Las primeras líneas comenzaron a salir solas. Casi forzadas tras la recomendación de los psicólogos de que escribiera unas líneas cada día. “Antes no tenía la costumbre. No lo había hecho en la vida,” asiente Alonso Holguín. Había pasado ya dos años desde que el 11 de marzo de 2004 se paró el mundo. A las 7:36, diez explosiones casi acompasadas destrozaron cuatro trenes de cercanías, segaron la vida de 202 personas y dejaron heridas a casi 2.000.
Otros, como Alonso, se llevaron a casa ese día una herida más profunda. Más oculta e intensa. Esa que te cala hondo y te hace revivir cada día lo que más ganas tienes de dejar atrás. El proceso de curación comenzó como la lluvia fina. Primero unas palabras. Luego otras. Ahora, diez años después, Holguín habla con su tercera novela entre las manos, la cuarta terminada y la quinta en pleno proceso de creación.
Poner el dolor por escrito
“Empecé escribiendo para mí”, reconoce este guardia civil que cuando estaba en activo se dedicaba a labores de Inteligencia contra el terrorismo. “Poco a poco fueron mis psicólogos quienes fueron leyendo los textos, y luego ya se convirtió en una mecánica”. Para buscar calma, Alonso pasa largas horas nadando en la piscina.
“Es allí donde pienso las historias. Donde les doy vueltas y las preparo para cuando me voy a sentar a escribir”, explica. Reconoce que, mientras tiene la cabeza ocupada en sus ficciones, no le da vueltas a la realidad que vivió aquel día. Las letras y la posibilidad de plasmarlas se convierten en un bálsamo.
“La primera novela la escribí en 2013”, dice orgulloso. Su título: Alfil blanco, Peón negro. Terminó su segunda obra en 2015 (Senda de Lealtad) y acaba de publicar la tercera, Coser y Cantar. En este caso, la obra publicada por la editorial Diversidad Literaria, tiene la lealtad como tema central. La novela describe una trama de presiones, humillaciones y acoso en el seno del ejército y expone el dilema a los que se enfrentan los personajes principales para no faltar a su deber con la ley, pese a las jerarquías, y la lucha por mantener tanto su autoridad moral como la palabra dada.
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