Viaje a las Islas Salvajes: el “laboratorio de la evolución” que sobrevive al turismo y al urbanismo acelerado
Se las conoce como las islas olvidadas del Atlántico y como "el otro Gibraltar perdido". Son uno de los terrenos más protegidos, pero también de los más disputados, donde sólo pueden entrar expediciones científicas.
19 febrero, 2022 01:44Noticias relacionadas
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Casi no se divisan, pero están ahí, en pleno Océano Atlántico. Las Islas Salvajes son un punto apenas perceptible en el mapa, que esconde uno de los únicos "laboratorios de la evolución" en el mundo con el que el mismo Darwin habría fantaseado. Un paraíso de especies únicas que permanece aún hoy ajeno al turismo y al urbanismo, y donde sólo se permite la entrada de investigadores para llevar a cabo estudios y expediciones científicas.
Son las olvidadas del Atlántico, pero también un terreno muy protegido y muy disputado entre España y Portugal. Las islas que componen este archipiélago son tres: la Salvaje Grande (de unas 200 hectáreas), la Salvaje Pequeña (de unas 20 hectáreas) y la que se conoce coloquialmente como la Salvajita (de unas 8 hectáreas).
Se las conoce también como "el otro Gibraltar", porque son objeto de un largo litigio entre nuestro país y Portugal. Aunque no tiene el valor estratégico del Peñón, sí es un territorio considerado como perdido, porque durante varios siglos fue reconocido como propio. De hecho, en el s.XV se consideraban como parte de Canarias, pero no a nivel oficial.
Diego Gomes de Sintra, un navegante portugués, de regreso a su país desde Guinea, dijo años más tarde haber descubierto estas islas por casualidad. La lucha por las Salvajes estaba servida. Pero en 1938, con España sumida en una guerra civil, una comisión internacional de derecho marítimo determina que el archipiélago pertenece a Portugal. Y así ha continuado hasta hoy.
Afortunadamente, el país luso, consciente de la riqueza de este enclave, decidió declararlo como reserva natural en 1971, y hoy es uno de los mejores ejemplos de áreas protegidas y vigiladas de manera permanente. Su gestión, desde finales de los años 80, está a cargo del parque natural de Madeira.
No obstante, este grupo de islotes de la Macaronesia se encuentra aislado. Sólo Madeira y las Islas Canarias se encuentran a 280 y 165 kilómetros de distancia de ellos, respectivamente. Una de las razones por las que el enclave natural sobrevive intacto al desarrollismo actual.
En su lugar, el archipiélago se ha convertido en todo un paraíso para la ciencia, donde los investigadores pueden estudiar cómo evolucionan y sobreviven distintas especies animales y vegetales sin la constante influencia humana. Tan sólo allí viven dos guardas, que vigilan el reconocido como parque natural en turnos de tres semanas. Son los mismos que guían y acompañan a los científicos que consiguen los permisos para entrar en las islas.
Jordi López-Pujol, investigador del Instituto Botánico de Barcelona (IBB-CSIC), no podía creer lo que veía la primera y única vez que pudo visitar estos islotes en el año 2013. Un barco de la marina portuguesa les acercó a él y a sus dos compañeros de expedición. Fondeó a apenas dos kilómetros de la Salvaje Pequeña y, con una zodiac, se adentraron en la isla, donde permanecieron unas dos semanas.
Los investigadores pueden estudiar cómo evolucionan y sobreviven distintas especies animales y vegetales sin la constante influencia humana
"Es un reto conseguir los permisos y es un reto logístico también", explica López-Pujol. En su caso, fue necesario un año de antelación para conseguir una autorización y poder estudiar allí la flora endémica en riesgo crítico. "Es una reserva natural a la que no dejan ir a visitantes, salvo que tengan un permiso científico. Pero, aparte, es una zona militar y no quieren a demasiada gente por allí", cuenta el experto.
En la Salvaje Pequeña, como en el resto, no hay ni electricidad ni agua potable. Razón por la que todo investigador que se traslade a aquel lugar debe llevar consigo las provisiones suficientes y necesarias para el período de estancia en las islas que, a menudo, no es muy prolongado.
