Merodean en las mesas de redacción y programas del corazón los nombres de celebrities y famosos que en época estival disfrutan de sus vacaciones en territorio español. Un catálogo que pone en movimiento a una legión de paparazzi a lo largo y ancho del país en busca de la exclusiva. Unas imágenes que luego cotizan a buen precio en el mercado audiovisual en función de la dificultad de su obtención y notoriedad del personaje. Al selecto elenco de afamados se ha unido este año sin quererlo el presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page, y no por indicación de ningún redactor-jefe pues la localización del dignatario toledano en Meyba no haría precisamente elevar en exceso la audiencia del medio.
El fisgón en este caso de las vacaciones del mandatario regional ha sido el líder de la oposición en esta tierra, Paco Núñez. Junto al coro nada celestial de sus hinchas más próximos, el presidente del PP en Castilla-La Mancha no ha dejado de pregonar con machacona insistencia las vacaciones del presidente autonómico y su aparente dejación de funciones al frente del Ejecutivo regional. Al parecer, para Núñez, la sobreexposición mediática y la estridencia siguen siendo las mejores armas para generar ruido a través de esta clase de relatos: estériles y carentes del menor interés para los ciudadanos de esta tierra que en absoluto han echado en falta la ausencia vacacional de su presidente.
Un tono del dirigente popular con estas narraciones que pone en evidencia su manifiesta falta de ideas y propuestas constructivas tan necesarias en los tiempos convulsos por los que atraviesan los ciudadanos de esta tierra más preocupados ahora con otras vicisitudes. En definitiva, una oposición basada en la descalificación permanente y exageración perversa emanada de su presidente nacional que, además de provocar con su actitud extremista alguna velada crítica por parte de determinados líderes de la formación popular, tanto impregna la función de Paco Núñez como acción política en la región. Un talante, por cierto, bien distinto al observado recientemente entre algunos de sus dirigentes. Políticos capaces de ejercer una oposición diferenciada dentro del mismo partido y resueltos a anteponer los intereses de su Gobierno autonómico y ciudadanía a los de la propia formación.
Una oposición que en el caso de Castilla-La Mancha se aleja cada vez más del centro, estigmatiza todo lo que emane de su Gobierno, y obliga al partido -con la virtual desaparición de Ciudadanos del panorama político- a caer en manos de VOX si pretende gobernar. Una fórmula que ya anhelan muchos y cuya fuerza de gravedad, instalada en el reaccionarismo indisimulado del partido ultra, puede acabar deformando del todo a la formación popular. Un patrón cargado de veleidades populistas que no parece sea la receta más aconsejable para gobernar sin sobresaltos esta tierra.