No conozco bien Mallorca, pero sí sé mucho sobre energía, calefacción e hidrógeno, así que cuando alguien compartió conmigo hace poco una noticia sobre un nuevo proyecto de hidrógeno verde en un hotel de la isla, me pareció importante establecer algunos hechos.
Lo que me preocupa del proyecto es que utiliza hidrógeno verde en edificios donde la electrificación directa tiene mucho más sentido. Ya se ha demostrado ampliamente que mezclar hidrógeno en la red de gas para calefacción es ineficaz y caro.
Calentar edificios con calderas que utilicen hidrógeno renovable requeriría unas seis veces más electricidad que utilizar bombas de calor eléctricas.
Como director de programas europeos de The Regulatory Assistance Project (RAP), he revisado 45 estudios independientes que concluyen que calentar los edificios con hidrógeno es una opción más cara, menos eficiente y más perjudicial para el medio ambiente que las alternativas probadas. En el Reino Unido, donde vivo, los asesores científicos independientes del Gobierno han desaconsejado el uso a gran escala del hidrógeno para la calefacción de edificios.
Mezclar pequeñas cantidades de hidrógeno con gas, como en el caso del proyecto hotelero en Mallorca, no tiene sentido desde el punto de vista económico ni energético. Los estudios demuestran que mezclar un 20% de hidrógeno renovable en los gasoductos existentes sólo ahorrará un máximo del 7% de las emisiones de carbono, al tiempo que aumentará los costes para el consumidor.
Además, existen dudas sobre la seguridad de la combustión de hidrógeno en entornos domésticos. Investigaciones recientes sugieren que la mezcla de hidrógeno en la red de gas aumenta las emisiones contaminantes de NOx, lo que se asocia a un mayor riesgo de enfermedades respiratorias en comparación con la combustión directa del gas.
España tiene grandes ventajas en lo que se refiere a la transición energética. La abundancia de sol y viento, y el enorme aumento de la producción de energías renovables en los últimos años, hacen del país un líder que puede cosechar los beneficios económicos de una economía descarbonizada.
Sé que España también tiene la misión de ser líder en hidrógeno verde, con proyectos en todo el país, y este es un buen plan porque habrá una enorme demanda de hidrógeno verde por parte de sectores que son difíciles de descarbonizar mediante la electrificación. Entiendo por qué la UE ha dado 10 millones de euros a un proyecto para desarrollar hidrógeno verde en una antigua fábrica de cemento de Mallorca.
El mundo necesitará mucho hidrógeno verde para sustituir a todo el hidrógeno sucio actual —producido a partir de combustibles fósiles contaminantes— que se utiliza para fabricar fertilizantes y para procesos industriales como la producción de acero y productos químicos.
Es muy probable que el hidrógeno verde también sea necesario para el almacenamiento de energía, el transporte marítimo de larga distancia y la fabricación de combustibles sostenibles para la aviación.
La industria del gas apoya el proyecto en Mallorca y, como en otros países europeos, está promoviendo el hidrógeno verde como alternativa al gas fósil —lo que fomenta o incluso amplía su negocio actual— sin revelar el coste final para los consumidores y la transición energética.
El sector del gas sabe que hay que eliminar progresivamente los combustibles fósiles para llegar a cero emisiones netas en 2050, por lo que esperan que la infraestructura gasística pueda utilizarse para los gases renovables.
Sin embargo, la realidad es que estudios autorizados muestran muy claramente que lo más probable es que descarbonicemos la mayor parte de nuestros edificios utilizando electricidad y que la red de gas doméstica se quede en gran medida varada.
Los gasoductos existentes no pueden transportar hidrógeno puro y, aunque puede que sean necesarios algunos nuevos para llevarlo a zonas industriales para los usos genuinos del hidrógeno enumerados anteriormente, no veremos hidrógeno en los edificios, salvo quizás en algunas aplicaciones nicho. Es lógico que tengamos que planificar el desmantelamiento de la red de gas en muchas zonas.
Tenemos la tarea urgente de aumentar las energías renovables, descarbonizar nuestras economías y sustituir las enormes cantidades de hidrógeno sucio que se consumen actualmente en el mundo.
Concentrémonos en ello y no perdamos tiempo y energía equivocándonos.
***Jan Rosenow es director de programas europeos de The Regulatory Assistance Project (RAP)