A medida que nos acercamos al 2030, el reloj sigue avanzando y los compromisos globales se enfrentan a la prueba del tiempo. La Agenda 2030 de las Naciones Unidas, con sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), busca transformar el mundo en un lugar más justo, sostenible y próspero. Sin embargo, ¿cómo están progresando Europa y Estados Unidos en esta ambiciosa misión? Mientras algunos logros destacan, las barreras persisten, y el camino hacia un futuro sostenible se perfila lleno de desafíos y oportunidades.

El cambio climático se ha posicionado como uno de los mayores desafíos globales de nuestro tiempo. La comunidad internacional ha establecido objetivos ambiciosos, como la neutralidad climática para 2050, con Europa liderando la carga a través del Pacto Verde Europeo y el Reglamento sobre el Clima.

En Estados Unidos, la administración actual ha reafirmado su compromiso con el Acuerdo de París, prometiendo reducir las emisiones entre un 50-52% por debajo de los niveles de 2005 para 2030. Además, se están considerando medidas como la implementación de un precio al carbono para incentivar la reducción de emisiones, así como la implementación de la Ley de Reducción de la Inflación y sus incentivos para energías renovables y vehículos eléctricos.

La necesidad de los gobiernos por seguir incluyendo políticas que busquen alcanzar los objetivos planteados es cada vez más imperante. Recientemente, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicó la mayor encuesta independiente de opinión pública sobre el cambio climático, revelando que un 80% de los encuestados desea que sus gobiernos impulsen medidas más agresivas contra el cambio climático. El 72% apoya una rápida eliminación de los combustibles fósiles y el 69% considera los impactos ambientales en decisiones clave como dónde vivir o trabajar. La demanda pública de acciones climáticas no solo refleja un imperativo moral, sino también una cuestión de competitividad económica en el mercado global.

La transición hacia una economía baja en carbono es ineludible no solo por razones morales sino también por la competitividad. Las empresas y las naciones que lideren esta transformación estarán mejor posicionadas para dominar la economía del futuro. La UE ya destina el 30% de su presupuesto a proyectos relacionados con el clima y ha movilizado hasta 90.000 millones de euros a través del mecanismo de transición justa para apoyar a las regiones más afectadas.

En Estados Unidos, la Ley de Reducción de la Inflación incluye incentivos para energías renovables y vehículos eléctricos, subrayando la oportunidad económica que presenta la descarbonización. La acción climática no solo es una necesidad ambiental, sino una estrategia competitiva clave.

Las elecciones tienen el potencial de influir significativamente en la agenda climática. Las recientes votaciones al Parlamento Europeo podrían ralentizar la agenda climática debido al ascenso de partidos euroescépticos y de extrema derecha, quienes suelen oponerse a políticas medioambientales ambiciosas. Aunque los grupos proeuropeos mantienen la mayoría, el avance de formaciones como Identidad y Democracia podría dificultar la aprobación de nuevas medidas.

En Estados Unidos, las elecciones presidenciales de noviembre de 2024 serán cruciales. Una victoria demócrata probablemente reforzaría los compromisos climáticos del país, presionando a otros países a tomar medidas más agresivas. Sin embargo, una victoria republicana podría revertir muchas de las políticas actuales, retrasando significativamente los avances y debilitando el liderazgo global de Estados Unidos en la lucha contra el cambio climático.

A pesar de los posibles retrocesos, la dirección hacia una economía baja en carbono está fijada. La cooperación internacional, la innovación y el compromiso serán esenciales para intentar cumplir con la Agenda 2030 y asegurar un futuro sostenible para todos. Las elecciones pueden influir en el ritmo, pero no en la inevitabilidad de la transición. La presión pública y la competencia económica global garantizan que, aunque la marcha pueda ralentizarse, no habrá vuelta atrás en la lucha contra el cambio climático.

*** Juan Verde es estratega internacional en economía sostenible.