Paula Ulargui, la joven promesa navarra que diseñó el vestido biodegradable de Cristina Pedroche
La diseñadora desgrana los secretos de sus creaciones más sostenibles que revolucionan el mundo de la moda.
17 enero, 2024 01:49Paula Ulargui (Pamplona, 1998) es la joven navarra que ha diseñado el vestido de Nochevieja de Cristina Pedroche y que tiene a toda la industria de la moda pendiente de sus creaciones. Es la misma que también es capaz de sembrar esperanza. Sus prendas son pieles siamesas que nos reconectan con la madre naturaleza de la que no debíamos habernos separado y con la que hace llegar su mensaje de reconexión mediante tejidos biodegradables en los que crece la vida.
Todo empezó en una charla sobre el Antropoceno, cuenta. “El hombre se ha sentido con el poder de explotar la naturaleza y quiero volver a poner al hombre al mismo nivel que la naturaleza. Un ejercicio físico en el que el ser humano vuelve a conectarse para respetarla”, dice. Este concepto filosófico le guía como inspiración para hacer crecer plantas en tejidos y visibilizar sus valores.
¿Qué se siente al implicarse en un reto que va a ser visto y valorado por millones de personas?
Diseñar el vestido de Cristina Pedroche para las campanadas de Nochevieja era un reto que, obviamente, no podía rechazar porque es una ventana brutal a nivel de España. También es verdad que se critica mucho. En el momento en que conocí a Cristina, me dijo: “Prepárate para la crítica, mis estilismos siempre levantan polémica”.
Tiene gente que la apoya mucho y ofrece comentarios muy positivos y luego una gran masa que directamente la rechaza. Sabiendo que esto iba a pasar, me quedo con lo positivo a nivel de experiencia; también con todo lo que he aprendido en el proceso, con el equipazo que he tenido detrás y los mensajes de mucha gente dándome la enhorabuena.
Te das cuenta de que en realidad mucha crítica viene de gente que no termina de entender el mensaje, pero que empieza a darle vueltas en su cabeza y eso a mí me vale para dar a conocer mi proyecto, que habla de concienciación y de sostenibilidad.
La originalidad del traje, ¿fue suya, de Cristina o de su estilista, Josie?
El concepto del agua lo pensó Josie. Quería hablar de una fuerza de la naturaleza por una situación que había vivido en Villa Josie: en este caso quería visibilizar la importancia del agua limpia y del cuidado de ese recurso.
Él me llamó, porque conocía perfectamente mi trabajo: buscaba una primera parte, que es la capa del abrigo con un volumen grande; y, luego, el traje de dentro, es decir, el vestido. Yo le propuse hacerlo con biomateriales hechos a partir de componentes puramente orgánicos y/o biodegradables.
En este caso, para que fuera un vestido puramente de agua, era necesario que trabajase las texturas de tal manera que Cristina pareciera metida en una cápsula de agua de la que brotaba vida hacia el exterior. En toda la prenda de la capa crecen plantas, porque el agua subterránea las riega.
¿Cómo fue el proceso?
Empezamos en septiembre de 2023. Las plantas las pusimos veinte días antes mediante un cultivo hidropónico. Los días de antes fueron muchos nervios porque en la naturaleza nada es exacto y por más que se controlen las luces del cultivo, el riego, la temperatura, la humedad… A veces hay fallos. Por ejemplo, una plaga no se puede controlar.
¿Con cuántas personas trabaja en su equipo?
Para este proyecto, hemos sido cinco personas. Estoy muy agradecida a los artesanos que me han ayudado con los zapatos, las capas… Mi parte es la investigación, pero soy una enamorada de la artesanía y, aunque no hicieran falta los mejores zapatos, yo sí que he querido trabajar con los más capaces.
¿Se planteó la idea de que las prendas volvieran a la naturaleza tras su uso? ¿Tienen fecha de caducidad?
Cristina se queda con los vestidos de cada año y este también está guardado. Es un vestido superbiodegradable que necesita cuidados, porque le afectan mucho las condiciones ambientales. Por ejemplo, si le echas agua caliente, se deshace instantáneamente; o si lo dejas al aire libre, al cabo de unos meses se degrada.
