Pedro Sánchez llegó a la primera división de la política gracias a un regate audaz. Primero chupó banquillo en el Congreso de los Diputados. Sólo tras las renuncias a sus escaños de dos exministros, Pedro Solbes (en 2009) y Cristina Narbona (en 2013), pudo saltar al terreno de juego parlamentario. Desde ahí comenzó a olisquear la portería hasta que en julio del año pasado venció en primarias frente a Eduardo Madina. Ganó con claridad su primer gran partido con el apoyo de buena parte del equipo socialista. Su nombre saltó por fin a todos los titulares.
Ahora, tras no pocas lesiones electorales, Sánchez cree afrontar su particular partido de vuelta. "Soy un corredor de fondo. En política hay que serlo", afirmaba hace un mes en su encuentro con la redacción de EL ESPAÑOL ante las encuestas que vaticinaban una derrota electoral.
Sin embargo, el PSOE se parece más a un tablero de ajedrez que a un campo de fútbol. Si Sánchez logró salir vivo de las elecciones generales, ahora tiene que enfrentarse a una partida donde las piezas enemigas militan en su partido. En este tablero se mezclan muchas posibilidades y movimientos. La estrategia es clave, las jugadas son más lentas y las embestidas pueden ser despiadadas.
Una reunión de dirigentes territoriales dejará clara la correlación de fuerzas este domingo por la tarde. Los conocidos como barones del partido se posicionarán de manera más o menos clara sobre tres aspectos. En el primero, el "no" a cuatro años más de Mariano Rajoy en la Moncloa, hay consenso. En el segundo, las negociaciones para formar un Gobierno alternativo con Podemos, no. Sánchez las defiende y los barones las rechazan. De la manera en la que se salde esa disputa interna dependerá la tercera jugada: el jaque a Sánchez como líder del partido que una mayoría de dirigentes ve inevitable si se repiten las elecciones.
Tras las consultas con los barones, Sánchez acudirá este lunes al Comité Federal, la máxima autoridad socialista entre congresos y a quien corresponde fijar las líneas maestras del partido, así como la estrategia para los pactos con otros partidos. En él participan un centenar largo de personas, entre cargos orgánicos y los elegidos en el congreso federal de julio de 2014. Todos los que quieran pueden hablar y las conclusiones se votan. Será la prueba de fuego para el PSOE. No sólo determinará el rumbo de Sánchez en las próximas semanas y meses. También delimitará las opciones de pactos y la gobernabilidad del país.
Los sanchistas
Sánchez llegó a la secretaría general del PSOE apoyado por buena parte del partido. Los dos expresidentes, Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero, se quedaron prendados del diputado, fontanero de Ferraz y exconcejal en el Ayuntamiento de Madrid. Una mayoría de barones socialistas le dieron su apoyo, entre ellos Susana Díaz, en clara senda ascendente en el partido.
Ahora, sus apoyos son mucho más limitados. Se concentran en su Ejecutiva y flaquean en las federaciones socialistas en las que los barones han ganado poder gracias a la vuelta a los gobiernos regionales.
César Luena es el número dos de Sánchez y también su principal ariete. Como secretario de Organización, es el encargado de dirigir el partido y estar atento a cada movimiento. También ha sido el encargado reprender a los que se han desviado de la línea oficial.
Tanto él como Sánchez están convencidos de que una vez que Rajoy se dé de bruces contra la aritmética, el pacto con otros partidos será más sencillo. Creen poder lograrlo sin poner en riesgo principios del partido como la unidad de España, amenazada según Díaz y otros barones por el referéndum que Podemos plantea para Cataluña.
"Cuando Rajoy no pueda formar gobierno, el PP también se relajará", aseguraba hace unos días uno de los principales asesores de Sánchez. "Pedro será presidente de unas Cortes constituyentes", según esta fuente.
En los planes de Sánchez está un Gobierno corto, con un mandato claro sobre reformas clave y con una pronta disolución de las cortes para volver a las urnas y ratificar un cambio en la Constitución.
En el empeño está ahora prácticamente solo. Muchos de sus apoyos iniciales en el PSOE no sólo se han esfumado sino que se han pasado al bando que busca su sustitución.
Entre los firmes defensores de Sánchez está el secretario general de los socialistas gallegos, José Ramón Gómez Besteiro, pero su apoyo no es significativo, ya que está en la oposición y pesan varias imputaciones sobre él que podrían frustrar su candidatura a las elecciones a la Xunta de 2016.
Sánchez cuenta también con Miquel Iceta, el primer secretario del PSC. Además de que el PSC vive su particular cuarto meguante y está en la oposición, en el partido hermano catalán se mueve como pez en el agua Carme Chacón, que sólo ha sido sanchista por tacticismo y que vuela por libre.
El líder de los socialistas podría contar también con parte de los socialistas de Castilla y León y de Baleares, ya que se encuentran divididos.
El resto de apoyos claros de Sánchez son individuales, peones con los que él ha resistido los embestidas de la nueva política y las dificultades del partido. Entre ellos están Antonio Hernando, número tres por Madrid y hasta ahora portavoz en el Congreso; Óscar López, portavoz en el Senado; Meritxell Batet, responsable del programa electoral y número dos por Madrid; Alfonso Rodríguez Gómez de Celis, su hombre clave en Andalucía y enemigo de Díaz. En este grupo ha estado hasta ahora Patxi López, miembro de su Ejecutiva y exlehendakari, pero en varias ocasiones ha sonado para mayores responsabilidades, por lo que podría decantarse por el equipo rival.
Los susanistas
La presidenta andaluza decantó la balanza en julio de 2014 al apoyar decididamente a Sánchez. Un año y medio después, no sólo tiene la misma influencia de entonces, sino que ha logrado sumar a sus posiciones a apoyos clave de Eduardo Madina, rival de Sánchez en las primarias.
Díaz rechazó entonces presentarse. Según algunos, porque era demasiado pronto. Según otros, porque le daba vértigo enfrentarse a unas primarias que no venían en los estatutos y que sólo se celebraron por el empeño de Madina, que creía que podía ganarlas. Apoyó a Sánchez como líder del partido y un año después también se quedó al margen al no disputarle la candidatura a la presidencia del Gobierno.
Fuentes cercanas a Díaz aseguran que apoyó a Sánchez y se arrepintió casi en el mismo momento. En él no ve el líder capaz de guiar al PSOE hasta la Moncloa, resistir el avance de los partidos emergentes y respetar las esencias políticas socialistas.
A esas tesis se han sumado barones como Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, Ximo Puig (Comunidad Valenciana), Guillermo Fernández Vara (Extremadura) y Javier Fernández (Asturias). Referentes como el propio Madina o Carme Chacón apoyan a Díaz. Con Madina, cuya victoria en las primarias frustró, dio un mitin en Jaén en esta campaña electoral. Chacón tuvo en Díaz uno de sus mayores apoyos durante su propia lucha por el liderazgo del partido en la que sucumbió ante Rubalcaba.
Aunque Felipe González ha apoyado hasta la campaña electoral a Sánchez como líder, está radicalmente en contra de Podemos y lo que él llama "leninismo 3.0". En cada mitin ha lanzado una arenga contra Pablo Iglesias y lo ha vinculado al chavismo. Por su parte, Zapatero, que también apoyó a Sánchez, busca ahora el liderazgo fuerte de Díaz.
El Comité Federal marcará los límites de las políticas de pactos y, según los barones, partidarios de nuevas elecciones con Díaz como candidata, también el jaque al rey Sánchez, que podría tener los días contados.