El investigador del IBB-CSIC cuenta que "lo increíble" de este lugar es pisar un territorio en el que plantas y animales evolucionan de manera aislada. "Es un laboratorio de la evolución", asegura López-Pujol, porque sólo de flora y en apenas un kilómetro, se han llegado a contabilizar más de 30 especies distintas, y algunas de ellas únicas en este lugar del mundo.
Especies únicas muy amenazadas
Cada investigador, cada científico, realiza una suerte de expedición lunar. El sonido de las olas es ensordecedor y los sonidos de la naturaleza, de aves y otros animales, se escuchan con una intensidad casi desconocida. Es algo que puede observarse en un corto documental realizado en 2016, en el que, a través de varias entrevistas, muestran las maravillas del archipiélago.
Islas Salvajes, las olvidadas del Atlántico (2015). Germán Pinelo y Juan José Ramos. from Birding Canarias on Vimeo.
La cara B de los endemismos que acoge este paraíso natural es que, al tiempo que son especies únicas, esto las hace de por sí más amenazadas. Son tremendamente vulnerables a las inclemencias del clima. Un temporal más intenso de lo normal puede acabar con parte de sus poblaciones en estas islas.
Como cuenta López-Pujol, las amenazas para estas islas son sobre todo naturales: catástrofes, plagas, temporales… Algo que puede verse incrementado en las próximas décadas dado el contexto de cambio climático en el que nos encontramos.
En su caso, tanto a él como a sus compañeros les interesaba acudir a las Salvajes para conocer cuántos individuos había de cada especie y la salud de su población. Además, realizaron un estudio genético para conocer hasta qué punto podían sobrevivir en el tiempo. Cuenta que "la diversidad genética es un arma para defenderse frente a los cambios. Si hay un cambio climático y no tiene diversidad genética, difícilmente podrá adaptarse y lo más probable es que, a largo plazo, se extinga. Esto es un problema".
Asimismo, el investigador explica que las visitas humanas están restringidas porque su incursión puede acarrear "graves problemas" y corren el riesgo de antropizarse.
"La presencia humana lleva por ejemplo la nitrificación del terreno, y eso haría cambiar la vegetación, pero otro problema importantísimo -que ya pasó en la isla grande- es que, junto con el hombre, lleguen especies invasoras. A veces, accidentalmente, incluso en la maleta o enganchadas en la ropa", asegura el experto.
De hecho, en la Salvaje Grande, el investigador cuenta que, antes de recibir protección, hubo un problema importante de especies invasoras. "Había falso tabaco, tomateras, y de animales había conejos, ratones… Después, hicieron un programa de erradicación y lo controlaron bastante", asegura López-Pujol.
Ni el 'paraíso' se salva de la basura marina
Con las mareas, sin embargo, llegan retazos de los desperdicios humanos que acaban en nuestros océanos. En el corto documental de Birding Canarias, aseguran que cada año recogen toneladas de basura marina que viaja kilómetros y kilómetros, y acaba en lugares tan remotos como las Salvajes, donde no hay apenas presencia humana.
Desde una etiqueta de una botella de Turquía hasta pequeños plásticos que aves y peces ingieren sin distinción alguna. Todo un problema ecológico que va en aumento y que ya no sólo afecta a la fauna y la flora de este "laboratorio" del Atlántico, sino también a la salud humana, porque esta contaminación acaba en la cadena trófica.
En una revisión reciente de WWF de más de 2.500 estudios, la organización llega a aseverar que la contaminación por plásticos se cuadruplicará en el 2050, y que muchas áreas sufrirán riesgos ecológicos significativos que perjudicarán los esfuerzos actuales para proteger y aumentar la biodiversidad si no se toman medidas.
Por ello, WWF señala la importancia de la adopción de un tratado global jurídicamente vinculante en la Asamblea de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEA), que tendrá lugar entre el 28 de febrero y 2 de marzo.
De acuerdo a la comunidad científica, la contaminación de los océanos -sobre todo por plásticos- puede convertirse en un factor que contribuya al colapso generalizado de ecosistemas y a la transgresión de los límites planetarios considerados seguros. Si seguimos así, nuestros mares pueden acabar siendo auténticos vertederos de los desperdicios que producimos en masa sin ningún ápice de sostenibilidad.