca vaya a dar el paso que le anda pidiendo el PP, que viene a ser algo así como “traiciona a tu partido para no traicionar a España”. ¿Pasar a la historia? Para qué. En realidad, al presidente socialista de Castilla-La Mancha ya sólo le queda un argumento para evitar el triple salto mortal: los ocho diputados del PSOE de Castilla-La Mancha, a los que tanto apela el partido de Alberto Núñez Feijóo, no son “sus” diputados. O sea, no le pertenecen. No están en manos de Page, ni dependen de él en ningún sentido: ni político, ni orgánico, ni personal, ni nada de nada. Otra cosa es que le hicieran caso, si quisieran, que parece que no quieren. O si quieren, no se atreven, que es lo que me temo. El miedo es libre y, como la conciencia, cada uno tiene el suyo.
O sea, que apelar tanto y tan directamente a Page a cuenta de los diputados parece un ninguneo a aquellos ocho castellano-manchegos que, en realidad, tienen la decisión y el voto en sus manos y, como cualquiera de los otros ciento y pico socialistas con escaño en el Congreso, deciden por sí mismos lo que tienen que votar y las razones para hacerlo. Se deben primero a su conciencia, después a España, a continuación a su partido y en última instancia a su líder y, supongo, que en esa coctelera cada uno fijará sus prioridades, alzará la mano y se irá luego a dormir tan tranquilito. O no. Ese ejercicio de libertad sólo está en sus manos: o piensan como Page, que es su líder regional, y votan en consecuencia y lo rompen todo, o piensan como Sánchez y le siguen al precipicio hacia el que conduce a España. Cada uno vive su vida como quiere. O como puede.
Obviamente, el argumentario de la “reconciliación” o el “reencuentro”, como patéticamente se define en el relato sanchista, es un cuento chino que no se cree ni el más sanchista de todos, que es el pobre José Luis Rodríguez Zapatero, que ya en 2006 dijo, el hombre, esta frase para la gloria sobre el Estatuto de Cataluña en una entrevista en El Mundo: “Dentro de 10 años España será más fuerte. Cataluña estará más integrada y usted y yo lo viviremos”. Efectivamente, a la vista está el sobresaliente exitazo de la profecía zapateril. Qué genio imponderable: luego vino el golpe de octubre de 2017 y, a partir de ahí, todos los acontecimientos posteriores hasta la traca final del fugado por obra y gracia de Pedro Sánchez, apodado “un día más con vida”. Lo siguiente será la autodeterminación, como el propio Puigdemont airea estos días ante la sangrante y dolorosa debilidad de la Moncloa: “Cataluña estará más integrada y usted y yo lo veremos”. Marco dorado, por favor.
Así que está muy bien que Page se vaya a la Venta de Aires de Toledo a comer con Felipe González y, entre los dos, exhiban una gran faena de toreo de salón para entretenerse y disponer de un buen titular en los papeles… y luego fuese y no hubo nada. España seguirá cayendo y el sanchismo campando. Y lo callado, por cierto, que anda Pepe Bono. Lagarto, lagarto.