Esos locos bajitos
¡Los niños, siempre los niños! el sector más vulnerable al adoctrinamiento y también los más desamparados frente a la bota opresora de algunos adultos, que les utilizan para volcar sus frustraciones. Todos coincidimos en señalar que la educación es un arma de futuro pero algunos, especialmente los más sectarios, la utilizan para el combate cuerpo a cuerpo contra sus adversarios. Un niño al que se alecciona puede terminar convertido en cualquier cosa y sólo mirar los horrores de los niños/soldados o las niñas convertidas en esclavas sexuales para hacernos una idea de cómo el odio es capaz de anidar en los corazones más inocentes, si unos despiadados cogen a los más pequeños como rehenes de su fanatismo. Hay muchas formas de utilizar a los niños pero las peores son las que llegan como la gota fina e impregnan su día a día travestidas de cotidianidad.
"Apreciados padres: como ya sabréis, nos encontramos en medio de una situación política y social delicada. Durante estos últimos meses, nos han estado pisando, a nosotros y a nuestros derechos. Actualmente no se trata tanto de independencia, sino de democracia y de los derechos que nos han privado. Los últimos hechos relacionados con el 1-O no nos han dejado indiferentes, por lo que hemos decidido organizarnos y movilizarnos desde las aulas". Así comienza la carta que los institutos de Olot, en Girona, han enviado a las familias de sus alumnos para informarles sobre la manifestación que se ha llevado a cabo en el municipio, "en defensa de la democracia y la libertad".
De esta forma los centros públicos, como si se tratase de una a una actividad extra escolar o una excursión festiva, han pedido a los padres que autoricen a sus hijos a faltar a clase y acudir a la concentración, para lo que solicitan que se rellene un formulario y firmen el papel. "¡Ahora más que nunca debemos estar juntos!", aseguran cómodo o consigna en la carta. Al final la mayoría de los padres dieron la espalda a esta burda maniobra de los independentistas de aleccionar a sus hijos, pero ver a algunos profesores llevando a los niños de la mano a la manifestación produce una especie de repugnancia intelectual y tiene un tufo totalitario que apesta.
Que eel independentismo ha visto en la educación su caldo de cultivo es un hecho y que el adoctrinamiento ha cuajado en los sectores más jóvenes también. "La manipulación de los libros de texto denunciada por editores y sindicatos de profesores, o la exclusión del castellano en las aulas que tantas veces hemos criticado, han sido posibles porque los sucesivos gobiernos de la Nación miraron hacia otro lado cuando no mercadearon con las competencias", editorializaba ayer algún periódico, recordando muy oportunamente que todos los gobiernos de la democracia han mirado hacia otro lado porque les interesaba el disputado voto de los nacionalistas para sacar adelante sus proyectos.
Ahora no vale lamentarse y hemos llegado a un punto de no retorno políticamente que puede terminar como el rosario de la aurora. Los gobernantes catalanes están despojando de su condición de ciudadanos a los que no son independentistas queriendo ocultar el hecho cierto de que en las elecciones del 2015 hubo un 48 por ciento de voto independentista frente al 52 por ciento que no lo son. No tienen mayoría en votos pero hacen mucho ruido y han tomando la calle y la escuela para utilizarla a su antojo.
¡Los niños siempre los niños! los más vulnerables, los que debemos proteger, esos locos bajitos en palabras de Joan Manuel Serrat a quien los intolerantes han puesto también en la diana por no querer colaborar en su locura. El remedio a tanto fanatismo tal ve sea poner música para calmar a las fieras. Menos adoctrinamiento y más poetas que hablen con sentido común de esos locos bajitos a quienes tanto queremos y debemos proteger del fanatismo en todas sus facetas.
A menudo los hijos se nos parecen, así nos dan la primera satisfacción; esos que se menean con nuestros gestos, echando mano a cuanto hay a su alrededor. Esos locos bajitos que se incorporan con los ojos abiertos de par en par, sin respeto al horario ni a las costumbres y a los que, por su bien, hay que domesticar.
Niño, deja ya de joder con la pelota. Niño, que eso no se dice, que eso no se hace, que eso no se toca.
Cargan con nuestros dioses y nuestro idioma, nuestros rencores y nuestro porvenir. Por eso nos parece que son de goma y que les bastan nuestros cuentos para dormir. Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación. Les vamos trasmitiendo nuestras frustraciones con la leche templada y en cada canción.
Niño, deja ya de joder con la pelota...
Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj, que decidan por ellos, que se equivoquen, que crezcan y que un día nos digan adiós.
Pues eso, son niños vulnerables y no objeto de deseo para el adoctrinamiento. ¿En qué manos están nuestros hijos? ¡Basta ya!