Retrato del militar español Luis de Unzaga y Amézaga.

Retrato del militar español Luis de Unzaga y Amézaga. Real Academia de la Historia

Historias

Luis de Unzaga y Amézaga, el conciliador malagueño que puso nombre a los Estados Unidos de América

Las artimañas diplomáticas del histórico personaje, y de su primo, el marqués de Amézaga, fueron determinantes para la creación de EEUU. 

12 julio, 2023 01:39
Frank J. Cazorla Granados Rosa Mª García Baena

Aún subyacen, velados en los pliegues de la historia, personajes que fueron protagonistas claves de su tiempo. Tal es el caso del estratega, gobernador político-militar y capitán general don Luis de Unzaga y Amézaga cuya vida y obras, trascendiendo lo meramente local, nos traslada a posiciones destacadas de la historia universal.

La figura cosmopolita de Unzaga y Amézaga surgió del crisol de una saga vasca de regidores y comerciantes como los Unzaga-Amézaga, que hundía sus raíces en el señorío de Vizcaya, y de una estirpe que destacó por sus méritos militares como los Paniza-Ladrón de Guevara de Motril y Sicilia, por parte de su madre.

Esto no quita que Unzaga y Amézaga tuviera que abrirse camino por logros propios, sirviendo desde los trece años a cuatro reyes borbones. Tras la pérdida de posesiones europeas, estos monarcas reorientaron sus intereses hacia América donde, precisamente, este personaje estará al frente del gobierno de capitanías generales y provincias de Nueva España. Y es allí, en un enclave histórico privilegiado, donde Unzaga y Amézaga desplegará su exitosa carrera político-militar, comprometida con una Corona que pretendía modernizar a las Españas.

En la actualidad, dos son las entidades que se encargan de rescatar, difundir y fomentar la persona y las obras de este insigne personaje: la Luis de Unzaga Historical Society y la Amezaga-Unzaga-Saint Maxent Research Institute. Ambas instituciones de investigación histórica tienen un convenio de colaboración en pos de la reparación y de la restitución del que fue gobernador de la extensa provincia de la Luisiana española, equivalente a un tercio de los actuales EEUU.

Desde su capital, Nueva Orleans, el gobernador Unzaga estaba realizando actuaciones de resolución de conflictos entre la población criolla (como por ejemplo la liberación de algunos cabecillas de la Revolución de la Luisiana de octubre de 1768 que pertenecían a la Francmasonería). Y tras la llegada de tropas británicas a las Trece Colonias que habían arribado para reprimir las sublevaciones contra la subida de impuestos, Unzaga vio la necesidad de apoyar secretamente a los colonos norteamericanos en su independencia.

Y lo hizo poco antes de la Masacre de Boston (1770). Unzaga y Amézaga empezó a trazar un servicio de inteligencia formado por una red de militares, comerciantes, amerindios e incluso miembros del clero, además del especialista en espionaje Estachería, para informarse de lo que estaba ocurriendo.

Tomando consciencia de la necesidad de defensa de la Luisiana y de la dificultad de ayuda de la metrópoli en caso de guerra, entre 1770 y 1775, optó por reorganizar sus posiciones estratégicas, formando a sus milicias, subdividiendo su extensa provincia y creando fuertes que sirvieran de núcleos de intercambio de información y libre comercio.

Antes de que los norteamericanos pudieran firmar su Declaración de Independencia, Unzaga había llevado a cabo una serie de actuaciones pioneras para ganarse su confianza: les había proporcionado toneladas de harina, medicamentos, pólvora, mantas, materiales sanitarios y uniformes a través de los ríos Mississippi y Ohio hasta Fort Pitt bajo bandera española para no ser detectadas por los ingleses y por vía de su pariente Gardoquí, lo que permitió a Washington sus primeras victorias.

Además, en abril de 1776, Unzaga y Amézaga había atendido las peticiones de ayuda del Ejército Continental americano. Primero, al dar refugio a varios buques perseguidos por otros de guerra británicos y al ofrecer suministros al Comité Secreto vía Pollock-Gibson. Y luego, respondiendo a las peticiones de la 5ª Convención de Virginia, que lideraban Patrick Henry y Edmund Pendleton, formuladas el 22 de mayo de 1776, lo que suponía un auténtico espaldarazo de la potencia española a los incipientes EEUU.

También en mayo de ese mismo año, Unzaga fundó la compañía Roderic Hortalez,  basada en gran medida en el capital mercantil de su propia familia, no solo por parte de su suegro, el rico comerciante y fundador de Saint Louis (Misouri) Gilbert Saint Maxent, y que tenía comercio con Europa, sino que seguía la tradición familiar de aquella empresa que había creado en 1692 su abuelo Thomas de Unzaga Gardoqui junto a su sobrino Balthasar Hurtado de Amézaga Unzaga, ambos regidores en Bilbao.

Los Amézaga-Unzaga-Gardoquí eran propietarios de importantes fundiciones metalúrgicas como la fábrica de Éibar desde donde saldrán muchas de las armas empleadas en la guerra de Independencia a favor del general Washington.

