Una niño camina solo por la Gran Vía de Madrid. Se aúpa en una banqueta para colgar un cartel, con la foto de una mujer: "Se busca. Mamá desaparecida". Una caligrafía infantil ha escrito: "Salió de casa ayer por la mañana y todavía no ha vuelto". Y el pequeño se sienta a esperar.
Los paseantes se paran, sorprendidos, conmocionados. Hombres y mujeres, jóvenes y mayores, escudriñan el cartel con gesto de extrañeza. Hay quien alarga una mano que acaricia, busca consolar al niño que espera a su madre, con la que comparte apenas dos horas al día, que se gastan rápido en las tareas, las comidas, el aseo, el camino al colegio. Sobrevivir más que vivir en familia. Ahora es una tropa menuda la que empapela el centro de Madrid reclamando a sus padres y madres: más de 1.131.300 "desaparecen" así cada día, relata el vídeo que estamos viendo.
Esta es la impactante campaña que arroja luz sobre el drama silenciado de las familias españolas, la conciliación. El dato que refleja es demoledor: según la encuesta del INE, de lunes a jueves, los padres y madres sólo comparten dos horas y cuatro minutos al día con sus hijos. La cultura empresarial, los hábitos sociales, la falta de incentivos institucionales y hasta el horario conspiran en su contra. La campaña #yonorenuncio que promueve el 'Club de las malas madres', clama por ponerle fin. Fue lanzada el 8 de marzo, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer; ya ha sido vista más de 100.000 veces en Youtube.
¿Pero quien es este club de "malas madres" y quién querría identificarse con un mote así? Su creadora es la ejecutiva de publicidad Laura Baena, y surge de un sentimiento que los madres y padres trabajadores de España comparten en silencio: la culpa. Por no dedicar a sus hijos el suficiente tiempo, dedicación y paciencia, pero también por sentir que descuidan sus obligaciones profesionales. "No depende de ti, no depende de él", clama la campaña, para frenar esta espiral que impide pedir cuentas a quien realmente debe aportar soluciones.
"Después de intentar conciliar, comiendo menos, viviendo menos, durmiendo menos, te caes" - explicaba Baena al arrancar su combate por la conciliación el pasado noviembre desde Change.org. "Yo me sentía mala profesional, mala creativa, mala esposa y mala madre". De esa experiencia de mala madre surgió un blog a través del cual descubrió a toda una generación de mujeres que se identificaban con ella.
Y de ahí su proyecto profesional, una manera de luchar por la conciliación practicándola, y cuyas seguidoras se definen alegremente como malasmadres. "Etiquetarnos con malamadre es una crítica a esa sociedad que nos exige tanto y nos hace sentirnos pequeñitas", clama el manifiesto fundacional del club. "Venimos a quitarnos los complejos, a reírnos de nosotras mismas, a reconocer que no llegamos a todo".
Sin trabajo por ser madre
Patricia Tablado es una de estas malasmadres militantes. Al igual que Baena, trabaja en un sector especialmente ingrato para la conciliación, el de la comunicación. Incluso las primeras figuras lo acusan. "La conciliación es una milonga" - denunciaba el pasado febrero la periodista Ana Pastor, a raíz de la decisión de la diputada de Podemos Carolina Bescansa de llevar a su bebé al Congreso. "Los políticos la tienen todo el día en la boca, pero luego ponen las ruedas de prensa a horas demenciales".
Tablado trabajaba en una agencia de comunicación cuando se quedó embarazada. "No dije nada, porque mi pareja estaba en paro" -explica. "Poco después, en lugar de renovarme, me pasaron a 'falsa autónoma'. Tampoco pude decir nada". Desde su nueva condición laboral consiguió una pequeña cartera de clientes además de su empleador original. Al cumplir seis meses de gestación, les llamó para decirles que estaba embarazada y que incorporaba a otra persona a su coste para seguir prestando servicio.
"Mi antiguo jefe me felicitó. A las nueve de la mañana del día siguiente tenía un correo electrónico comunicándome que la agencia iba a efectuar recortes y lamentaba prescindir de mi colaboración. Perdí a tres de mis cinco clientes" - cuenta Tablado. Poco después, su antigua agencia contrataba a un joven para hacer su trabajo.
Tablado había aumentado su contribución voluntaria como autónoma para cobrar una baja de maternidad superior a la mínima, que es de 884 euros. Pero se le fue en pagar a su empleado y en una cuota de autónomos de 300 euros. Aunque el Estado concede ayudas para esta contratación, "a menos que factures mucho, acabas pagando el doble".
