Marta Rovira comparece por videoconferencia ante el Consejo Nacional de ERC.

Marta Rovira comparece por videoconferencia ante el Consejo Nacional de ERC. ERC

España

Marta Rovira, 'la Jefa' que vigila por plasma la guerra civil de ERC desde Ginebra y tiene a Illa en sus manos

El partido se desangra en una disputa en la que todos pierden. Su debilidad podría acelerar un pacto con los socialistas en la Generalitat.

7 julio, 2024 02:38

Marta Rovira se fue dejando una carta de despedida. “Como dice Oriol, en estos días que vendrán, manteneos fuertes y unidos. Transformad la indignación en coraje y perseverancia. La rabia, en amor. Pensad siempre en los otros [...] Eso haremos, Oriol”. La secretaria general y el presidente de Esquerra Republicana de Cataluña separaban así sus caminos. Tú a la cárcel de Estremera luego Lledoners y yo a Ginebra. 

Se rompía un ticket que había permanecido inalterado desde 2011, cuando Marta Rovira y Oriol Junqueras alcanzaron a la vez sendos puestos de responsabilidad. Juntos concurrieron a varias elecciones y juntos decidieron en 2017 presentarse en una lista unitaria con los restos de Convergencia Democrática de Cataluña (CDC). Se llamó Junts pel Sí. Se embarcaron en la aventura del procés y, de tan juntos que estaban, todos terminaron por acuchillarse

Primero con Carles Puigdemont, el líder inesperado de CDC, y más tarde entre ellos. Ahora mismo se libra una guerra civil en ERC con dos bandos bien diferenciados: por un lado los junqueristas y por otro los roviristas

Las diferencias entre quienes asumieron en la cárcel los costes del procés y quienes ejercieron la gestión del aparato controlado en remoto desde Suiza se mantuvieron bajo la alfombra mientras las cosas fueron bien. ERC no ha abandonado la Generalitat desde entonces, al tiempo que pactaba en Madrid con el PSOE. 

Pero las últimas elecciones en Cataluña provocaron que esas rencillas escondidas salieran a relucir. Los republicanos pasaron de 33 a 20 escaños, una tendencia a la baja que ya se plasmó en las últimas generales, y los cuadros internos exigieron responsabilidades

El primero en dar un paso a un lado fue el presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. Luego Oriol Junqueras anunció una extraña dimisión en stand by, por la que trataría de recuperar el control del partido en un congreso con las bases en noviembre. Resultado: hasta entonces, todo el poder queda en manos de Marta Rovira

La ‘jefa’, como la llaman dentro del partido, no ha dejado de ejercer su influencia entre la gran mayoría de cargos del Gobierno de Cataluña, que se encuadran dentro de los roviristas. La lideresa impulsó un manifiesto que pedía la "renovación general" de la cúpula de ERC, en la que está ella misma, pero que debía servir como empujón definitivo para apartar a Junqueras de una vez por todas. 

Lo firmaron cerca de un millar de dirigentes, aunque Junqueras dice seguir contando con el apoyo de las bases. En noviembre, cuando se celebre el congreso, se conocerá quién tenía razón.

Marta Rovira junto al líder de ERC, Oriol Junqueras, durante un acto celebrado en 2020.

Marta Rovira junto al líder de ERC, Oriol Junqueras, durante un acto celebrado en 2020. Europa Press

Dos Esquerras

Detrás de esto hay dos ideas diferenciadas, dos nociones de un partido fundado en los principios de un republicanismo de izquierdas y el independentismo. Oriol Junqueras es el adalid del ala pactista, fruto de una formación democristiana, y a él se deben las alianzas con el PSOE en el Congreso y en el Ayuntamiento de Barcelona. Entre sus principales aliados está el diputado Gabriel Rufián

Marta Rovira representa la otra alma del partido, la de la secesión por encima de todo. Abogada de formación y activista antes que política, apostó por mantener prietas las filas del independentismo antes de que Puigdemont decidiera romper con ellos. 

El dilema podría mantenerse en el marco teórico, de no ser porque de ello depende el futuro gobierno de Cataluña.

