Los efectos de las actividades económicas en el medio ambiente se intensifican cada año. Y ya no es suficiente que las empresas simplemente disminuyan el daño que causan. Tenemos bases científicas para afirmar que las actividades económicas están alterando los límites de seguridad y justicia para la Tierra.
Recientemente, el estudio elaborado por la Comisión de la Tierra, con un equipo internacional de 51 investigadores de instituciones de 17 países), afirma que la mayoría de los límites para mantener un sistema terrestre justo y seguro, ya se han sobrepasado. Las actividades humanas están alterando el clima por el calentamiento global, impactando negativamente en la biodiversidad y en los flujos naturales del agua dulce.
Tenemos que asumir esta realidad como sociedad moderna, y seguir avanzando para construir en positivo. Desde cada actividad económica debemos ser conscientes, no sólo para mitigar y compensar los efectos adversos al medio ambiente, sino para inspirar a todas las empresas a "dar un paso hacia lo positivo" y proteger nuestra “casa común”.
Al ser pioneros en las cadenas de suministro regenerativas, podemos ir más allá de la reducción de las externalidades de nuestras operaciones y hacer más bien que mal, convirtiéndonos así en "positivos". Para lograr este fin, todas las empresas están llamadas a establecer objetivos de sostenibilidad.
Ciertamente todas las empresas, con independencia de su sector o actividad, pueden acoger voluntariamente objetivos de sostenibilidad. Estas son medidas responsables, alineadas con la Agenda 2030, hacia sistemas regenerativos que restauren la naturaleza y fortalezcan la sociedad.
Entre estas, usar energía de fuentes renovables, participar en campañas de limpieza de entornos naturales y marinos, conservar o regenerar bosques sobre la base de criterios técnicos, entregar alimentos a personas necesitadas, limitar el consumo de productos desechables o lanzar productos que contengan material o plástico reciclado.
Objetivos que, por muy repetidos, no dejan de ser tan ambiciosos como necesarios. Y necesitarán el concurso de todos, uniendo las habilidades y la pasión de todos los miembros de la empresa.
Este año, la ONU se centrará en las soluciones a la contaminación por plásticos —guiando a las empresas en su actividad como motor de la economía—. Desde la constitución del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) en 1972, se han podido colocar en la agenda global las preocupaciones ambientales más importantes, como la reducción de la capa de ozono, la gestión de productos químicos tóxicos, la desertificación o el calentamiento global.
Fechas como el Día Mundial del Medioambiente (5 de junio) se han convertido en una gran plataforma mundial para tomar medidas sobre cuestiones medioambientales. En 2023, este enfoque es sobre la situación de alarma producida por la contaminación de los plásticos.
Es más, el mes pasado, se celebró en París el segundo período de sesiones del Comité Intergubernamental de Negociación (CIN-2) del Tratado Global de Plásticos cuya aprobación se pretende en el año 2024. Un instrumento jurídico que será vinculante y ambicioso, hasta el punto de calificarlo como el pacto ambiental más importante desde la firma del Acuerdo de París contra el cambio climático.
La ONU constata que en el mundo se producen más de 400 millones de toneladas de plástico al año, de los cuales la mitad se conciben para una vida útil de un solo uso, y que menos del 10% se recicla. Cada año se estiman que entre 19 y 23 millones de toneladas de desechos de plásticos terminan en lagos, ríos y mares.
En consecuencia, se llama a los países a estar a la altura de este desafío y a transitar hacia una economía circular de los plásticos. Este sistema económico supondrá que el valor de los productos, materiales y demás recursos de la economía dure el mayor tiempo posible potenciando su uso eficiente en la producción y el consumo. Así, se podrá reducir el impacto medioambiental de su uso y minimizar los residuos y la liberación de sustancias peligrosas en todas las fases del ciclo de vida.
A nuestro juicio, las empresas no pueden ser ajenas a este nuevo reto. Podríamos calificarlo de emergencia climática, sin temor a equivocarnos ni a caer en falsos alarmismos. Con independencia de los objetivos y de las medidas vinculantes que lleguen a imponerse legalmente a determinados sectores de la economía, todas las empresas deben asumir este nuevo reto en sus propias políticas de sostenibilidad.
No tiene ningún sentido seguir consumiendo productos plásticos de un solo uso. No tiene ningún sentido no apostar por el uso racional de productos y materiales, por políticas de reparación y reutilización, por una economía circular.
En definitiva, como seres racionales que somos, coherentes y responsables, no tiene ningún sentido seguir encallados en una economía lineal y de consumismo desmedido que ha generado un altísimo coste por el impacto de sus residuos.
***Víctor Moralo Iza es Chief Sustainability Officer de ECIJA y socio de Sostenibilidad y Medioambiente