Pedro Sánchez cumple tres años en La Moncloa y la precariedad parlamentaria ha sido la tónica dominante de sus gobiernos. Tanto los monocolor del PSOE formados justo después de la moción de censura contra Mariano Rajoy, como el de coalición con Podemos fruto de las elecciones generales repetidas en noviembre de 2019.
Sánchez, en la estela de otros presidentes como Adolfo Suárez y José Luis Rodríguez Zapatero, no conoce otra cosa que gobernar en minoría, obligado a la célebre "geometría variable" como la bautizó, precisamente, su antecesor socialista.
En el año y medio transcurrido desde su investidura en enero de 2020 lo ha probado casi todo para sobrevivir parlamentariamente. Desde el apoyo pasivo (la abstención) de los independentistas catalanes y vascos, ERC y Bildu, de la misma investidura, pasando por el pacto con Ciudadanos para sacar algunas prórrogas del estado de alarma cuando además de PP y Vox también ERC le retiró el apoyo, al respaldo esta vez activo, algo inédito en la política española, de esos mismos separatistas a los Presupuestos Generales del Estado.
Los estrategas de Moncloa, incluido ese Iván Redondo que proclama en público que se tiraría "por un barranco" por su jefe, se han venido sintiendo cómodos con ese esquema. Pero lo cierto es que de un tiempo a esta parte el medidor del combustible parlamentario del PSOE parece entrar en la zona de reserva.
Algo que se está haciendo especialmente acuciante en esta primera mitad de 2021, donde la política nacional ha vuelto a convulsionar con las fallidas mociones de PSOE y Ciudadanos en Murcia y Castilla y León, la victoria arrolladora de Isabel Díaz Ayuso el 4-M en Madrid y la salida de Pablo Iglesias del Gobierno, sin perder de vista la formación del nuevo Gobierno independentista de Cataluña, presidido por Pere Aragonès.
El Grupo Socialista en el Congreso, el mayoritario de la Cámara Baja con 120 escaños, un 25% más de representación que la formación que lidera la oposición, el PP, lleva semanas adoptando un bajo perfil parlamentario que se comenta entre propios y extraños por los pasillos del Parlamento. "Últimamente las iniciativas que presentan son 'el sol sale por la mañana y se oculta por la tarde'" se oía decir con maldad hace poco a un distinguido diputado de la oposición.
Fuentes de la dirección parlamentaria del PSOE se defienden: "¿¡Que no traemos nada!? La ley de riders, la de cambio climático...". Pero lo cierto es que se trata de normas impulsadas con amplio consenso, en el primero de los casos tras un acuerdo con los agentes sociales y en el segundo con una votación a la que solo se opuso Vox.
Frente a eso, la iniciativa parlamentaria del PSOE se ha visto reducida desde marzo -cuando el episodio murciano rompió el tablero político una vez más- y siempre hablando de proposiciones de ley, a cuestiones como el régimen jurídico de los animales, la Inteligencia Artifical o los lobbies.
En este último caso, con una propuesta de reforma del reglamento del Congreso para que, en palabras de la portavoz socialista Adriana Lastra, el poder legislativo tenga las "paredes de cristal", que sin embargo ha provocado recelos en varios grupos, incluidos socios del Gobierno como el PNV.
Aunque pese a todo se trata de la típica reforma que, por su propia naturaleza, es difícil que no reciba la aprobación de la Cámara para su toma en consideración, como así ocurrió, siendo posteriormente susceptible de enmiendas. El Grupo Socialista juega sobre seguro.
Tensión con sus socios
Un escenario al que se suma la innegable tensión entre los socialistas y sus socios, o partidos a su izquierda, en asuntos como la Ley Trans. La reforma prometida por el Gobierno sigue estancada, pero en una iniciativa sobre la materia de ERC y el Grupo Plural (en el que se integran, entre otros, los diputados catalanes de Junts y el PDeCAT e Íñigo Errejón) los diputados socialistas se abstuvieron, ante la discrepancia de fondo sobre la llamada "autodeterminación de género".
Por si fuera poco, la ministra de Igualdad, Irene Montero, decidió intervenir en el debate para defender la iniciativa (Unidas Podemos votó a favor) pidiendo incluso perdón porque no hubiera llegado aún la reforma del Ejecutivo, y echando así más leña al fuego de su enconado enfrentamiento con la vicepresidenta Carmen Calvo en esta materia.
Y sin ir más lejos, tampoco el fin del estado de alarma ha estado exento de reproches para los socialistas. Por supuesto de la oposición de centroderecha, pero también, de nuevo, de sus socios, algunos con responsabilidades en gobiernos autonómicos, como el propio PNV.
En definitiva, y en términos futbolísticos, el PSOE parece haber decidido enfriar el partido parlamentario. Quizás porque no se ve con la confianza y empuje suficientes para marcar gol en la puerta contraria, pero sí con mucho riesgo de encajarlos en la propia.
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