Los números con Junts no salen y una hipotética alianza para apoyar la investidura de  Puigdemont (que carece de la mayoría necesaria) conduciría irremediablemente a unas nuevas elecciones en las que todas las encuestas apuntan a un descalabro aún mayor para ERC. La otra alternativa posible es un pacto instrumental con el PSC para investir a Salvador Illa que dejara a los republicanos en la oposición. 

La decisión está en manos de Marta Rovira, la única capaz en estos momentos de orientar la decisión de sus principales cuadros. A finales de la semana, en una intervención por plasma desde Suiza ante el Consejo Nacional de ERC, la secretaria general del partido dijo que quería “llegar a un preacuerdo a finales de julio”. 

Tanto Rovira como Junqueras se han reunido con Puigdemont, aunque las únicas negociaciones abiertas con opciones reales de prosperar son con el PSC. Ambas partes ya hablan abiertamente de un nuevo acuerdo fiscal para que la Generalitat recaude todos los impuestos que se pagan en Cataluña, a cambio de facilitar la investidura de Illa. 

Rovira tendría que tragarse el sapo de pactar con los socialistas, ante el callejón sin salida en el que se encuentra su partido. Pero en medio de este debate, esta semana la guerra ha comenzado a dejar sus primeras víctimas políticas. 

Marta Rovira acude a declarar en el Tribunal Supremo en 2018.

Marta Rovira acude a declarar en el Tribunal Supremo en 2018. Reuters

La guerra de los carteles

Esta particular batalla tiene su origen en marzo de 2023, cuando aparecieron por las calles de Cataluña carteles con la cara de Ernest Maragall, que ha ocupado diferentes cargos con ERC, en los que se leía "fuera el Alzheimer de Barcelona". Ernest Maragall es hermano del expresidente de la Generalitat Pasqual Maragall, que padece desde hace años esta enfermedad. 

En un principio, la campaña difamatoria se atribuyó a enemigos políticos, pero una información del diario Ara apuntó a que se había ordenado desde dentro del partido.

Las primeras sospechas recayeron sobre el actual director de comunicación, Tolo Moya, al que ERC ha citado a declarar el próximo lunes; y sobre Sergi Sabrià, quien ocupó durante años ese cargo y ahora ejercía como viceconsejero de Comunicación y Estrategia con Pere Aragonès.

Las disputas internas se hicieron tan patentes que este jueves Sabrià compareció en la sede de ERC, respaldado por la plana mayor de la formación, para anunciar su dimisión. Se desmarcó del asunto de los carteles y se marchó matando. “Me tocó hacer de bombero para apagar un incendio que habían provocado otros”, manifestó. 

Su despedida estuvo cargada de recados contra Oriol Junqueras, al que acusó sin citarlo de haber “enfangado hasta límites insospechados” y de “lanzar acusaciones falsas”.

Sergi Sabrià pertenece al bando de los roviristas y muchos de los rostros visibles de esta facción le mostraron públicamente su apoyo. Pero esto no quiere decir que el último de los episodios decante la balanza de quienes no están dispuestos a pactar con el PSC. 

Debilidad interna

Los efectos de esta crisis son imprevisibles, pero lo que parece claro es que ERC vive inmersa en una guerra civil en la que todos pierden. La consecuencia de todo ello es que el partido se debilita y eso podría abocar definitivamente al pacto con el PSC como mal menor. Entre los socialistas catalanes y en Moncloa también cunde esa sensación.

Marta Rovira empezó la semana como ganadora entre los independentistas, después de que el Tribunal Supremo decidiera que Carles Puigdemont no podía ser amnistiado por un delito de malversación, mientras que sí le concedía la gracia a la líder de ERC por un delito de desobediencia.

El juez Pablo Llarena levantó la orden nacional de detención contra ella, aunque sigue pendiente de una causa por posibles delitos de terrorismo en el caso Tsunami.

Termina estos siete días, sin embargo, en medio de una disputa interna en múltiples frentes que Rovira continúa contemplando desde Ginebra. Los caídos siguen siendo otros, la sangre no llega hasta el lago Lemán. Desde allí levantará o bajará el pulgar. Los designios de Cataluña se deciden en Suiza.