Tal y como expresa en la correspondencia cruzada que mantuvo en 1776 con los generales Charles Lee, Joseph Reed y George Washington, Unzaga se esforzó por inclinar la balanza a favor de la incipiente nación que él mismo reconocía ya como “los estados unidos americanos”, haciendo todo lo que estuviera en sus manos.

El estudio de la correspondencia, de las cartas entre protagonistas de la historia, no solo es una fuente primaria de incalculable valor historiográfico, porque ofrece diversos puntos de vista y observaciones de primera mano, sino que se constituye en fluido vital que va a permitir a la historia avanzar a través de los actantes que le van dando forma. En nuestro caso particular, nos ha permitido sumergirnos hasta la urdimbre por la que pasa la trama de las acciones humanas que van a conformar el tejido mismo de la vida.

Placa conmemorativa del malagueño Luis de Unzaga y Amézaga en la Alameda Principal, en el número 12.

Placa conmemorativa del malagueño Luis de Unzaga y Amézaga en la Alameda Principal, en el número 12. FECU

De esta manera, el análisis de la abundante correspondencia mantenida entre Luis de Unzaga y Amézaga, en el desempeño de sus cargos gubernativos, con las autoridades decisivas en la fundación de la nación de EEUU como los generales George Washington, Charles Lee, Nathaniel Greene, Stewart o Dickinson, gobernadores o funcionarios como Robert Morris, Patrick Henry o John Hancock, además de con la realeza, no sólo europea sino también con el sultán de Marruecos, Mohammed III, nos permite obtener una perspectiva global de los principales acontecimientos y protagonistas. 

Y esta vista se enmarca en un siglo XVIII que representa una bisagra entre el Antiguo Régimen y los nuevos cambios sociales, culturales, económicos y políticos que tendrán lugar a fines de siglo, alumbrados por las llamadas Revoluciones Atlánticas, germinadas entre el Golfo de Vizcaya, las Antillas y los focos iniciales de Nueva Orleans y Boston.

Tal y como hemos indicado, el estudio de la correspondencia de George Washington mantenida con sus generales, nos dio a conocer, en una misiva de respuesta a Charles Lee, el 4 de septiembre de 1776, que el gobernador y general Unzaga reconocía a este como “general de los Estados Unidos Americanos”. Esta expresión de Unzaga, formulada en castellano, constituía la primera vez que un representante gubernamental de una potencia europea identificaba a EEUU como país independiente y a uno de sus generales como tal y no como un mero líder de tropas rebeldes.

La carta de Unzaga en la que ofrecía a la nueva nación prestar toda la ayuda que estuviera en su poder, fue recibida por los generales de Washington con regocijo y satisfacción por su carácter halagüeño, pasando al conocimiento del comandante en jefe del Ejército Continental, George Washington a través de su edecán y mano derecha Joseph Reed.

De esta manera, el general Unzaga se convertirá en inspirador del nombre de los Estados Unidos de América, avalando el término ya sin anteponer Thirteen o Colonies a la denominación que aún quedaba como reminiscencia de las colonias inglesas.

Este cruce de correspondencia, que hemos localizado gracias a la Universidad de Virginia, estaba todavía sin vincular con el personaje que nos ocupa porque aparecía el apellido Unzaga erróneamente como Venzaga.

Luego, desde su posición privilegiada como capitán general en Venezuela y La Habana, Luis de Unzaga y Amézaga pudo seguir gestionando esfuerzos de ayuda material y militar a favor de EEUU. Entre 1783 y 1785 recibió varias peticiones de los padres fundadores de EEUU., George Washington y Robert Morris, para liberar el comercio. Gracias a la intermediación de Unzaga con unas letras de cambio de los banqueros Le Couteulx, se pudo pagar al Ejército Continental, evitando una rebelión en sus filas que pusiera en peligro la paz de los nacientes EEUU. con Inglaterra.

Además, el análisis de la correspondencia de Luis de Unzaga nos traza, con bastante claridad, las redes de influencia que se mantenían entre Europa y América, al tiempo que se nos desvelan aquellos agentes que servían de nudo de correspondencia discreta en una época en que la ingeniería militar y los altos oficiales trabajaban con redes de inteligencia, a falta de internet, en lo que podríamos denominar una postal networking.

Al hilo de esto y a lo largo de nuestra investigación, un nuevo personaje se nos ha ido perfilando ante nuestros ojos hasta cobrar una importancia inusitada: se trata del primo de Luis de Unzaga, el rico financiero marqués de Amézaga, hijo del gobernador de Málaga, Balthasar Hurtado de Amézaga Unzaga.

Analizando las cartas y encuentros mantenidos entre el marqués de Amézaga y el doctor Benjamín Franklin, podemos observar cómo Amézaga provee, entre 1777 y 1783, a este padre fundador y primer ciudadano de EEUU, de los contactos necesarios que harán posible la financiación para la independencia, entre ellos los de su propio hijo el ministro de Finanzas Amelot, secretario de Estado del rey de Francia y Gran Comendador de la Orden del Espíritu Santo que ejercerá su influencia desde la Corte.

