Vivimos en un mundo globalizado y, al mismo tiempo, cada vez más dividido, donde muchas regiones gozan de niveles permanentes de paz, seguridad y prosperidad, mientras que otras viven en continuos ciclos de conflictos armados y violencia.
En la actualidad hay 34 guerras abiertas y cerca de 80 millones de refugiados, en su mayoría mujeres y niños. Es necesario que la sociedad conozca esa realidad, no podemos ponernos de perfil ante la utilización de mujeres y niños como instrumentos de guerra.
España y sus Fuerzas Armadas están absolutamente implicadas en la defensa de la paz, la seguridad y la libertad en el mundo. Pero para conseguir que esta paz sea real y más duradera es imprescindible la presencia de mujeres. La participación de las mujeres es uno de los elementos fundamentales de todo proceso de paz, son ellas quienes transmiten valores y avanzan el camino de la paz en los conflictos, son la semilla del cambio.
La mujer y su acción tienen ese poder transformador del que, a menudo, carecen las palabras contenidas en resoluciones y convenios internacionales. En países con escenarios bélicos, las mujeres son hacedoras de paz porque son capaces de poner en marcha dinámicas nuevas que sirven para atacar las causas profundas de los conflictos.
Son ellas las que mejor comprenden la prioridad que se debe dar a la satisfacción de necesidades básicas para el pleno desarrollo humano. Las que entienden la importancia de la educación, las que asumen los cuidados, las que transmiten el conocimiento tradicional, las que cuidan de la tierra. Son las que mejor pueden apoyar las acciones de prevención y consolidación de la paz a largo plazo.
España viene manteniendo un firme compromiso con la Agenda Mujeres, Paz y Seguridad (MPS) de Naciones Unidas, nacida de la Resolución 1325 del Consejo de Seguridad de la ONU, que marcó un punto de inflexión y puso de manifiesto el importante papel de la mujer en un conflicto armado como agente activo que contribuye de modo propio y diferenciado en los procesos de paz.
Igualmente, nuestra sociedad es consciente de la entrega, dedicación y confianza que inspiran nuestras Fuerzas Armadas como agentes de paz, destacando el papel de la mujer militar en los conflictos, su presencia es plus operacional en la protección de mujeres y niños en casos de abusos sexuales, en inteligencia o en asistencia sanitaria.
No debemos olvidar que, en la práctica, la violencia sexual sigue siendo una táctica de guerra en múltiples vertientes, que van desde el acoso y los insultos misóginos, a los secuestros y violaciones colectivas, pasando por los matrimonios y los embarazos (o los abortos) forzados, la esclavitud o las esterilizaciones no buscadas. Y estas inequidades no resueltas ni siquiera requieren de las guerras en territorios asolados como Malí, Afganistán, Yemen o Somalia.
La participación de las mujeres es uno de los elementos fundamentales de todo proceso de paz
En muchos de esos lugares, la población femenina local ve a nuestras mujeres militares como un ejemplo; los niños como la prueba de que otro mundo diferente es posible; a los hombres les obliga a enfrentarse al hecho de que la modernidad pasa por ahí, y a los gobernantes les hace reflexionar sobre el potencial humano, económico y social que han estado desperdiciando.
La labor de nuestras militares adiestrando, llenando de confianza y sirviendo de ejemplo a las compañeras de países que intentan dejar atrás la inestabilidad es uno de los instrumentos de paz y progreso más valiosos que podemos utilizar. A esa labor, y al papel de la población femenina local, nos referimos cuando hablamos de la mujer como factor disruptivo que facilita la resolución de conflictos, un concepto presente tanto en la Directiva de Defensa Nacional como en la Directiva de Política de Defensa, ambas aprobadas en 2020.
Estoy firmemente convencida de que incorporar e interiorizar de manera efectiva el mandato de la ONU en el Programa Mujeres es un verdadero imperativo moral. Apartarse de él, no asumirlo como uno de los ejes estratégicos de nuestra acción, además de inadmisible políticamente, restaría eficiencia a una gestión acertada y sostenible de la paz. Conviene no olvidarlo: no habrá paz duradera, sin mujeres.
La Resolución 1325 de Naciones Unidas, aprobada por el Consejo de Seguridad en el año 2000, insta a los Estados miembros a impulsar la representación de las mujeres en todos los niveles de toma de decisiones relativas a la prevención, gestión y solución de conflictos, negociaciones de paz y misiones de paz sobre el terreno. La perspectiva de género ha demostrado ser un elemento esencial para la paz y seguridad internacionales.
La violencia sexual sigue siendo una táctica de guerra en múltiples vertientes
Invita a los países a incorporar una perspectiva de género que tenga en cuenta las necesidades de las mujeres y las niñas durante las fases de prevención, conflicto y post-conflicto, así como al pleno respeto de las mujeres frente a la violencia por razón de género.
Todos tenemos la obligación de que ese papel de las mujeres no quede opacado, no quede callado, por otras circunstancias. En el caso de Afganistán, donde nuestras tropas estuvieron desplegadas casi 20 años, vemos cada día cómo las mujeres salen a la calle a reivindicar sus derechos frente al régimen talibán y eso nos llena de esperanza en que los cambios experimentados en estas últimas décadas no han caído totalmente en saco roto.
La presencia militar en ese país posibilitó a varias generaciones de mujeres y niños la posibilidad de vivir en un mundo mejor, rodeados de derechos y libertades, donde se podía acceder a estudiar en igualdad de condiciones, algo que ahora es impensable. Muchas niñas y adolescentes de Afganistán no han podido volver a la escuela.
En muchos de esos lugares, la población femenina local ve a nuestras mujeres militares como un ejemplo
Es imprescindible seguir alzando la voz en los distintos foros internacionales en defensa de los derechos humanos, especialmente de las mujeres y las niñas, y garantizar que el país no vuelva a convertirse en una plataforma o refugio de organizaciones terroristas, se lo debemos a los 102 hombres y mujeres que perdieron la vida allí en defensa de la paz y la seguridad en el mundo: 96 militares, 2 guardias civiles, 2 policías nacionales y dos intérpretes a los que nunca olvidaremos.
Como ha asegurado el secretario general de la ONU, António Guterres, "necesitamos que las mujeres luchen plenamente por sus derechos y necesitamos hombres que entiendan que sólo con la igualdad de género el mundo mejorará y resolverá los problemas". Es esta una obligación, plenamente asumida por nuestras Fuerzas Armadas, e indispensable si queremos un futuro en el que hombres y mujeres puedan vivir en paz disfrutando plenamente de sus derechos.
A ese fin debemos llegar juntos, recordando que solo se logra y se mantiene aquello por lo que se está dispuesto a luchar.
*** Margarita Robles es ministra de Defensa del Reino de España.