Pablo Rodríguez y la vida submarina: “Los políticos que niegan el cambio climático saben que mienten”
ODS 14: Este oceanógrafo sueña con mejorar la salud de la vida de los mares y océanos del planeta con sus expediciones.
17 septiembre, 2021 03:18El oceanógrafo Pablo Rodríguez Ros (Cartagena, 1990) se doctoró el año pasado por el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona (ICM-CSIC) y la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Actualmente, se dedica a tender puentes entre política, ciencia y sociedad. Pero antes hace pocos meses fue asesor del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en temas de medio ambiente, océanos y cambio climático.
También es el consultor del Cartagena Oceanographic Research Institute (CORI). Recientemente, publicó su primer libro, Argonauta, una bitácora de las expediciones y campañas oceanográficas que ha realizado por los siete mares, buscando la conexión siempre con el cambio climático.
¿Cuál es tu primer recuerdo con el mar?
Está relacionado con la pesca. Mi padre pescaba cuando yo era pequeño, desde que tengo uso de razón. Es posiblemente mi primer recuerdo haciendo algo, con la caña apoyada en las rocas en el puerto.
¿Sigues pescando?
No [sonríe]. No tengo tanta paciencia. La verdad es que cuando eres niño, es muy raro que te guste estar sentado o esperando. Pero sigo de vez en cuando acompañando a mi padre, más que nada para estar con él.
¿Algún otro recuerdo del mar?
Mi abuelo materno era marino de la armada, recuerdo que andaba con él por el puerto de Cartagena. También suelo bucear. Cuando era pequeño me ponía las gafas de bucear, las aletas y me iba a ver los peces.
De hecho, cuando llegué a la universidad y estudiaba taxonomía de peces, me los sabía todos. Recuerdo que tenía un libro que se titulaba Fondos y especies de la región de Murcia, aún lo conservo. Creo que fue el regalo de mi comunión.
Cuando subía a casa buscaba en el libro lo que había visto buceando, lo identificaba, leía todas las descripciones y lo memorizaba.
¿Eras un niño deportista?
Me gustaba el deporte, correr, nadar y la naturaleza. No me gustaban los videojuegos ni los muñecos.
¿Cómo elegiste qué estudiar?
[Ríe] La historia real no es muy inspiradora. En el momento de entrar en la universidad no tenía muy claro lo que quería hacer. Cuando haces la solicitud, tienes que poner tres opciones.
La semana antes de hacerla, quería hacer Veterinaria. A la siguiente, puse primero, Ciencias Ambientales, luego Ciencias de la Actividad Física y como tercera opción, Medicina, por hacer la broma a mis padres.
No debemos consumir productos del mar que usan artes de pesca nocivas
¿Ciencias Ambientales te aportó una visión completa del mar?
Allí se estudia cómo interacciona la biodiversidad con los sistemas humanos. Y lo cierto es que si quieres solucionar un problema ambiental, tienes que entender las dos partes, la naturaleza y lo humano, las leyes y los sistemas socioeconómicos.
Desde el principio de la carrera estuve dos años como alumno colaborador en el Mar Menor, trabajando en la Universidad de Murcia. Y cuando estaba a punto de pasar a cuarto me fui ese verano a Cádiz al Instituto de ciencias marinas de Andalucía (ICMAN-CSIC).
¿Te gustaba mucho viajar, verdad?
Sí. En quinto de carrera, lo hice con una beca Erasmus en Aberdeen, al norte de Escocia, donde estudié Biología Marina. Hice un máster sobre cambio global en Mallorca y uno de mis profesores me fichó. Cuando acabé me dijo que fuera a Barcelona y me dieron la beca de La Caixa para hacer el doctorado en la Antártida.
¿Y te trasladaste a la ciudad de La catedral del mar?
Sí, fui a Barcelona. Como nota literaria curiosa, el libro de Pérez Reverte, La Carta Esférica, habla de un marinero que se va a vivir a Barcelona, en el mismo barrio en el que yo vivía.
Pronto me comunicaron que se había quedado una plaza libre en el buque Hespérides, que iba navegando hasta Chile y Argentina. Curiosamente, la base de este buque era Cartagena, -desde mi ciudad de origen-, rumbo a la Antártida.
¿Cinco expediciones y cuatro estancias no es mucho para un doctorado?
Sí, la primera expedición fueron dos meses y medio, así empecé. Me hacía mucha ilusión. Piensa que soy de familia de astilleros. Mi padre y mi abuelo participaron en la construcción de ese buque.
