La victoria de Donald Trump en Estados Unidos es el último de una serie de errores cometidos por los medios de comunicación en los últimos dos años. El brexit, el resultado del referéndum de paz en Colombia y, a menor escala, el sorpasso fallido de Podemos al PSOE el 26-J son otros ejemplos. Los medios hemos fallado estrepitosamente en lo que no podemos fallar. Nuestro trabajo es contar e interpretar la realidad. Y opinar sobre ella si hay tradición editorial.
¿Estamos viviendo de espaldas a lo que pasa delante de nuestra narices? El columnista del New York Times Jim Rutenberg fue quizá el más crítico consigo mismo y con su periódico tras la ocurrido: “La tecnología deslumbrante, el 'big data' y los sofisticados modelos (de predicción) que hemos incorporado a las redacciones para apoyar la cobertura política no han evitado que el periodismo estadounidense cometiera el error de no ver lo que estaba pasando. Era una historia (la victoria de Trump) que sólo pasa una vez en la vida”.
El modelo de '538'
Nate Silver está considerado algo así como el elegido de Matrix. Un Neo capaz de leer el universo del 'big data' y las estadísticas. Silver, de 38 años, creó un algoritmo para medir el rendimiento de los jugadores de béisbol comparando facetas del juego que aisladas no aportaban demasiada información. La historia está contada en la película Moneyball. En su blog 538, que toma su nombre del número total de representantes del colegio electoral norteamericano que eligen al presidente, Silver trasladó estos conocimientos a la política e ideó un modelo de predicción propio basado en la agregación y cribado de encuestas en función de datos demográficos y otras variables de acierto histórico de los sondeos y temporalidad.
Silver predijo con éxito el resultado de 49 de los 50 estados en las primeras elecciones que ganó Barack Obama en 2008. En las de 2012, hizo pleno de aciertos en los 50 estados. Time le nombró una de las 100 personas más influyentes del mundo. El éxito incuestionable de Silver exportó modelos similares a todas las redacciones del mundo como si fueran infalibles. Y no lo son. Este sistema en general ha pecado de cierta soberbia. Ha menospreciado algunas voces escépticas y, sobre todo, se ha desentendido del contexto. Los datos sin narrativa fallan.
“El error garrafal ha sido extrapolar el sí o el no, el Hillary o Trump a la gente que no responde en las encuestas”, dice Francesc Pujol, profesor de la Universidad de Navarra. “Ha fallado el contexto”.
La víspera de las elecciones americanas, Silver dio entre un 71 y un 72% de probabilidades de victoria a Hillary Clinton. Otros medios situaban ese porcentaje por encima del 80%. Pero el propio Silver admitió en Twitter que podía pasar cualquier cosa. ¿Por qué? Porque el cálculo estaba basado en encuestas que arrojaban datos en los que es cierto que ganaba Hillary, pero con un margen muy estrecho: 52-48%, 51-49%. Algo similar ocurrió con el referéndum del brexit. El problema es que la opinión pública no baja a ese detalle. Cuando una persona lee que hay un 70% de posibilidades de que gane Hillary, lo que entiende es que Trump va a perder seguro. La elección estaba en realidad más reñida y no se supo contar.
Trump es sólo la confirmación de una enfermedad estadística que presentaba síntomas desde hace tiempo. Aquí en España, por ejemplo, nadie fue capaz de detectar o interpretar el fenómeno de Podemos en las elecciones europeas del 2014. Más recientemente ni un solo medio cuestionó el sorpasso electoral al PSOE que nunca se produjo. No se trata de enterrar el valioso trabajo de segmentación y análisis que se está realizando. Cualquier modelo de predicción genera incertidumbre. Los tiempos de mucho ruido como los actuales exigen periodismo.
Facebook monopoliza el canal
El algoritmo que sin embargo emerge como gran triunfador de estos procesos es el de Facebook. Y quizá aquí esté también alguna clave a lo que ha pasado con Silver, las encuestas y la falta de contexto. Trump es la constatación del cambio definitivo de paradigma en los canales de comunicación. El mensaje del presidente electo ha sido más fuerte que las decenas de editoriales, artículos y columnas de opinión que alertaban de una victoria de su candidatura.
Los legacy media (cabeceras tradicionales) y también los medios nativos digitales somos sólo un actor más en un muro de Facebook o un timeline de Twitter. El editorial del New York Times compite en igualdad de condiciones con una información de MasterChef o los comentarios de otras 400 personas (anónimas o no) a las que decidimos seguir por diversas razones. El usuario acude cada vez menos a buscar la información (comprar el periódico, visitar una web) sino que directamente la encuentra.
De nada sirve escribir sobre si la gente es más o menos educada o si lo mío es más serio que lo tuyo, si no se entiende que las reglas de juego han cambiado. Otra cosa es que guste más o menos. En la encuesta postelectoral del CIS publicada esta semana hay datos reveladores. Por un lado, el 47,3% dijo que no siguió información electoral del 26-J en internet. Por otro, un 40,2% consultó páginas web de prensa, radio y televisión. Pero un 50,2% eligió Facebook, Twitter, las propias páginas de los partidos políticos y otros sitios como blogs y foros independientes.
Hay una brecha generacional. Y es cierto que lo que ocurre en las redes no explica todo lo que pasa fuera. Pero hemos visto como un solo tuit-denuncia que se viraliza por los motivos que sea tumba un programa de televisión o una campaña publicitaria. Un movimiento como el 15-M, por citar sólo un ejemplo, nació de un grupo de Facebook. Casi un centenar de medios estadounidenses, algunos de ellos de tradición republicana, no han conseguido doblegar a Trump. Como tampoco la prensa colombiana y gran parte de la británica inclinaron la balanza en sus respectivos referéndums.
“Hay un cambio radical en el consumo de noticias y la victoria de Trump ayuda a confirmar que efectivamente las reglas son nuevas. Para muchos usuarios la información relevante es la que aparece en su muro de Facebook, donde están sus amigos y los medios y páginas que sirven lo que me interesa”, explica Pujol. “Esa dinámica no va a cambiar por más editoriales que se escriban. Lo que hay que hacer es pensar cómo construir a partir de ahí”.
jorge.sainz@elespanol.com
Noticias relacionadas
- Rufián, Iglesias y los maestros del odio: así se divide una sociedad desde el Parlamento
- La batalla por la identidad de Podemos: Iglesias mata a Beyoncé; Errejón asesina a la casta
- Los seis días del cóndor Pedro Sánchez: crónica del cisma de las dos rosas
- El pulso de Sánchez allana el camino a un 'súperdomingo' electoral en mayo 2019