Aunque el régimen de autoempleo es el más vulnerable, las empleadas a cuenta ajena tienden a sufrir un fenómeno de rechazo en su reincorporación tras la baja, cuando el Estado deja de subvencionar su parte. La ley protege a la trabajadora, pero puede encontrarse con penalizaciones como verse retirada sin otro motivo de las categorías de ascenso, o sufrir directamente mobbing. La empresa hará sus condiciones laborales tan penosas que ella optará por abandonar. "Conozco el caso de una compañera a la que pusieron a trabajar, literalmente, en un armario" - cuenta Tablado. "No es una una excepción".
La solución para ella fue, como para Baena, hacer de la conciliación un oficio además de una causa. Fundó Community madre, una empresa de servicios de comunicación online destinada específicamente a trabajar con padres y madres trabajadores. Su empleados son también personas que necesitan conciliar.
Una de las medidas que han implantado es la amplitud y flexibilidad de horarios. "A partir de las cinco de la tarde nos ocupamos de los niños y los clientes saben que no trabajamos, aparte de que se están ocupando de los suyos propios" - explica. "Pero a partir de las nueve, cuando están acostados, retomamos".
Promesas electorales
Aprovechando las elecciones generales, la petición desde Change.org por un pacto por la conciliación fue remitida a los candidatos de los principales partidos. Únicamente el PP la dejó sin contestación. Podemos, PSOE, Ciudadanos, IU y UPyD compartieron sus programas en materia de conciliación que han quedado en el aire por la parálisis en la formación de Gobierno.
Una de las propuestas que se repite es la de aumentar el periodo de baja y equiparar la del hombre con la de la mujer. Sin embargo hay un factor que genera controversia, el proyecto, que mantienen partidos como Izquierda Unida, de hacer intransferibles esos días entre los progenitores. Los defensores de la medida argumentan que obligará a los varones a implicarse más en la crianza y las tareas del hogar; su detractores, que las familias necesitan flexibilidad para organizarse. La madre puede ser quien necesite reincorporarse antes, y el padre quien pueda pasar más tiempo en casa.
La jornada laboral "continua y flexible" es otra de las medidas más mencionadas, pero se enfrenta al presencialismo imperante en la cultura empresarial de nuestro país. Una jornada de 8 a 6 en la que dos horas puedan ser distribuidas a criterio del empleado, para recoger a los niños o, complementada con teletrabajo, volver a casa para ocuparse de ellos. De esta forma se reduciría la dependencia en familiares o ayudas externas que cuesta anualmente 22.500 euros a las familias, según datos de la Unión Sindical Obrera.
La conciliación en la empresa es el principal reto pendiente y la legislación ofrece soluciones incompletas. La reducción de jornada, señala Tablado, suele implicar "reducción de sueldo pero no de carga de trabajo". Aunque se logre aumentar la productividad, quien se marcha primero del puesto de trabajo carga con el estigma del "escaqueo". La incomprensión hacia lo que implica la paridad es otro problema latente. "A un hombre se le empieza a mirar mal cuando se marcha dos veces porque sus hijos están enfermos", asegura.
Son las 18:00 horas de un día cualquiera. Tenía que haber salido hace 30 minutos. El corazón se acelera y no puedes dejar de mirar el reloj. ¿Y si no llego a tiempo? Por fin, a las 18:05 minutos consigo levantarme y escaparme de la reunión más importante del mundo (todas lo son), de puntillas, sigilosa, haciéndome la invisible, pero de repente todos giran la cabeza cuando abro la puerta, mientras escucho: “¿ya te vas? Sólo 5 minutos, que ya vamos a acabar”. No respondo. Salgo y fuera respiro profundo. Comienza la carrera. Llego la última al “ratito después”. Cojo a mi pequeña en brazos y las lágrimas me inundan el rostro. Otra vez he fallado. La culpa se apodera de mí. “¿Para qué eres madre si trabajas tanto?”, retumba en mi cerebro. Me siento #malamadre. Pero no hay tiempo para lamentos. Mañana salgo a mi hora, ¡seguro!
Con este relato de un día cualquiera acompañaba Laura Baena la campaña #yonorenuncio. La culpa, una vez más, la protagoniza. Y también la resolución a presentar batalla. Porque siempre es preferible ser malamadre a convertirse en 'mamá desaparecida'.