No piense el lector al repasar el titular de esta columna que su autor encabeza manifestación alguna en contra del desarrollo de mamífero tan vilipendiado, en absoluto, tan sólo de aquellos que exageran de manera clara con la pretensión de confundir. A poco más de cuatro meses para la celebración de las elecciones autonómicas y municipales, las expectativas de voto de los partidos dependerán en gran medida de cómo evolucionen la economía y el mercado de trabajo en sus respectivos territorios. Mas cuando la realidad no acompaña, excelentes trovadores institucionales se encargan de maquillarlos, incluso hasta elevar a Castilla-La Mancha a la excelencia en el empleo “como no ocurría en muchos años”, y en “una tierra mejor, de bienestar y progreso” en materia económica. Menos lobos.
Un discurso triunfalista cuando la última EPA situaba a nuestra región con una tasa de desempleo por encima de la media nacional, 143,2 mil parados al término del pasado año, y una reducción del desempleo en 2022 de tan sólo el 2,21% frente al 8,64% en el conjunto del país, el peor dato de todas las comunidades autónomas exceptuando Navarra. Un deterioro que también afecta a los autónomos, que el pasado año registraron una pérdida neta de 150.087 afiliados, según la Federación Intersectorial de Autónomos y la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA) de Castilla-La Mancha.
Castilla-La Mancha tiene mucho que celebrar, en efecto, aunque poco de lo que con tanta efusividad anuncian tan locuaces dirigentes. Los datos son tozudos, a la vista de los diferentes indicadores que cada día conocemos. Como el del PIB regional en 2021 que en términos de volumen alcanzó el 4,8%, el 81% del total nacional, mientras que por habitante el INE lo sitúa en 20.655 euros, cerca de 5.000 menos que la media. Una brecha con las comunidades más dinámicas que lleva enquistada desde 2000, incluso a pesar de la habitual verborrea de partido.
Las perspectivas de futuro no son más halagüeñas para Castilla-La Mancha. Según las proyecciones de BBVA Research, aunque todas las regiones españolas crecerán en 2023, no todas lo harán a la misma velocidad. En concreto, la nuestra será del 0,9%, también por debajo del registro nacional. Una situación que, según el Colegio de Economistas de España, coloca este año a Castilla-La Mancha entre las comunidades autónomas menos competitivas. Una clasificación que se constituye en función de criterios como el tamaño y el dinamismo económico, el empleo, el capital humano, las infraestructuras, el tejido empresarial o la innovación tecnológica. Un triunfalismo que se enfrenta igualmente a una deuda disparada al término del tercer trimestre del pasado año de 15.588 millones, el 34,1% del PIB y cerca de diez puntos por encima de la media nacional.
Se encuentra Castilla-La Mancha lejos todavía de esa tierra de “bienestar y progreso” que nos aseguran sus locuaces dirigentes socialistas, más pendientes ahora de integrarse en lista electoral u organigrama institucional correspondiente. Aunque siempre resulta una ventaja hacer campaña desde la posición privilegiada del Ejecutivo, eso parece ahora no estar muy claro. Los castellano manchegos necesitan más soluciones y menos demagogia.