La Agenda 2030 fue aprobaba en Asamblea General de Naciones Unidas en el año 2015, tras la declaración del Milenio y los Objetivos de desarrollo del Milenio (ODM). Una actualización de una hoja de ruta a 15 años, de la comunidad internacional en el orden social y económico, abogando por una igualdad real entre países y priorizando la sostenibilidad del planeta.
Los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) se circunscribían en metas más concretas con cinco esferas sobre las que pivotar en el marco de la Agenda: las 5 P del desarrollo: People, Planet, Prosperity, Peace and Partnerships (personas, planeta, prosperidad, paz y alianzas).
También por primera vez en el seno de la ONU, los países ricos deberían no solo cumplir con su parte, sino ayudar a los países empobrecidos lograr su cumplimiento. Pero como cualquier estrategia que necesita ser aprobada por unanimidad de casi 200 países en el seno de la Asamblea General, no ha sido tan ambiciosa como se pretendía.
Al ser de carácter mundial es poco concreta y no es vinculante. No pudo ser tan ambiciosa como se pretendió en un principio. Eran demasiados jefes de Estado y de Gobierno a los que poner de acuerdo, por lo que cada país podía aplicar sus metas como estimase oportuno, rindiendo cuentas sobre los compromisos alcanzados.
El mundo se ha vuelto mucho más complejo desde el 2015, con acontecimientos inéditos y que han dejado cicatrices en la comunidad internacional como los coletazos de la guerra de Siria, de las crisis migratorias en distintos continentes, la pandemia del coronavirus con sus vacunaciones masivas de la población, la invasión rusa en Ucrania, el infierno de Gaza, la polarización de las sociedades con los ascensos de las derechas extremas, las consecuencias del cambio climático…
Y todo esto ha generado anticuerpos en la población mundial, hastiada de remar en contra de catástrofes y calamidades encadenadas, con más ahínco en los dos últimos lustros. Este caldo de cultivo ha sido bien abonado por conspiranoicos y ultras en pro de teorías globalistas denunciando a una supuesta élite que impone normas en todo el mundo.
Los últimos en decantarse como enemigos del logo multicolor de los ODS han sido los agricultores y el campo, que es verdad que están obligados por legislaciones europeas como la ley de restauración de la naturaleza, el Pacto Verde, la propia PAC o la estrategia de la "Granja a la mesa", pero que nada tienen que ver con la Agenda 2030.
De hecho, las tres grandes organizaciones agrarias españolas (Asaja, COAG y UPA) no se han posicionado en contra. Es verdad que, según los expertos, las tractoradas denuncian un nivel de burocracia y de normativas exagerado, que asegura el cumplimiento solo a los grandes productores. Muchos fondos de inversión están ocupando tierras en suelo agrario, especulando. Las políticas actuales se están llevando por delante al pequeño y mediano agricultor.
Los ataques a la Agenda 2030 forman parte de la ola reaccionaria global, caracterizada por discursos negacionistas en el terreno de la emergencia climática, de los derechos humanos y de la propia democracia. Trump, Milei, las derechas extremas en los parlamentos de toda la UE, y en España VOX, califican la Agenda de "socialista" y "comunista" con ánimo deslegitimador.
¿Por qué esa virulencia hacia una propuesta en el seno de Naciones Unidas cuyos ejes capitales son la sostenibilidad ambiental, la reducción de la pobreza, del hambre, la reducción de las desigualdades, el mejor reparto de riqueza y de responsabilidades dentro de la sociedad internacional, entre los países desarrollados y los empobrecidos?
En la última revisión, en la Asamblea de la ONU, en septiembre del 2023, la hoja de ruta con la que el mundo debía unir sus esfuerzos para combatir las desigualdades y la emergencia climática, no solo no se ha formalizado, sino que dista mucho de cumplirse por el impacto de las múltiples e interconectadas crisis ya descritas. E
El propio secretario general de la ONU, António Guterres, sentenciaba en unas declaraciones en el marco de la Asamblea General: "Actualmente, solo el 15% de las metas que nos marcamos en 2015 van por buen camino". Y lo que es peor, "muchas están incluso retrocediendo", por lo que exigía a los representantes políticos "que se sienten a la mesa con propuestas concretas para el avance de los ODS".
"Estamos hablando de las esperanzas, los derechos y las expectativas de las personas y de la salud de nuestro planeta", sentenciaba.
Como sostienen los investigadores Koldo Unceta, Nacho Martínez y Pablo Martínez en la revista político-cultural Galde en un extenso artículo sobre por qué la Agenda 2030 se ha convertido en la diana del "negacionismo sociológico": "Es absolutamente necesario, disputar el contenido de la Agenda 2030 frente a los sectores retardistas y, al mismo tiempo, plantear una firme defensa de la misma, como expresión de una apuesta global por la democracia, la sostenibilidad y la justicia global, frente a la derecha reaccionaria que trata de impedir, por todos los medios, cualquier posible transición hacia otro modelo de convivencia".
*** David Álvarez Rivas es copresidente del VII Congreso internacional de Estudios del Desarrollo, secretario académico del Instituto Universitario de Desarrollo y Cooperación (IUDC) y profesor del departamento de Periodismo y Nuevos Medios (PyNM) CCINF, UCM.