El anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum no ha sorprendido a nadie. El Gobierno contaba con ello desde hace días. Lo que no esperaba, y es lo que más ha irritado en Moncloa y especialmente a la vicepresidenta, era el discurso de Oriol Junqueras. Las palabras del vicepresidente de la Generalitat, que ha calificado a España de "Estado ineficiente y ruinoso que violenta los derechos de Cataluña", se han interpretado en el Palacio de la Moncloa como una "traición" de la persona con la que Soraya Sáenz de Santamaría ha dialogado más y mejor para dar una salida airosa al desafío soberanista.
Junqueras ha sido durísimo. En una breve intervención, muy preparada y sin papeles, el líder de ERC ha dicho que el Estado "violenta derechos fundamentales" y ha acusado a los ministros del Gobierno de "conspirar y encargar la fabricación de pruebas falsas contra políticos (catalanes) elegidos democráticamente". Junqueras ha asegurado que "España es un país ineficiente e insensible" con los desfavorecidos y marginados.
"Se ha dejado arrastrar"
El Gobierno no ha entendido la andanada de su interlocutor preferente en Cataluña hasta hace sólo unas semanas. "Qué pintaba ese discurso", decían fuentes de la presidencia. "Se ha dejado arrastrar".
Sáenz de Santamaría ha mantenido un contacto constante y fluido con Junqueras desde que Mariano Rajoy le encargase la resolución del conflicto independentista en Cataluña. El Gobierno vio en el vicepresidente de la Generalitat a un político pragmático con el que era posible hablar de todo lo que no era el referéndum. Fue la llamada Operación Diálogo.
Sáenz de Santamaría y su equipo han negociado con Junqueras soluciones a las 45 exigencias que Carles Puigdemont planteó a Rajoy en su primer encuentro. Moncloa siempre habló de 45+1, porque la número 46 de aquel documento era la consulta, innegociable para el jefe del Ejecutivo.
El diálogo se ha traducido en inversiones sustanciales para Cataluña, conflictos de competencias resueltos o en vías de solución y el apoyo del Gobierno a la candidatura de Barcelona a albergar la Agencia Europea del Medicamento y los Juegos del Mediterráneo en Tarragona, por citar algunos ejemplos.
La sintonía entre Junqueras y la vicepresidenta ha sido evidente en las numerosas visitas de Sáenz de Santamaría a Cataluña. La buena relación entre ambos provocó más de un recelo en la coalición de gobierno catalana, que ha evidenciado discrepancias desde el principio. El Gobierno también ha alentado esas discrepancias. En privado, ha presentado muchas veces a Junqueras como un político inteligente y ambicioso, más interesado en ser presidente de la Generalitat que en una independencia inviable de Cataluña.
El punto de inflexión
La conferencia de Puigdemont en el Ayuntamiento de Madrid fue un punto de inflexión. Sáenz de Santamaría trató de neutralizar al president ofreciéndole el Congreso de los Diputados para defender su proyecto. Un día antes de la conferencia, el diario El País publicó un borrador de las llamadas leyes de la desconexión.
El Gobierno ha mantenido su oferta a Puigdemont pese al convencimiento de que jamás aceptaría venir al Congreso. El diálogo ya estaba roto. Sáenz de Santamaría acudió este miércoles a una entrega de premios en Barcelona, pero Moncloa ya sabía que el anuncio de la fecha y la pregunta del referéndum era inevitable. También intuía que no habría un acuerdo de gobierno que impugnar al Tribunal Constitucional.
Las palabras de Junqueras, eso sí, no las esperaba, porque cree que ha actuado siempre de frente y con lealtad. En estos meses ha negociado todo lo negociable y siempre ha dicho que la consulta ni se negociará ni se celebrará. Rajoy cree ahora que la Generalitat activará la independencia en agosto.
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