Pero se puede lograr, yo tengo todos mis trajes de la carrera guardados. Hicimos dos capas, por si acaso, y una de ellas la mantengo para hacer pruebas. A nivel de investigación, intento seguir haciendo experimentos más allá del momento del show. En el caso de la capa, si no se quiere seguir manteniendo con vida, se puede secar totalmente, al igual que una planta o una flor. En la naturaleza, el tejido en el que crece es un fieltro de lana.
¿Es la primera vez que le hacen un encargo de este estilo o ha tenido más?
Para una venta así de masiva y un traje a medida para una persona en particular, es la primera vez. Normalmente, lo hago para desfiles o eventos: por ejemplo, en la semana de la moda de Sao Paulo colaboré con el diseñador emergente Tom Martins, que me encargó cuatro vestidos; o para el desfile de la casa Loewe, me comprometí a hacer 80 zapatos…
¿Qué lugar ocupa la naturaleza y la sostenibilidad dentro de su creación?
El cien por cien. Desde el primer día que empecé la carrera de moda, sabía lo que iba a hacer. Quería dar esperanza a la industria a través de la sostenibilidad. La moda tiene sus partes buenas y sus partes malas: me generaba muchísima incertidumbre el lugar que iba a tener yo en ella. Por eso puse el foco en la naturaleza: digamos que la sostenibilidad es mi primer foco y la naturaleza, el segundo.
Todo empezó cuando fui a una charla sobre el Antropoceno, la época geológica en la que el hombre se ha sentido con el poder de explotar la naturaleza y tomé conciencia de cómo estamos distorsionando los biorritmos. En ese momento, pensé en una manera de volver a poner al hombre al mismo nivel que la naturaleza. Un ejercicio físico en el que el ser humano vuelve a conectarse para respetarla, algo muy filosófico… Y esta fue la inspiración de mi proyecto de final de carrera, donde hice crecer plantas en tejidos para lanzar este mensaje.
¿Cuánto tiempo lleva creando diseños que se fusionan con la naturaleza y cómo surge la idea de hacerlo?
En 2019, mi proyecto de final de carrera fue el origen de todo: buscaba trabajar con materiales que tuvieran un concepto sostenible y artístico. Se llamó Pieles Siamesas y se dividía en tres ramas de investigación: naturaleza comensalista, naturaleza mutualista y naturaleza simbiótica, porque investigué tres tipos de especies de plantas, caso de los microgreens, que son plantas del desierto, y los micelios, que son las setas. Pero ahora se llama Paula Ulargui x Nature, que son todas las colaboraciones que hago con la naturaleza.
Yo creo el soporte, pero la naturaleza es quien le da toda la belleza, el color, la textura... Investigo cómo hacerla crecer de manera bonita, porque al final lo estético es lo que enamora a la gente. Nos equivocamos cuando convertimos la innovación y la sostenibilidad en algo científico desvinculado de lo bello. Digamos que la rama de las plantas es la que más ha crecido, pero no pongo límites en los materiales. Por ejemplo, en el vestido de Cristina he utilizado los biomateriales, otra rama de investigación que había dejado un poco más de lado.
¿Solo arte o también piensa diseñar producto?
El arte es lo que sigue enamorando a la gente. Por ahora, no voy a crear un producto escalable, sino investigar en este mundo en el que todos empezamos a evolucionar hacia lo sostenible sin saber realmente qué materiales son los que generan el menor impacto. Quiero centrarme en ampliar el mensaje y en nuevas colaboraciones.
¿Cómo nace esta relación suya con la naturaleza? ¿A través de su familia?
Siempre he ido a colegios donde los valores que nos inculcaban estaban relacionados con la naturaleza y realmente se impulsaba la creatividad del alumno. En España fui a la Escuela Libre de Enseñanza Micael. Nunca fui una estudiante mala, pero tampoco una estudiante megamotivada. Estudiar en estos colegios me hizo entender qué es lo que quería hacer en la vida.
¿Qué planes tiene a futuro?
A raíz de este proyecto, me han llegado muchas ofertas de hacer más trajes, entre otras oportunidades que estoy valorando. Y me gustaría seguir investigando.