Los kamikazes de Puigdemont: el presidente fugado utiliza de nuevo a Turull y Sànchez
- Los dos designados para sustituir al president fugado están en prisión preventiva para evitar su "reiteración" en la conducta presuntamente delictiva.
- Mientras Puigdemont fuerza a sus fieles a inmolarse, la estrategia de ERC, que sí tiene a Junqueras en la cárcel, no desafía las leyes.
- El TC, ante la huelga de hambre de Turull y Sànchez: es "falso" que los recursos estén bloqueados.
Cuando se proclamó la 'república' y todos aplaudieron, de inmediato se frustraron, porque Carles Puigdemont la dejó en suspenso. Y cuando a los pocos días apareció huido en Bruselas, al separatismo le costó mucho vender que eso era heroísmo por la independencia y la libertad de Cataluña. El president se sustraía a la acción de la Justicia mientras sus compañeros de Govern empezaban a hacer el paseíllo hacia el Tribunal Supremo y la cárcel de Estremera.
Desde el palacete de Waterloo, Puigdemont fue manejando los hilos reactivos contra la aplicación del artículo 155 de la Constitución y, a pesar de encabezar la lista de Junts per Catalunya para el 21-D, su condición de fugado le impidió jugar a "president en el exilio", así que designó un "president preso": Jordi Sànchez.
A finales de febrero, el expresidente de la Asamblea Nacional catalana (ANC), una de las organizaciones sociales subvencionadas por la Generalitat para "guiar al pueblo" hacia la secesión -su mano derecha en la candidatura unitaria independentista-, se postulaba desde prisión para presidir un Ejecutivo autonómico pilotado desde lo que ya se diseñaba como Consell de la República en suelo belga, liderado por Puigdemont.
Sànchez se prestó dos veces a la farsa, a propuesta de Puigdemont: en marzo y en abril. Trataba el fugado líder del PDeCAT de forzar al magistrado del Supremo Pablo Llarena a que lo liberara o, como mínimo, le diera un permiso penitenciario para ser investido. Bajo la amenaza de que "no se barajan otros nombres" se dejaban pasar los meses, en los que al no convocarse ninguna sesión de investidura, no corría el reloj de dos meses hasta la repetición automática de las elecciones autonómicas.
Pero Llarena precisamente mantenía en la cárcel a Sànchez, entre otras razones, porque desde el Govern podría volver a impulsar un golpe separatista.
Las estrategias de PDeCAT y ERC
Roger Torrent, presidente del Parlament, proponía presidents, pero no forzaba la legalidad en ningún momento, y se plegaba -él y la Mesa por él presidida- a lo que iba dictando el Supremo en sus autos y resoluciones de recursos. Ya por entonces se veía que la estrategia del PDeCAT era la del desafío y la de ERC se asemejaba más al pragmatismo: claro, el líder de unos estaba cómodo en un chalé de Waterloo y el de los otros, entre rejas en Estremera.
Entre las dos postulaciones de Sànchez, lo había intentado Jordi Turull, señalado por el dedo lejano del agitador Puigdemont, una especie de 'demiurgo' del 'procés' que recibía pleitesías y visitas y dirigía reuniones estratégicas por videoconferencia. El hecho de que fuera el nuevo designado lo privó de la libertad recuperada. El juez Llarena volvió a ver en él una amenaza de "reincidencia" en la conducta presuntamente delictiva. Pero Turull aceptó inmolarse.
El exconsejero de Presidencia había sido liberado tras una primera estancia en la cárcel. Así que todo aparentaba que podría ser investido, si no en primera votación, sí en segunda. Pero tras la abstención de la CUP el 22 de marzo, insatisfecha porque no veía "ruptura" sino "autonomismo encubierto" en todo este cambalache, el juez Llarena comunicó su nueva situación a Turull a declarar. Un día después, volvía a la cárcel.
Juego de estrategias político-jurídicas
Su citación ya había acelerado los plazos de la convocatoria del Pleno. Torrent había adelantado al jueves la primera sesión, con votación, pero la CUP mantuvo su abstención anunciada, lo que obligaba a que Puigdemont renunciara a su acta de diputado. Y eso nunca ha pasado: el president fugado lanza a sus huestes a la batalla, pero él permanece en palacio.
Sin la renuncia de Puigdemont y de Toni Comín, la única alternativa a que Torrent se salatara la ley -cosa que no hizo entonces ni ha hecho aún desde que preside la Cámara autonómica- permitiendo el voto delegado de los dos huidos, Turull no iba a ser investido ese jueves. Y el viernes salió del Supremo en furgón, camino, de nuevo, de la cárcel de Estremera procesado ya por rebelión, malversación y desobediencia.
Un nuevo sacrificio
Ahora, los dos kamikazes inducidos por Puigdemont vuelven a sacrificarse por la cusa. Han anunciado el inicio de una huelga de hambre este sábado porque "el Tribunal Constitucional (TC) admite a trámite el 100% de sus recursos pero no los resuelve", lo que dicen que les tapona la posibilidad de ir al Tribunal Europeo de Derechos Humanos.
Curiosamente, el mismo día en que Òmnium Cultural difunde una foto de grupo de los siete presos separatistas de Lledoners, sólo dos de ellos dan ese paso, y son precisamente los dos más fieles al líder Puigdemont en su palacio. Tratan de torcer la mano del Gobierno, atacando vía TC, pero no es Pedro Sánchez quien puede hacer nada por ellos.
Es más, su carcelero es el president de la Generalitat, Quim Torra o, en todo caso, la consejera de Justicia, Ester Capella, de ERC, como Torrent, como Junqueras... La estrategia, claramente, sigue siendo muy distinta y enfrentando a los separatistas entre sí.