Miles de policías nacionales responden con un aullido a la orden del tambor: "Uh, uh, uh, uh". Rítmicos, ordenados, como los aficionados de Islandia en el campo de fútbol. El camión de cabina azul oscuro que encabeza la marcha se ha detenido ante el Congreso de los Diputados. "Mariano, abre la lucha", gritan los manifestantes, que exigen cobrar lo mismo que los Mossos.
En la baldosa que delimitan el cordón de seguridad por un lado y el tráiler por el otro sólo hay una persona, un señor mayor que hace piruetas subido en un patinete eléctrico que no tiene manillar. Viste una bandera de España en la espalda y sostiene otra colgada de un mástil.
Concluido el baile vikingo de los policías, se reanuda el paso en busca del ministerio del Interior. Gracias a protestas como estas, el Gobierno se ha comprometido a iniciar el camino de la equiparación salarial.
El hombre del patinete se acerca a la libreta. Su presencia ha cautivado a los agentes que controlan el perímetro: es el único al que permiten "danzar" por delante del camión. Ahora, se arrima a la acera para charlar.
"Soy súper Esteban de Albacete, el del patinete"
"Me llamo Estebán, súper Esteban de Albacete, el del patinete". Así se define también en sus tarjetas de visita. Tiene 79 años. "Me he levantado a las cinco de la mañana, he venido a Madrid en autobús".
Pero, ¿usted también es policía? "No, no. Vengo en homenaje a mi cuñado Manolo, que murió. Estaba casado con mi hermana Marcelina". Súper Esteban no deja en barbecho sus argumentos, los suelta a bote pronto, y los regala con alguna que otra pirueta de patinete: "Viva la Policía y la Guardia Civil, se merecen un sueldo más alto que los Mossos. Son lo mejor que tenemos en España".
"Ya has visto que esto lo domino, ¿no?", vuelve a dar un par de vueltas. Esteban se compró el patinete en una feria italiana. Fue hace dos años. "Desde entonces, voy así a todos los sitios. Me costó 500 o 600 euros".
Sólo le encuentra ventajas. No se ensucia los zapatos, llega más rápido a todos los sitios... "¡Oye! Que este cacharro alcanza hasta veinte kilómetros por hora". La cosa tiene su técnica. A él le costó aprender "un par de días", pero dice ser capaz de enseñar en "quince minutos".
Su mujer, sus seis hijos y sus nueve nietos ya se han acostumbrado a la motorización de Esteban. "Les encanta, en Albacete me conocen por Esteban el del patinete desde hace tiempo".
Esteban tarda poco tiempo en convertirse en reclamo de selfies y vídeos improvisados. "¡Viva España!", le suelen gritar. Y él responde: "¡Viva!". Otro que se fotografía con Esteban se sale del marco y apuesta por un "viva el rey". A Esteban le encanta. Que viva también.
Esteban y su ligue finlandés
El patinete ha devuelto a Esteban a sus mejores años, los del rock and roll bailado con frenesí en las pistas de la capital. Una de sus mejores reminiscencias se la regaló el artilugio que ha convertido en una prolongación de su cuerpo, como hizo Baroja con su boina y su bata. "Estábamos en una fiesta y una chica finlandesa, de veintitantos, me sacó a bailar. Acepté, claro, pero subido al patinete. Al terminar, me dijo que si iba a su país no hacía falta que buscara un hotel".
La marcha, Súper Esteban a la cabeza, rebasa Cibeles, Colón y llega al ministerio del Interior. Otra vez el cántico vikingo. Otra vez el de Albacete y sus piruetas. El paladín dominical de la Policía tiene ochenta años peculiarmente llevados y una sonrisa perenne.