Hundimiento, desánimo y preocupación. Mucha preocupación. Son las sensaciones que definen el estado de ánimo de buena parte del Gobierno después del 1-O. El Consejo de Ministros no es precisamente una piña tras el triple fiasco político, policial y comunicativo de la jornada del referéndum. Los señalados por la penosa imagen del domingo son la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, y el ministro del Interior, Juan Ignacio Zoido. Las críticas son casi unánimes en el caso de la secretaria de Estado de Comunicación, Carmen Martínez Castro, a la que se acusa de entregar el relato al independentismo por incomparecencia.
La sensación de derrota se ha instalado en el Gobierno. El nerviosismo de numerosos altos cargos se transmitió este lunes de arriba a abajo a todos los niveles y en todas las carteras del Ejecutivo. “Es como si el guión del 1-O lo hubieran escrito los independentistas”, dicen fuentes de un ministerio molesto con la respuesta que se dio al referéndum. “No importan todas las falacias del separatismo. Lo que queda es la imagen de los palos”, añaden.
El coste de la solución es cada vez más elevado. La dura intervención de los antidisturbios de la Policía y la Guardia Civil en los colegios electorales ha dejado una enorme amargura en el seno del Gobierno. La dejación de los Mossos era algo con lo que no se contaba, pero se culpa a Zoido y Sáenz de Santamaría de no tener un plan B.
"A la imagen de heridos y palos policiales no se le puede contrarrestar con un gris discurso del presidente del Gobierno", decía un alto cargo este lunes.
Votación y cargas
El fiasco policial llevó aparejado el político. Sáenz de Santamaría no quería referéndum. Y tuvo cargas policiales y votaciones al mismo tiempo. Este lunes era misión imposible que alguien de vicepresidencia descolgase el teléfono. Rajoy encomendó la gestión de la crisis catalana a la vicepresidenta después de la investidura. Pero ni la operación diálogo llegó a buen puerto, ni, como señalan fuentes del Gobierno, la interlocución con Oriol Junqueras dejando a Puigdemont al margen se tradujo en solución alguna.
Sáenz de Santamaría dijo que el Gobierno tenía "todos los escenarios previstos" y que respondería con "proporcionalidad" a las acciones de la Generalitat. Sin embargo, la impresión es que se ha ido siempre a rebufo y se ha respondido mal y tarde. La Generalitat se ha repuesto a todos los golpes del Estado. Ni la intervención de sus Presupuestos, ni las detenciones de sus altos cargos, ni los recursos al Constitucional han frenado la desobediencia.
Lo ocurrido el domingo ha complicado aún más la salida ante un independentismo que no ha crecido en número (según sus propios datos), pero que está envalentonado. La aplicación del 155 y elecciones generales en primavera son soluciones en las que trabaja ahora Moncloa como posible salida. Pero Rajoy quiere conservar la unidad de acción con el PSOE y Ciudadanos. El apoyo del PSOE al 155 está en duda.
Si hay una persona dentro del Ejecutivo a la que se responsabiliza de la pesadilla del 1-O en términos de opinión pública es a la jefa de comunicación del Gobierno. El discurso de Rajoy al terminar la jornada más difícil en 40 años no estuvo a la altura, según diversas fuentes consultadas. La derrota en el relato de los hechos del domingo se considera total. No sólo por las portadas de la prensa mundial, sino también por la falta de mensaje. "Lo que importa es la imagen y aquí hemos perdido por goleada", dice un diputado del PP con pasado en el Gobierno.
Tres discursos
Desde que el Parlament aprobó las leyes del referéndum y la desconexión, Rajoy sólo ha ofrecido una rueda de prensa. Fue en Estados Unidos con el presidente Donald Trump. El presidente ha hecho tres declaraciones institucionales sin admitir preguntas. Nadie del Gobierno ha manejado una comunicación diaria del Gobierno y se ha optado por no salir a desmentir la propaganda de la Generalitat. Ha ocupado más tiempo en los informativos la imagen de Piolín en el barco de la Policía que cualquier declaración de un miembro del Gobierno. Todavía hay gente en Cataluña que cree que la detención de altos cargos del Govern por la organización del referéndum fue ordenada por Moncloa y no, como sucedió en realidad, por un juzgado de Barcelona.
Tampoco Televisión Española hizo una cobertura en profundidad de lo ocurrido. Y la que hizo fue criticada por sus propios periodistas. Algo impensable en TV3, que sirve sin fisuras al relato del independentismo. El monopolio de la información del referéndum a nivel nacional lo tuvo el especial de La Sexta.
"El relato es suyo. Hay hechos como la renuncia de los Mossos a cumplir con la legalidad el domingo de los que directamente no se habla", dicen estas fuentes. "Tampoco se ha contestado a las cifras inverosímiles del referéndum. Es una batalla perdida".