A nivel mundial, la creación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) respondió a un marco para sincronizar las prioridades de todos los países en temas políticos, sostenibles y económicos con el fin, básicamente, de preservar el futuro de la especie humana en la Tierra.
Ahora los ODS están a las puertas de cumplir sus primeros 10 años de vida, aunque para la mayoría de la población les suena a un concepto que tiene dos o tres años, ¿verdad?
Han aparecido, también, grandes figuras mediáticas que ondean la bandera de los ODS desde el centro de su discurso, como la joven Greta Thunberg, y más en estas fechas en las que estamos todavía de resaca de la cumbre de la ONU por el cambio climático en Glasgow del pasado noviembre. ¿Cuántos pocos años tenemos que tirar atrás la memoria para decir que ver una persona como Greta en los telediarios hubiera sido totalmente impensable?
A día de hoy, ese concepto, ese símbolo circular de colores, se ha vuelto trending topic al nivel de los ya estrujados big data, blockchain y tantos otros. Y no lo digo desde un punto de vista negativo; sino todo lo contrario. Pero creo que es pertinente hablar, también, de los riesgos de veracidad cuando hay conceptos que crecen y se extienden con tanta rapidez, y de esto me gustaría hablar un poquito más.
Voy a empezar por lo importante: las mejoras indudables que, como sociedad, hemos conseguido. Nunca habían nacido tantos proyectos empresariales con un propósito sostenible en nuestro país; miles de emprendedoras y emprendedores dedicando todo su esfuerzo a generar un impacto positivo en nuestro mundo. Ni nunca se habían liberado tantos millones en ayudas económicas desde las instituciones públicas.
Yo, que tengo la suerte de verlo desde el punto de vista de un emprendedor en un proyecto enfocado a la sostenibilidad, puedo corroborar que la consciencia colectiva de hoy no tiene nada que ver con la de hace pocos años. Y además, uno de los efectos colaterales positivos de la pandemia es justamente ese: sensibilizar a velocidad de Fórmula 1 a la sociedad en el cuidado del planeta si queremos continuar viviendo en él.
Pero también quiero poner sobre la mesa la importancia de mantener los ODS en la Tierra, ya que es muy fácil que se vayan volando al mundo difuso donde vive el concepto blockchain, para la gran mayoría de la sociedad. Seguro que me entendéis.
Me refiero a que es muy fácil caer en la trampa del discurso superficial –e incluso estéril– del ODS friendly. Hoy es un concepto de moda del cual todo el mundo quiere ser partícipe, pero que en muchos casos –y cada vez más– se cae en la dulce trampa de colocar el logo de los ODS en la web y no cambiar ni un comportamiento empresarial de puertas para dentro.
Esta es, para mí, la única manzana podrida que tenemos que vigilar de cerca para mantenerla a raya. Como proveedores, como clientes o como usuarios finales. Como sociedad tenemos que ser lo suficientemente maduros como para separar el grano de la paja para mantener el bonito símbolo circular con la máxima pureza y reputación posible.
La consciencia colectiva de hoy no tiene nada que ver con la de hace pocos años
Hoy tenemos la suerte de haber convertido el concepto ODS en un término suficientemente sexy como para que las empresas puedan autocertificarse y utilizarlo como argumento de venta, lo cual me parece un logro inmenso. Hasta hace poco tiempo, como bien sabréis, casi ninguna empresa llevaba a cabo acciones para reducir su huella de carbono a menos que el retorno económico en ahorro fuera claro y rápido.
Pero hoy vamos mucho más allá, hoy los ODS nos permiten simplificar el mensaje hacia nuestros clientes y alinearnos de una forma más entendedora. Hoy, incluso, somos muchos los clientes que exigimos a los proveedores que tomen parte activa en la crisis climática y, sobre todo, que nos lo comuniquen para ser parte juntos.
Hoy vivimos uno de los primeros episodios en el que “hacerlo bien” como empresa tiene un retorno atractivo, y esta es la única palanca de cambio. La única. Este es el ingrediente secreto para que la reacción sea espontánea, para que cada vez más y más empresas se apunten al cambio y para que más y más empresas tengan la oportunidad de compartir su madurez y consciencia colectiva con esa gran herramienta comunicativa que es el pacto de los ODS.
Hoy tenemos la oportunidad de mantener –e incluso acelerar– la velocidad con la que el mundo está cambiando para bien. Y también hoy, el mundo nos está mandando muchas señales para manifestar la urgencia de cambiar las cosas. Para eso nos necesitamos a todas y todos; para auditar cada uso de los ODS y conseguir preservar, con ellos el mejor de los prestigios al que ondee su nombre y bandera.
*** Carles Morales es cofundador de Orpheus.