Pero si Luis de Unzaga apostó por la victoria norteamericana, también lo hizo por la paz. Paralelamente, desde la otra orilla atlántica, Luis de Unzaga y Amézaga actuaba desde su puesto como capitán general de La Habana, donde su esposa Isabel y él, ambos con reconocidas dotes diplomáticas, juiciosos y templados, reciben en su residencia principal, con pirotecnia y otros agasajos en la primavera de 1783 (en el entreacto entre el fin de la guerra y el Tratado de Paz de París), a Su Alteza el Príncipe Guillermo de Inglaterra, futuro William IV.

Este fue el preludio que sirvió para canjear prisioneros y anunciar los preliminares de la paz, intercambiando Bahamas por Florida y ordenando Unzaga al embajador español que comunicase el fin de la guerra en EEUU, en el resto de dicho continente americano y en otros territorios alrededor del mundo. De hecho, su correspondencia llegó a territorios que hoy en día se han constituido muchos en estados de EEUU (como Arkansas, Alabama, Florida, Georgia, Illinois, Luisiana, Mississippi, Missouri, Nueva York, Pennsylvania y Virginia) o incluso países como Trinidad y Tobago y Venezuela.

En las negociaciones de París, además, intervendrá el suegro de Unzaga, el coronel don Gilberto Saint Maxent al presentarse con un mapa ya trazado con los futuros límites de Norteamérica en la reunión de negociaciones preliminares de la paz celebrada en agosto de 1782 en París ante los ministros John Jay y conde de Aranda, tratando de evitar más sangre derramada. Los movimientos estratégicos de esta gran red de influencias discurren dentro del llamado proyecto francmasónico “Le Conciliateur”, que se lleva a cabo entre diversos agentes de la red Unzaga-Washington-Franklin-Amézaga y que es el embrión de las Naciones Unidas.

Así pues, podemos concluir que detrás de las ayudas a EEUU para lograr su nacimiento estuvo durante todo el proceso como precursor y coordinador de una red de contactos familiares, el capitán general español don Luis de Unzaga y Amézaga, también conocido como “le Conciliateur”, que gestionó también la financiación francesa necesaria para ello.

Tras cuarenta y cinco años al servicio de la Corona española en el continente americano, Unzaga regresó a su Málaga natal. Detrás de sí, además de todo lo referido anteriormente, como gobernante ilustrado, dejaba el haber dado licencias a las primeras farmacias y médicos de Nueva Orleans, estableciendo así el primer sistema sanitario-farmacéutico en Norteamérica y el primer sistema educativo público bilingüe e intercultural del mundo.

Fue promotor de la colonización de nuevas tierras, repartiendo lotes a familias necesitadas de muy diversas procedencias, logrando que Nueva Orleans se convirtiera en referente intercultural. Asimismo, había dictado todo un cuerpo jurídico, conocido como el Código Unzaga, que impedía el abuso en la adquisición de esclavos y protegía a todos los habitantes sin distinción de sus orígenes; a lo que se le suma su prohibición de la tala de cedros.

En Málaga, entre 1787 y 1793, ocupó la Comandancia General del reino de Granada y la presidencia de la Junta de Reales Obras del Puerto de Málaga, una ciudad en expansión, en la que aún llevó a cabo actuaciones que permitieron vertebrarla y afrontar su flujo comercial. Falleció en su residencia, construida en la Alameda de Málaga, donde su viuda, la excelentísima Isabel Saint Maxent de Unzaga desplegará una intensa vida sociocultural, creando sociedades femeninas filantrópicas y donde sus hijos desempeñarán también un papel destacado en la historia.

Es llamativo el hecho de que no se conserve el retrato oficial de Luis de Unzaga y Amézaga. Seguramente, tiene relación con la persecución que sufrió la familia, especialmente sus hijos por su condición de afrancesados y liberales durante el reinado de Fernando VII. Su hijo mayor, Francisco Unzaga, presidente de la Junta liberal que mantuvo correspondencia secreta con su fiel amigo el general Torrijos, llegó a ser coronel del batallón de milicias cívicas de Málaga que defendió la monarquía parlamentaria en la figura de Isabel II.

Las últimas investigaciones testimonian que las actuaciones de los españoles Luis de Unzaga y Amézaga y de su primo el marqués de Amézaga, a través de sus respectivas redes de influencia, fueron determinantes, especialmente entre 1776 y 1783, para el nacimiento de los EEUU como nación.

Desde aquí reiteramos nuestro agradecimiento al apoyo que se está prestando desde distintas instituciones para que los logros de personajes tan relevantes para la historia internacional sigan reconociéndose, gracias, por ejemplo, a la emisión del sello Personajes: Luis de Unzaga y Amézaga, que une países transatlánticos, así como por la placa y glorieta en su nombre de las que ya dispone en la ciudad que le vio nacer y fallecer: Málaga.

De esta manera, no sólo se logrará hacer justicia histórica sino promover la idea de que las actitudes diplomáticas de militares y estrategas conciliadores como Unzaga y Amézaga minimizan los conflictos armados.