Igor el Ruso usaba varias líneas de teléfono a la vez y distintos tipos de mensajería para contactar con aquellos que le daban soporte mientras huía. También utilizaba este medio para comunicarse con su familia, a la que asegura que no ve desde que en 2001 escapó de Serbia acorralado ya por la justicia.
El fugitivo serbio, detenido tras asesinar al ganadero José Luis Iranzo y a los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Jesús Caballero, asegura que cruzó España en bicicleta “y con otros medios”, los mismos que utilizó para escapar de Italia y atravesar Francia: vehículos destartalados facilitados por “amigos” que le ayudaban en una permanente huida hacia delante que acabó la madrugada del 15 de diciembre de 2017 en Mirambel (Teruel).
Esta versión que él mismo ofreció ante el juez que instruye dos asesinatos de abril de 2017 en Bolonia (Italia) contradice frontalmente la única línea de investigación que mantiene hasta hoy la Guardia Civil: que pasaba por Teruel de casualidad cuando fue sorprendido por sus víctimas, que siempre estuvo solo en mitad del monte, que no usó los teléfonos que llevaba encima ni su Facebook personal y que únicamente se abasteció de una bicicleta para cruzar España entera acompañado de un enorme kit de supervivencia.
El fugitivo, en prisión provisional en la cárcel de Zuera (Zaragoza) a la espera de juicio, reconoció ante el juez que tras asesinar a David Fabbri el 1 de abril en Ferrara se quedó por la zona a la espera de que le proporcionaran un vehículo para fugarse. Sus cómplices, a los que en ningún momento delata, le entregaron el automóvil el 6 de abril. “Cuando me lo dieron me fui”, sostiene.
Skype, Facebook y Messenger
Feher confesó ante el juez que mientras se escondía en los campos de Ferrara a la espera de un vehículo que le protegiera, mantenía contacto telefónico permanente con aquellos que debían ayudarle. El fugitivo cuenta también que en ese momento disponía de “siete u ocho tarjetas telefónicas diferentes” que iba cambiando por otras nuevas conforme la necesidad apretaba. Era la manera de protegerse él y a los suyos y no dejar ningún rastro. De hecho, recuerda a la perfección los tres teléfonos móviles que le requisaron cuando fue detenido en Mirambel (Teruel): “Un Sony simple, viejo. Y dos smarthphones: un Samsung pequeño y otro de una marca inferior”.
El análisis de estos tres teléfonos, de la tablet y otros dispositivos tecnológicos que tenía Feher cuando fue detenido generó mucha expectación, pero las conclusiones de la Guardia Civil decepcionaron a la ciudadanía. Según sus pesquisas, no había nada que confirmara que pudiera estar acompañado y concluyeron que no recibió soporte ni ayuda porque no localizaron ni una sola llamada desde esos dispositivos móviles.
Sin embargo, él acusado revela al juez sin sonrojarse su modus operandi: “Tenía dos teléfonos siempre en línea” y recibía llamadas telefónicas a través “de Skype, de Facebook y de Messenger”. Desde que asesinó a los guardias civiles Víctor Romero y Víctor Caballero, estuvo ocho horas huido con la pick up que le robó al ganadero José Luis Iranzo tras asesinarle, un tiempo más que suficiente para desprenderse de todo el material que perjudicara a sus cómplices. Feher únicamente dejó a ojos de los investigadores aquello que no perjudicaba a nadie: los selfies que él mismo se hizo paseando plácidamente por los tranquilos montes de Teruel con una cámara GoPro.
Consumado el triple crimen, el objetivo del acusado era llegar a Valencia, donde presume de tener “muchos amigos”. Sin embargo, dice que la rueda delantera de la pick up reventó y que por eso tuvo que abortar el último plan de fuga. Feher tiene calculado casi milimétricamente en qué punto acabó su huida: “Me detuve a 80 kilómetros del lugar de los asesinatos”. Exactamente, entre un punto y otro oscilan 90 kilómetros de distancia.
El misterio de dos vehículos
En su declaración, Feher reconoce que trabajó durante dos semanas “en negro” en España gracias “a un amigo”, y que se paró prácticamente “en todas partes” desde que cruzó la frontera hasta que llegó a Híjar, el municipio del Bajo Martín señalado en su mapa de carreteras y donde asegura que viajó por “negocios”.
El serbio confiesa que tras disparar a matar a dos vecinos de Albalate del Arzobispo no se fue de la zona porque no consideraba que hubiera razones para irse. “¿Por qué debería irme?”, se preguntó en voz alta. “La naturaleza es mi casa”, añadió. Feher da a entender también que llegó a España en un vehículo donde podía transportar su propia bicicleta, que le serviría para moverse por los montes donde iba parando. Sin embargo, evita detallar si el vehículo que alguien le proporcionó tras el primer asesinato en Italia es el mismo con el que llegó hasta Teruel.
Casualidad o no, tres semanas antes de aquel intento de homicidio apareció quemada una furgoneta Mercedes Benz Sprinter matriculada en la República Checa. El vehículo, que quince meses después nadie ha reclamado, estaba abandonado a muy pocos metros del primer refugio donde se encontraron restos que podían pertenecer a Feher.
Tras conocerse una tentativa de homicidio el 5 de diciembre, una pareja puso una denuncia en el cuartel alertando de que habían visto circular por los caminos aledaños a una persona de aspecto idéntico a Feher con una vieja furgoneta blanca de idéntico patrón a la que el serbio recibió en Italia. Sin embargo, el destino de este vehículo también es un misterio, ya que el criminal emprendió la marcha definitiva con el coche que llevaba su víctima cuando lo sorprendió dentro de su masía.