Luego viajé otros tres meses en otro tercio de la vuelta a la Antártida, desde Ciudad del Cabo a Tasmania. Posteriormente, en la Polinesia francesa. Y terminé mis estancias en Canadá, Suiza y California, muy cerca de la frontera con México en San Diego.
¿Qué resultados obtuviste de tus investigaciones viajando?
Viajaba con el objetivo de recabar datos para mi doctorado, coger muestras, procesarlas, e intentar una modelización numérica. Uno de los resultados del doctorado fue un artículo en la revista de Science Union de Estados Unidos.
Trataba sobre un modelo matemático que se puede implementar en los satélites para, desde el espacio, observar algunos compuestos gaseosos del océano Antártico.
¿En qué consistían esos modelos?
Mis modelos tenían que ver con un compuesto gaseoso, el isopreno. Es un gas que produce el fitoplancton marino, un compuesto que del agua pasa a la atmósfera y ahí forma aerosoles orgánicos secundarios, pequeñas partículas. Estudié cómo estos gases son capaces de producir nubes en regiones remotas del océano.
¿Esto en relación con el cambio climático?
Sí. Parece algo evidente, pero es que las nubes son blancas, al igual que las regiones polares y ayudan a que el planeta se enfríe porque reflejan radiación solar.
Si estos procesos de formación de nubes se ven alterados de alguna manera, la cantidad de radiación que puede reflejar es menor y el planeta podría calentarse más rápido. Comprender el funcionamiento de este proceso en el mar y su temperatura, es clave para los modelos de cambio climático.
En cuanto a los retos de los océanos, la pelota no está en el tejado de la ciencia y la tecnología, está en el terreno de la política
¿Los resultados estaban ya conectados con un futuro catastrófico?
Es de las cosas más inciertas, es difícil estudiarlo. Íbamos a la Antártida porque está muy lejos de la civilización. En Madrid, con las partículas que hay en el aire, sería complicado estudiar algo sin interferencia humana.
Un político hace poco afirmaba que si subía un grado la temperatura de la tierra no sería tan grave porque así se gastaba menos en calefacción. Esto es una tontería enorme, porque la gente muere por los fenómenos meteorológicos extremos, -de calor y frío-, asociados al calentamiento global.
Es de una frivolidad tremenda. Está muriendo gente. En Canadá ha habido una ola de calor recientemente. Han muerto muchas personas en zonas donde no había olas de calor o de frío.
¿Los políticos mienten entonces?
Los políticos que niegan el cambio climático saben perfectamente que lo que están diciendo es mentira. Lo niegan por intereses propios. Hay gente que es imposible de convencer, es absurdo. Donald Trump sabe que el cambio climático es real.
¿Hasta qué punto es grave?
Es gravísimo. El cambio climático es el reto más grande de este siglo y espero que seamos capaces de controlarlo para que no vaya más allá. No es algo del futuro, es un tema del presente y que está pasando en España. Habla con agricultores y gente de diferentes zonas rurales, y verás.
Los países que menos culpa tienen del cambio climático son los que más están sufriendo
¿Qué podemos hacer como ciudadanos?
El objetivo 14 se refiere a los océanos, los mares y los recursos marinos… A nivel individual, se pueden hacer muchas cosas. Pero siempre digo que lo mínimo es votar, votar a los que se toman esto en serio.
Me interesa mucho la acción individual que se transforma en colectiva. Si haces algo tu ejemplo puede ser seguido. Cuando damos consejos, tendemos a caer en el consumo, parece que lo único que podemos hacer es cambiar nuestra manera de consumir.
Obviamente, debemos intentar no consumir productos del mar que usan artes de pesca nocivas, lo cual está bastante regulado. Un buen consejo para Madrid es que los peces que consumes vienen de algún lado, eso tiene un impacto, como la pesca de arrastre.
Pero se trata de un asunto sobre todo político. Hace falta más presupuesto y tomar medidas. Además, hay una paradoja, los países que menos culpa tienen del cambio climático son los que más están sufriendo.
¿Un sueño personal?
Como sueño, el mío era ir a la Antártida y lo cumplí con 24 años. Ahí me quedé en un vacío existencial. Con respecto a los retos de los océanos, como la crisis del Mar Menor, la pelota no está en el tejado de la ciencia y la tecnología, sino en el terreno de la política.
En la imagen que abre esta entrevista, Pablo Rodríguez sostiene el cartel del ODS 14 (vida submarina). Se define mencionando dos mares y dos océanos, elige -por orden biográfico- el Mar Menor, el Mediterráneo, el océano Antártico y el Pacífico, en concreto, la Polinesia francesa, donde hizo sus viajes más fructíferos en investigación.